XVII EXPOSICIÓN VIRTUAL DE POESÍA Y ARTE

EN HOMENAJE A NORA STREJILEVICH

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http://norastrejilevich.com

Congreso de la ACH

2022
 
 
  

Patricia Morales Tijerino (El Salvador-Canadá)
24 de marzo

                                                                                      Para Nora Strejilevich

Ella tiene su 24 de marzo

Yo también tengo el mío
Ambas fechas hermanadas
por el arte de no olvidar

El de ella evoca un golpe
ausencias abruptas
violentas
desgarradoras
de jóvenes sonrientes
que nos miran
desde pálidas fotografías
parejas forjando futuros propios
y colectivos
sus embarazos truncados
expropiados
apropiados
abuelas que no pudieron
cargar a sus nietos recién nacidos

 

Mi 24 de marzo evoca
un lunes sangriento
la noticia de un arzobispo asesinado
mis 17 años fragmentándose
en pedacitos


Tan solo dos días antes
había estrechado su mano
a un lado de la misma capilla
donde el francotirador apuntó certero
para silenciar la voz incómoda
que cada domingo
nombraba uno a uno, una a una,
desaparecidos
asesinados
perseguidos

la voz de los sin voz

cuyo nombre se ha convertido
en nombre
de los sin nombre

 

24 de marzo
declarado un 21 de diciembre
solsticio del verano austral

el día donde entra más luz
al Cono Sur
como el Día Internacional
del Derecho a la Verdad y la Dignidad
de las Víctimas de Violaciones Graves
a los Derechos Humanos
Así,
con mayúsculas
la Verdad
la Dignidad


El 24 de marzo de Nora
el 24 de la Memoria
el 24 de los 30 mil que no olvidamos
el 24 de Gerardo
que desde que la conocí a ella
se volvió mío también

Y mi 24 de marzo
del salvadoreño más universal
Óscar Arnulfo Romero
proclamado santo por una Iglesia
que en su tiempo le dio la espalda
y que las irónicas vueltas

que da la vida
ahora le ha otorgado pase libre en los altares
por intercesión de un argentino
...
Su 24 de marzo y el mío
andan de la mano
el derecho a la Memoria, la Verdad, la Dignidad
se trenzan en nuestras andanzas
en nuestras propias travesías
por otros mapas
bajo otros cielos
en nuestros encuentros con abuelas
con hijos, hijas y nietos
que se sienten acompañados
vistos
esperanzados
fortalecidos
cuando la poesía nos alimenta
cuando la palabra nos acaricia
cuando nuestras voces
se suman
al extraordinario coro

                                   del arte de no olvidar
 



Querida Nora:
La primera vez que fui a El Mozote fue durante tu visita a El Salvador, si mal no recuerdo, en enero de 2004. Guardo un cuenco de barro negro que compramos como recuerdo del viaje, uno para vos, uno para mí y uno para Marta, mi amiga que nos llevó.
En aquel momento para mí era un regalo que se juntaran dos amigas muy queridas con historias de alguna forma entrelazadas. Al hermano menor de nuestra conductora, Marta, Nelson, lo capturaron y desaparecieron, en 1981 en El Salvador. A tu hermano se lo llevaron unos años antes, en Argentina.
Recuerdo que antes del viaje me hablaste de tu amiga argentina que ayudó con el proyecto de los mosaicos en el jardín en memoria de los niños, Patricia Bernardi. Lo que se sabe ahora de El Mozote fue gracias al apoyo de un equipo de antropólogos forenses argentinos y entiendo que fue así como se conectó tu amiga a El Salvador (porque era la hermana artista de uno de ellos): además de desenterrar los huesos que silenciosamente gritan lo sucedido había que desenterrar sus nombres del olvido. Así fue como se identificaron los de los niños para colocarlos amorosamente en medio de un mural de mosaicos que ella ayudó a construir, orientando a la comunidad para crear la obra. Es un jardín pequeño, sembrado de rosales y otras flores, desde donde se leen nombres y edades de los niños y niñas masacrados por el ejército salvadoreño en diciembre de 1981. Algunos de ellos eran bebés de meses.
Otro dato que recuerdo es que había una mujer en una tienda de recuerdos y artesanías (donde compramos los cuencos de barro, por cierto) y ella nos dio la información sobre lo sucedido en El Mozote. La imagen que evoco ahora me lleva a cómo me sentí yo escuchándola, con sentimientos mezclados de dolor por lo sucedido, de esperanza en que los esfuerzos contra el olvido sirvan para sanar heridas, pero también pensando que a veces la historia de eventos trágicos es como un cuento para turistas de una época o un lugar que no conocen.

En ese viaje me contaste del proyecto de las baldosas. De las iniciativas de memoria desde los barrios y las comunidades. Me contaste que se estaba preparando una baldosa en memoria de tu hermano, Gerardo. Y me contaste que esto se hacía para que las calles, las paradas de buses, las aceras, los edificios (recuerdo que mencionaste el Banco Nación), las escuelas, y las esquinas que callaron entonces, se pusieran a gritar los nombres de sus desaparecidos desde calles, esculturas, murales, conciertos y proyectos de creatividad colectiva como el de los chupetes de tu amiga en Suecia, en el cual me animé a participar y "adopté" un chupete con un nombre de un desaparecido argentino. Ella mandaba por correo a cualquier lugar del mundo un chupete con un nombre. Cuando llegó mi paquetito desde Suecia, cuál no sería mi sorpresa al ver que el chupete que me fue asignado tenía el nombre "Gerardo".

Y así empecé a llevar simbólicamente mi chupete al monumento a la Memoria y la Verdad y a la cripta de Monseñor Romero en San Salvador, donde suelen congregarse las madres y familiares de desaparecidos y asesinados. En mi corazón llevaba tu historia y con ella, la de Argentina tomando de la mano a la nuestra. A la vuelta de los años, ya en 2011, tu historia de las baldosas, y en particular, la de tu hermano, me inspiró para producir, junto con mi amiga Patricia Silva, un recital poético musical llamado "Esos nombres que no olvidamos".  Son 10 relatos que rescatan más de 50 nombres, entre ellos los de una chilena colaboradora del movimiento revolucionario salvadoreño que fue desaparecida en Guatemala. Íride del Carmen Marazo de Burgos, estaba embarazada de 8 meses cuando se la llevaron.

Comencé hablando de nuestra visita a El Mozote y ahora ya estoy hablándote de Chile y de Guatemala. Así es la historia en América Latina. Lo que sucedió en un lado está conectado con el dolor del otro. Y así mismo está conectada la memoria, el arte de no olvidar...
 

 
  
 
  
 
 

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