DUODÉCIMA EXPOSICIÓN MURAL Y VIRTUAL DE POESÍA Y ARTE

EN HOMENAJE A MARTA ZABALETA
_
Congreso de la ACH
1-3 de junio de 2016
 
  
Ricardo Camarena Castellanos (México-Canadá)
No soy escritora hispanocanadiense

Lo siento, y lo siento: no soy escritora hispanocanadiense

Pertenezco al bando contrario, pero no enemigo.

Al bando de los llegados que nunca terminan de llegar

Al del peregrino mental atrapado entre culturas:

Al del aculturado, entrampado por el peregrinaje mental.

 

Sí soy de aquí, y soy de allá, y que me perdone Alberto Cortez

Porque lo cortés no quita lo inmigrante.

Porque lo mismo disfruto una buena enchilada que un buen poutin

La pupusa que el beacon/ las empanadas que las burgers.

No siento, y lo siento, nostalgia por lo que dejé.

 

Sin embargo,

dejé la nostalgia sin desempacar en la prisa de la huida.

Pero no sabía que ya la portaba como virus en la sangre,

Como sombra tras los cuerpos, como conjuro ante el peligro.

Ahora ella aparece en cada rincón de mi tranquilidad:

fantasma que ronda mi mundo de reinvención en Canadá.

Busco obseso los sabores del origen, pero vienen enlatados.

Busco los paisajes que se añoran, pero ya están googleados.

Busco lejos para no encontrar aquí lo que no he buscado:

Origen, paisajes, una nueva vida, un espacio que espera

que lo habite y no lo evite

que lo viva y que se avive

sin los rezongos monorrimos de que todo tiempo pasado, fue mejor.

Y entonces en sinfonía de sentidos

las llanuras centrales, los aromas del Este marítimo,

El sol y el mar subrayados de azul de la costa Oeste

Y los verdes que me quieren verde Ontario

y no amarillo Manitoba, sorry

Me reclaman los ojos, me exigen las palabras

Para nombrarlos como si existieran por primera vez

Para escribirlos en la blancura de las hojas vueltas nieve

Que se apresuran a esconder a copos

el óxido del otoño canadiense.

Me piden llorar para colmar de agua salada sus dulces Grandes Lagos,

para reír de nuevo sin tallar nunca más las viejas cicatrices,

Para no vociferar por las injusticias de siempre

tan lejanas, tan eternas, tan ajenas.

Ya no me piden, ni por turismo, odas a Macchu Picchu,

a la grandeza teotihuacana, hablar en tertulia

de lo sabrosón de la salsa y la bachata,

de lo escandaloso del mariachi con piñatas al calor del tequila reposado,

ni probar las arepas que al areíto han traído los amigos colombianos.

Canadá me pide la voz hispana para nombrarla,

para tambalearme, apanicado en el puente Capilano,

Para aventar bolas de nieve a los racoons en la cima de Mont-Royal,

Para viajar sin ir a Europa por Old Montréal,

Para tratar de defender la francofonía

con los cañones viejos de la Citadel de Québec City,

o la anglofonía con los también viejos cañones de Fort York en Toronto,

o inclusive hacer rugir de nuevo, para defender ambas,

los tanques viejos decorativos de algún rincón de Oshawa o de Gatineau.

Canadá me pide andarlo

para estar en New York -sin manejar hasta allá- en el Eaton Center de Toronto,

para saber que a North Dakota y a Saskatchewan solo los divide

una pequeña caseta migratoria

porque no hay ni vallas para saberlo,

porque vaya usted a saberlo...

Canadá me pide hablarlo, cantarlo y hasta quejarme de él

para finalmente evitar mi permanente vicio

de vivirlo sin habitarlo, trepado en los sueños del regreso adonde,

Como canta Soda Stereo, “nadie me vio salir/nadie me espera”:

A la Latinoamérica que es toda, como canta Jaime López,

"la misma tierra que destierra a sus hijos y se vive entre extraños...".

 Lo siento, y lo resiento: No soy escritora hispanocanadiense.

Mi hibridez no es tan andrógina y envidiable.

Pero en verdad

Sé de algún modo lo que sufre la mujer inmigrante

en un país de dos lenguas incompatibles con la suya

y con las otras cien más que pueblan el barullo.

Sé por testimonio lo que es parir

nuevas ciudadanas de nuevas ciudadanas no del todo:

Sé lo inexorable de envejecer con la lengua nativa,

con las tradiciones relegadas a las fiestas escolares.

Sé de la sed de vivir en medio de bifurcados

en cultura y en gobierno

como los republicanos quebecois bajo las leyes de la Corona.

O como los angloparlantes en la République du Québec.

No soy escritora hispanocanadiense

y ya no lo siento, y ya no lo asiento:

Pero en medio de las dimensiones inmensas

 de esta tierra bicultural, bipartita, casi bipolar

ahora, de pie en la avenida fronteriza

que vuelve interprovincial esta ciudad

se me ocurre parafrasear, convencido,

echando mano del conocido refrán:

"Las otras mil culturas todas caben, sabiéndolas acomodar".



 
  
 
 

Copyright © 2016  Ricardo Camarena CastellanosTodos los derechos reservados
Diseño web - Copyright © 2005-2016  Asociación Canadiense de Hispanistas.  Todos los derechos reservados
Página puesta al día por  José Antonio Giménez Micó   el 1 de junio de 2016
 
 
  
Los derechos de los trabajos publicados en este sitio corresponden a sus respectivos autores y son publicados aquí con su consentimiento. A su vez, estos trabajos reflejan, única y exclusivamente,  las opiniones de sus autores
Se prohíbe la reproducción múltiple sin previa autorización