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NATALIO OHANNA
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Poesía
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Menorragia.
Menorragia

Invertir el cuerpo inerte
             hiede a encierro.

Olvida el veinticinco apisonado 
si los capullos frescos no traen semilla.

Qué guacho, dirás.

Al ver las alas de murciélago azotar
tu más recóndita guarida,
sabrás que habré pasado a saludarte,
a preguntarte qué tal
merma la malicia hecha añicos, partes
que gusanean.

Lo siento, amor.
Nunca me enviaste un e-mail.

*   *   *

Si te he visto no me acuerdo,
tampoco,
de la primicia insulsa del hipo de noche
que se hizo día ocho
veces
casi.

Respiro en calma al saberme lejos. 
Que no me veas, respiro.
No respiro.
Me la banco y luego vuelvo a suplicar:

¡Ahora!
¡Que no se enhieste todavía!
¡Que no me emerja de la fiebre aún!
¡Que no me mate!

Pero ahí vas, 
templando lanzas que debieron ya enhebrar.
Tornasol de los bajos fondos.

                   ASFIXIA

Y un pinchazo apenas
por cada una de nuestras culpas.
 

*   *   *

Cuarenta grados a la sombra.
Toda la ventana abierta y la cortina ondula.
Ni un poco.

Se asienta el estancamiento.

De Fondo (inédito)


Hacen rin, hacen ran,
los maderos de San Juan.

          Ni hueso...

Hacen rin, hacen ran,
los maderos de San Juan.

          Ni hueso...

Ni coprolito de Abrahán que,
varado entre la huida anular,
entre                          ESTO
y la más exacta captación de friegue o frío,
huela todavía a tiempo.

¡Cuánto falta!, se dice
y sigue caminando en dirección a la aguja
con la que aguija el himen.

Ni hueso...
Y sigue escopleando en remolino, hacia el fondo,
el aro del que supura una flor.

Amada mía,
¿Deseábamos tanto el queso?
O es sólo que me encantaría husmear en el bollo
de Papel del que aún pendo.

Hacen.
Parece como si hicieran.

*   *   *

Y hasta la alcándara,
por cuya curva no quiebra
mi línea sobre tu agua,
mi vehemencia,
resiste aún más su vómito
de pegamento
de vida de ave
de cetrería.

¡Ay qué lindo palomino!,
               diría,
al ver las dunas en calzonarios desde el binocular.

¡Ay qué buena moronchita!
             lloraría,
si sus quevedos dramatizaran,
si congraciasen, apenas,
con la querida oblonga.

Aunque es de noche y sabes, nictálope.
Siempre habrá algo de patético.
 

¿Hacen?
No. Parece, pero sólo ruedan, una y otra vez,
y otra vez.

Y otra vez, mientras la gota nos deje,
ahí, como queriendo tocar la lata,
mientras un frío nos seque en secreción,
habremos ya masticado el bizcocho.
 

*   *   *

Esta vergüenza de salir corriendo
con los huevos en la mano,
a medianoche,
para que allí también nos poltronice bajo
la sábana, quizá más limpia,
la misma conmoción de cururo.

Royendo ahí,
en la apertura de las tormentas,
parece lindo,
pero bien que duele, mamá,
bien que después queda tan rojo.

Sí, ya voy, le digo: sólo un poquito más.
Y vuelvo a gatear hacia fuera con una huella de alga.

¿Me dejas?
No, qué va. Si ya enciende los faroles,
si ya tropieza o cruza y cae o se enamora del milico:
¡Alcen la barrera para que pase y dé la vuelta!

Sh...
Seis, dos, ocho...

*   *   *

Simulacro de Dos...
de hacer como si rin, como si ran,
aunque no quedase ni la puntita yayay.

Ni hueso

De Rondas (inédito)


Renuncia parcial.
Dejar si puedes, 
mientras clorhidrata,
dejar que hunda y siga o curve:

               Ahora
como si aquel día, tantísimos años ha,
yo tal vez.
Pero sin querer... créeme.

Declaro por lo que más me valga que nunca lo habría hecho
de saber, que ignoraría también la verdad.

Tan sólo esta duda que no se mueva, mamá,
que no me mueva la noche.

*   *   *

Por eso lo hago, por eso quiero matarlo en el agua sucia con el espejo ayayay, y puedo verme la cara mientras lo hago en este pedazo de espejo que empujo, con los dedos al fondo lo empujo, los dejo pero no me corto, los dedos no me los corto con el espejo, así, ayayay qué lindo, y digo qué lindo ayayay que se vaya poniendo turbia, tan roja que parece tinta, que lo empujo, que me pinto con esta tinta la cara para ser otra, pintarrajeada que ni yo me conozco, y lo saco, y lo meto, y lo saco ayayay para verme, quién soy que lo meto, que se muera que soy desgraciada, lo empujo y digo ayayay qué lindo ayayay que lo meto ayayay...
 

*   *   *

Remordimiento falso
de dos
cabe en la más infecta combinación de caldo cartílago.
También la sobra
nos viene colgando al dorso como al cururú.

Quedate conmigo, amor.

De Forma de los charcos (Buenos Aires: La Bohemia, 2006)

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