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AGUSTÍN GARCÍA-ESPINA MARTÍNEZ
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POEMAS
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AMARES

Mi cuerpo extendido
a lo largo del tuyo,
__________¡fundiéndose!
Hiede mi instinto de lobo
enloquecido de celo
cubriendo tus pechos
de espuma de besos.

Serena y brillante
reverbera la luna
anhelando esos días 
que tu figura acaricio
jugosa y madura.

Viéndote temblar
__________cegué de pasión.
Oyéndote gemir
__________amares ensordecí.
Abducido halo
que adujo mi ser
diluyendo mis pesadillas
en dulces de gelatina.

La espina,
penetrando tu carne
como ardiente clavo engarzado
como afilada espada cortante
como gota que suspendida
desde el frenesí de un delirio,
deposita su último pétalo
reflejando su fin.

Sentiré de mis poros,
__________sentir de mi piel.
¡Te robaré!
__________de tus pupilas,
esa imagen cristalina
traslúcida y humedecida
que exuda esa gasa líquida
que convierta tu cuerpo
en sabrosa resina
de árbol de encina;
__________para cuando,
envenenada mi vida
convertida en jauría
y en furia felina,
desgarre tu piel
arrebatando tu espíritu,
y alcanzar sin piedad
la sangre que mana
allende tu cáliz,
__________aún palpitante,
que yo beberé
en la vaguedad del placer 
de no perecer.
_____3/5/05
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CLAVELITOS ROJOS

Veremos trenzado el mundo
por una red imbricada de planos,
pizarras azules para techos lunares.
Rojas las tejas mudéjar; así que a así,
cada cabo fundido ante sí.

Que sí que sí, que yo lo vi:
tiento sincero y honesto,
la flor que luce en cada balcón
lucirá sin prejuicios por su color,
brotando almíbar a cada rincón.

Ea, ea, avanza sin timidez,
me susurró una golondrina
que se posó sobre mi balcón:
ea, ea, avanza sin temor,
sueño que se despertó.

Despierto en mi sueño; alucino.
Camino ciego y perdido; sorprendido.
Quién hace del camino sendero, pregunto:
un niño pequeño responde
tan ligero como la espuma,
haz tierno de espigas.

Toda la maldad que mata,
toda la rabia que asesina,
toda la ira que destruye,
tanta sangre vertida;
de todo se olvida este niño
recién nacido.

¡Caramba!, digo yo:
crucemos el puente tendido,
atravesemos el túnel del tiempo,
concluyamos este huerto florido
a la virgen del rosal mimando;
desde su fuste al arquitrabe
arribando al entablamento
que pinta sobre su rostro:
mágico ciclamen fecundo.

Que los clavelitos rojos:
¡oh!, sí Señor,
esos, ya los clavo yo.
_____20/7/05

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EL ENCRUCIJADO

Soy el Encrucijado,
vivo al borde de un acantilado
entre el muro y al abismo.
Siempre a cada lado atento,
suspirando, desde luego,
porque todo sea lo bello.

Sigo siendo el estilita
que se oculta en la cueva
acompañado de su signo:
Advenida Línea de una Cruz;
«Quebrantada la nariz
por un golpe advenedizo
de un diablo clandestino»

A caballito de mi mulo hojalatero
voy trotando hasta mi olvido,
de donde extraigo mi sustento,
de cada día, en ambrosía. 

Al hermano nunca niego
un vasito de agua limpia,
si tiene sed o si está afligido,
siempre tengo de mi mano
un lagar montepío. 

«En mi lancha, azul y blanca,
a la lamprea voy pescando y si ella pica,
apresarla me conmueve»

Poco o mucho está de menos,
mas echar un vuelo es importante
que me lleve sin moverme,
si es posible y sin equipaje,
hasta los confines de la frontera
del salvaje y abrupto ente.

Allí me siento en mi salsa,
combatiendo al indomable
depredador de lo absoluto
con mi arte del martillo.
Golpeando contra el yunque
voy forjando al rojo vivo
a este loco desatino:
Al sí-mismo.
_____15/6/05
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Los griegos, descubrieron en las olas del mar, las ondas que llamadas griegas, decorarían sus templos sin techos en las naos: hipetro. 

EL TECHO HIPETRO

He surcado el techo hipetro  sostenido por el folio blanco del papel.
Mis muñecas atadas, se retorcían como los tentáculos de las hidras.
Fina y grácil arboladura de ondeantes velámenes al viento reinante;
unas sencillas o festoneadas, las ligadas floroneadas  se desdoblaban. 

Igual que mis dedos cuando aman tu piel,
los laureles los laúdes y sus perfumes
eran sanguinas de rojo pastel, coloreadas;
festival ardiente de música pastoral. 

Recorría su cuerpo de dobles sarmientos,
lapidario repleto de un tesoro de piedras preciosas
cubierto de senos tostados y siena esponjosa.
Las desligadas se ligaban si las ibas doblando.

Soltaban aromas de dulces pistachos,
saltando a la comba encorvaban sus ondas
jugando como niños que descubren sus vidas. 
Eses tendidas que ornamentaban las orlas.

La aurora en sus ojos era la rosa en tu pecho
que se torna crisálida para alcanzar la mariposa,
arabescos que dibujaban infinitos destellos. 
Las ondas imitaban las olas del mar.

El dolor se rompía contra el perfil de la costa
salpicando mi vida con espuma de sueños ,
decorando mi rostro de frágiles rosetones.
Floreados  capullos de un jardín de primavera.

Recurrentes recuerdos que recorrían mi rostro,
las durezas durmientes de mi duro esqueleto
se disolvían como prosa en lírica poesía. 
Realismo mágico extendiendo sus reliquias. 

Sintiendo silenciosos y silbantes sifones,
simétricas siluetas de sílfides sardónicas,
de súbito, el sumo en un sinfín se fundía.
Escondí las reliquias en un cofre de oro.

El pétreo mundo ante mí se desplomaba,
mis manos emancipadas, abrazaban su alborada.
Las velas de mi balcón, se descolgaban desde la ventana.
Mi techo sería: un deslumbrante amanecer cuan madrugada…
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ESTACIÓN ALFA PRIMERA HORA

Al alba azul y blanca
Hojaldre de cuatro hojas
Infancia azul
Verde juventud y cálida madurez

Navegando sola
una alforja de cuatro hojas
Un nombre
Una pena
Un pensamiento y un deseo que olvidé

Remolinos de oscuridad a proa
¡Asómbrate de tu sombra!
Soplo de color que dibuja suspiros
con ayes de dolor

Al alba un rocío con lágrimas de cristal
Rostros de dolor amasados con pasión
Ilusiones que el tiempo licuó por
transpiración a presión

Buscándote entre nubes de forma y color
no te encuentro
¿En donde estás que no te veo?

Náufrago en la nada
a buscar puerto en cada nudo
Una ida una vuelta a cada mar inmenso
deshojado y desecado latón oxidado sin saliva
Atormentada paloma enjaulada

Aurora rosa se divisa a lo lejos
con mano que se esconde
En la palma de sus dedos un suspiro
un aliento hacia plácida envoltura
de textura transparente de finas curvas
que dibuja esa espuma blanca y pura que es la vida
Un Don Divino Don Leonardo de mi vida

Cristal de pureza transparente
que te inunda con felicidad fecunda
Tan hermosa tan llorona compañía
Mimosa la cautiva ¿rosa o mariposa?

Caracola que da vueltas y más vueltas
al dar la vuelta en una ola
¡Hola hermosa!
Estoy de vuelta tras la estela
hacia un palacio que es de fresas
Aquí me quedo con tu concha
de una aurora tan caliente nebulosa
rosa alma de soledad libertadora
Estación Alfa primera hora
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HERIDA DE MUERTE

Caminante sin verso
En pocas paradas te detienes
camino del universo.
Entre castaños silentes,
locos cojitrancos,
cosechan las serpientes.
Ensordecedores gritos,
afilados sus dientes,
se agazapan estridentes.
Aceros incandescentes
Retumbando al clamor,
rechinan en los dientes.
Presionan sobre mi amor,
Palideciendo de frenesí
por sentir tanto temor.
De su frío metal bebí
Fresco como el espacio estelar,
camafeo de rubí.
Ruidosos como un telar
aquellos que chiflan
el motor cuadrangular.
Su envoltura de celofán,
transparente gelatina, 
aromatizaba de azafrán.
Rasgando mi cortina,
roja carne purpurada:
fortaleza de la encina.
Como fue tierra arada,
mágicas charadas
cegaban mi mirada.
Nubes de formas sólidas,
vientos soplando desde el este
aventaban las horas olvidadas.
Un corazón palpitante:
Cuaderna quebrándose 
herida de muerte,
va deslizándose.

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LA PARED (poema en prosa)

La pared, porque es de la pared de lo que se trata, no ha sido bien analizada desde un principio por aquel primer caminante que deteniendo sus pasos, sembró la vega.
La sorpresa fue fundamental, siendo cómo fue deslumbrado, al amanecer, por un destello que emanaba desde su papel.
Al hablar, confundió el sentido con la dirección del sonido que brotaba, asonante o discordante y con signos de estandarte, para que su oyente comprendiese su ardor palpitante.

El eco lo confundió, lo llevó al error y con el hierro que forjaba sus hazañas, fraguó su corazón.
Llevado por el afán de conquista acusó el abominable impacto que trastornó sus sentidos, convirtiéndolos en el escenario de sus agresivas transgresiones.
Tanto como significó aquel hecho, de indudable trascendencia para su vivencia, tanto fue también, el origen de su contradicción y la causa inmanente que lo confundió.

Y se perdió.
Desorientado por los ecos, que creía proceder del interior de la cúpula de pedernal, pensó que todo se encontraba situado en el interior de aquel armazón.
Buscó, seducido por su espíritu indagador, la localización objetiva de los principios axiológicos que justificasen su posición.

Y no los encontró.
Porque allí sólo había estructuras ensambladas que lo protegían de aquello, que a su vez, y tras una escafandra, lo mantenía vivo de la hostilidad en torno a él.
No podía ser y fue tal la desilusión que perdió el sentido de la orientación. Pensó: como nadie me ve y soy libre de hacer, haré lo que para mi bien me pueda parecer.

No comprendió los signos ni el lenguaje especular del panadero que fabricaba tanto pan.
Se limitó a devorar todo lo que bien dispuesto y representado sobre el bodegón, consideraba como el resultado de una naturaleza muerta de hierática interpretación.
Y se lo quiso devorar sin contemplación.

Que no que no, que el panadero es el horno y el pan que se horneó.
Que el corazón que hay en tu interior es solo un reloj, y si de verdad lo quieres descubrir, búscalo en el exterior, pues allá encontrarás su razón.
Cuando busques el alma, no la busques tras tu caparazón; la hallarás surcando los aires que sollozan de los vientos que surcan los nimbos que contemplas desde tu balcón.

Sin sentido: la pasión es vacua, vago el amor, esclava la libertad.
Con el primer suspiro, la botella se llena de su esencia; con el último suspiro se devuelve su pertenencia.
Si la nada fuese ausencia, para qué convertir su presencia en materia de respuesta.

Y la pared, arrebatada por su calidez, respondió:
«Construiré un jardín cuyo sentido glorifique al panadero; llevaré agua por canales que extendiéndose a lo largo del desierto lo conviertan en un vergel; trazaré delicadas filigranas que llegarán hasta los estremecidos pies de los más desfavorecidos.
Mi tierra será: una fecunda vega, en la que te sentirás como radiante estrella.»

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LA PUERTA (poema en prosa)

La puerta, porque es la puerta la que está rechinando, necesita aceite para suavizar tanto roce como causa ese estado quejumbroso en sus bisagras.
Abrir o cerrar resulta también, extremadamente difícil, debido al estado defectuoso del dintel como de las jambas sobre las que se apoya, y adonde la puerta suele ir a encajar.
Corregir este mal planteamiento diartrósico, es posible, tomando como principio único el estudio simultáneo de las partes individuales que, finalmente formarán un todo homogéneo.

Acostumbrados como ya estamos, a cerrar o abrir tantas puertas como nos rodean, nos hemos olvidado de cuál es el sentido último y el uso de este gran descubrimiento.
Encerrarnos, es una de tantas; guardarnos, es otra de ellas; e igual que encontrarnos o perdernos, la puerta siempre ayuda a protegerse, tanto, de la rahez como de nuestra estupidez.
A través de una puerta la intimidad se vuelve placidez, los conflictos se mantienen ocultos de las miradas con aires de malsindad, y los locos podrán vivir sus calenturas sin falsedad.

Qué cabal es la puerta que te permite descansar; cuán prodigiosa es aquella otra puerta que te permite retozar y qué misteriosa aquella que finalmente te abrirán: ¿No es verdad?
Verdaderamente vivimos en un portal, rodeados de puertas que se abren al impulso de nuestro afán, y cada una de ellas esconde una sorpresa que te arrebatará.
Cada puerta es de un color y en función de tu predilección, la ruleta de color irá dibujando un circulo cromático de dimensiones inconmensurables, por las que te podrás escapar.

Las hay de todas las claves posibles: claves altas para los jazmines, claves intermedias para los clavelitos, y, especialmente para las amapolas o los jacintos, disponemos de claves bajas.
Todas tienen una gran ventaja y es que, de todas ellas tanto se puede entrar como, si así lo deseas, volver a salir; estas son todas ellas, de ida más vuelta.
Procura no escoger, eso sí, la que contiene el poder del comienzo o del fin, pues es la única puerta que tiene dueño y la vigila un cancerbero; tiene llave especial y está debajo del mar.

Ponerles nombres, se puede, pero no es aconsejable, pues el que suele escribir en su dintel:
– ¡Aquí no entra nadie!
Acaba por no poder librarse de ella.

Hay puertas muy graciosas y sobre todo, para mí, los párpados que se tornan y retornan en un ditirambo sin fin, son de las más admiradas por su mágica ilustración.
Las aditivas y las sustractivas son igualmente puertas de inusitado resplandor, y aquellas otras que se abren al atravesar la solapa del escritor.
Curiosas como extrañas son aquellas que evacuan, cuando ceden el paso a la sobrecargada alma envenenada.

Muchas son aún, las que faltan por descubrir: las dimensionales, por ejemplo, forman parte del espectro que siempre está rondando a las espaldas de tu pecho.
Ciñéndose a tus cabellos, cuando quiere, una corona de sopor va hipnotizando tus recuerdos al son de un sueño que se convierte en tu dueño; es la puerta sin tirador.
Inexplicables son algunas puertas que se abren desde su interior y que nunca llegas a comprender quién las empujó hasta tu rincón, para descubrir un espejo reflejando tu estupor.

Vivimos rodeados y entre puertas. Las puertas dan lugar a espacios que son activados o llenados por elementos diversos; áreas de ocupación.
El nominativo personal es la puerta que más nos determina y posiblemente la que más constriñe nuestra experiencia vital.
Mas no permitas que se convierta en una celda o en una cárcel, pues, perderías el mayor tesoro que uno posee y que sólo se puede abrir en una ocasión y por un breve lapso de tiempo:

La puerta del ser.
La puerta del estar.
La puerta de la libertad.

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MI VIDA SERÁ TUYA

Me salí un día de los cauces,
abría el león sus fauces.
Oí en el campo una llamada,
entonces hice del verso una oración alada.
No había caudal que me frenase,
temía que mi corazón se ahogase.
La esfera en que se envolvía mi vida
se tornaba furia desatada en estampida.
Qué será de la espina, clavada, enquistada,
locura y desatada caída desesperada.
Palidecía, llevado por un fatal frenesí;
repentinamente un candil se prendió por sí.
La luz reverberaba en mis párpados cegados
como luciérnagas caídas desde profundos pozos.
Quién balancearía, ligera, grácil y serena,
aquella candela con la agilidad de una sirena.
En Galicia, las praderas de intenso verdoso,
las pinta un druida que brinca sobre la piel de un oso.
Desde Asturias, montañas que contemplan España,
las trazaba un vaquero a golpes de castaña.
Hacia Castilla, la tierra se allanaba, 
en su interior una urna de pasión afloraba.
A Burdeos me fui en busca de un delfín,
descubrí un bosque perfumado sin fin.
Aquella avalancha de lluvia de estrellas
habían convertido mi vida en licor de grosellas.
Ahora, todo, me resulta de un sabor agridulce,
tanto, que ya no importa la puerta que cruce.
Mi hogar se ha vuelto un universo entero
por el que navego convertido en marinero.
Buque de anhelo y de ocaso incierto; aquí te espero,
cancerbero, sabiendo que todo está ya muerto.
Que no hay nada que perdure eternamente,
y que la mar engaña con marejadas en mente.
Las olas se van rompiendo contra mi proa,
destrozándose como frágil canoa.
La tempestad se va apaciguando
colmando al infortunado.
Cantándole a la grulla:
mi vida será tuya.

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NOCHES DE NEGRO MARFIL

Oculto sustento del universo
con tragaluz en el techo
Noches de negro marfil
al hilo del camino
Contra un río que no tiene sentido

Quisiera soñar contigo
pero no te distingo
entre tanto negro marfil
Sin término
Sin fin
¿Qué es lo verdadero?
Negro destello
O tablero de ajedrez
señuelo de pez

Te veo al despertar
clara y transparente
Y pienso
Siento
Creo
Esto tiene que ser un sueño
en blanco y negro
reflejo de un destello
que deslumbra a este ciego
sonámbulo despierto
sin recuerdos

Cuando pienso al despertar
viéndote vagar
¿Será todo un sueño?
Puesto que al dormir
no te tengo
y al despertar te pierdo

Te vas con el tiempo
en cada movimiento
como copo de nieve
que el viento se lleva
Sin poder detenerlo
Primero vienes
después te vas
Pero nunca te detienes
para saber de ti

¡Dios¡
si fuese así
al menos seria feliz
en esta noche 
de escama abierta
Carbón de huesos
Negro Marfil

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TINIEBLA

La bebí entre mí,
disfrutando de su frenesí
tras su copiosa vid
envuelto en sus sarmientos,
para mis adentros.

Sus zarcillos me envolvían,
entre el cielo y la tierra
hacia un huerto suyo
de voluptuosas orquídeas,
contra mi lascivia.

Bajo su manto esmeralda,
cabían un sinfín de universos pequeños
zumbando deslumbrantes destellos
al son de ecos sempiternos,
sin límites de tiempo.

Hasta donde alcancé,
allende su estigma espiritado
todo eran oscuras tinieblas
espiritualizadas,
bajo su cama.

Durante mi breve estancia,
ante el umbral de su alto dosel
sobre un suelo de pétalos de clavel
con canales efluvios de agua miel,
me desmayé para mi bien.

Ahora a destiempo,
me devora la impaciencia
según sea la amanecida alborada
desde aquel vago encuentro,
de su niebla enamorada.
_____21/6/05

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VINAGRE DE VINO

Rozándose borde y abismo,
salido cauce orbital,
¡viento!
suave muy apacible,
halo de peregrino
gratina aura matutina.

Haciéndose
mosto añojo,
nevada
madre blanquecina;
vinagre de vino, vinagre de  manzana,
sanando
graves heridas.

Uva yéndose a la cuba
fermentada:
vino oxigenado, vinagre de vino.
Agrio presagio constreñido
fuerza su destino.

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VIRGEN CENICIENTA

Niquelada su carnación a fuego,
soplé sobre su rostro, haz de estrellas,
un estarcido de besos. 

Sus labios rotos, grietas echadas 
sedientas de amor, me engullían.

Rayé el cristal de sus ojos, odiosos,
tratando de alcanzar su fondo, brea,
irresistible manjar de mama.

Sus pestañas dañaban mis sentidos 
como bosques carbonizados.

Ahogándome en sus ríos, rabiosos,
mis pulmones clamando socorros, sordos,
se debatían encharcados y furiosos.

Aquello era espuma venenosa
sobre virgen cenicienta.

Mi cuerpo obedecía, doblegado,
como esclavo sin alma sin espíritu,
a un desconocido recién aparecido.

Grito que grito y aquel impostor,
mofándose de mí, reía que reía.

Perdida, me decía,
perdiéndome sin remedio,
mi alma, propiedad sin dueño, 
de cabeza al infierno.

Torbellino surgido de un invierno:
gélido, poseía mi alma sin dueño
con el mayor de los desprecios.

Y todo porque nada,
saliendo a nuestro encuentro,
silenciaba la raíz, y el tallo 
enderezaba.
_____1/7/05

 
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  • Otras muestras de la obra de Agustín García-Espina Martínez:
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    Página puesta al día por_José Antonio Giménez Micó_el 1 de junio de 2023
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