CLAUDIO
ANDRÉS KUCZER
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Las aventuras amorosas
de Floribal El Maloliente
(cuento)
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Prólogo
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La Mujer
sin Nombre (1997)
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Floribal el
Maloliente se le acercó y ella perdió el control de sus emociones.
�Te daré lo que tú quieras, le dijo, pero antes por favor,
date un baño de por lo menos una hora de duración, inmediatamente�con
ese jabón industrial de color marrón de cuya marca no me
acuerdo antes de que me den nauseas y arruine esta hermosa blusa de seda
roja italiana que acabo de comprar por 79 dólares 95 centavos en
la liquidación de Holt�s.
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Después
de satisfacer a regañadientes el pedido de La Mujer Sin Nombre,
el Maloliente la tomó en sus brazos y besó apasionadamente
sus labios color púrpura, por un largo, largo tiempo�.
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Cuando ella
volvió en sí, en el Scarborough General Hospital, el Dr.
Drummond le dijo: �I am not sure whether you got food poisoning or have
been sprayed by a skunk�. En ese momento, ella se dió cuenta que
el personal del hospital que la rodeaba en la habitación; médicos,
enfermeras y Ondina la limpiadora, tenían puestas máscaras
antigás amarillas. La Mujer sin etc. supo entonces que nunca olvidaría
ese beso��
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Poco tiempo
después la Policía Montada de Canadá, llevando unos
perros blancos y grises entrenados para encontrar cadáveres en los
basurales tóxicos localizó y arrestó al Maloliente,
que fue acusado de �contaminar y oscurecer la pristina atmósfera
de Scarborough�, puesto a bordo de un Boeing 747 plateado, e inmediatamente
deportado a la Colonia del Valle, en el DF en México, a pesar de
que él provenía del barrio de Almagro en Buenos Aires. Así
se terminaron los siete años, doce días y cinco horas de
estadía de Floribal en Canadá, �with a big stink� según
dijo el Toronto Sun.
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Capítulo
I
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El Maloliente
y la mujer de la limpieza (2003)
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El Maloliente
se encontró con su compadre, Ricardo el Resentido en el Samborns
de Insurgentes, que era muy oscuro y donde se citaban únicamente
cuando El Malolí, como lo llamaban sus amigos de la Colonia del
Valle, andaba deprimido y necesitaba un oído amigo; de lo contrario
siempre se reunían en el Denny�s de San Ángel que estaba
pintado de colores claros y brillantes. Ricardo, distraído y poco
observador, aún no se había percatado de esta costumbre de
los últimos cuatro años.
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-�Ondina me
dejó�, dijo el Maloliente, con la voz quebrada. �Pensar que se vino
de Canadá por mí y ahora se fue a limpiar casas a Buenos
Aires para poner distancia entre nosotros�.
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-�Son todas
iguales�- si bien Ricardo era mandado a hacer para dar apoyo moral a sus
amigos y compadres, su repertorio de opiniones era sumamente limitado y
sus consejos eran las más de las veces inútiles.
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-�Al principio
todo lo que yo hacía o decía le encantaba, me decía
que yo olía como la tierra húmeda, o el queso maduro, y que
la forma en que yo tenía mi departamento evocaba el caos del universo
antes de la creación, y que se casaría conmigo y limpiaría
cuantas casas se necesitara para que viviéramos bien y no
nos faltara nada�.
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-�Todas prometen
exactamente lo mismo cuando te quieren enganchar�son todas iguales�.
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-�Todo cambió
con el tiempo: comenzó a exigirme que me bañara al menos
una vez por semana y que me cambiara la ropa interior cuando me bañara.
Se ponía medio molesta además cuando sonaba el teléfono
en casa y no lo podíamos encontrar y hasta me gritó esa vez
que encontró el tacho de basura en la heladera. Para peor,
venía a casa cuando yo no estaba, y limpiaba y ordenaba todo y cuando
yo volvía no podía encontrar nada y no reconocía
el lugar; por eso una vez me pasé una semana durmiendo en un banco
de plaza porque pensé que mi departamento se había
transladado a otra parte o que yo me había olvidado donde vivía�.
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-�Sson toda
ssiguale, sson�, al Resentido le patinaban las eses cuando se enojaba.
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-�Cuando yo
la increpaba duramente por su comportamiento� al Maloliente le salían
a veces frases sacadas de pasquín barato �ella decía que
si bien me amaba como no había amado nunca a ningún hombre,
en el fondo era una verdadera profesional de la limpieza, y mi manera
de ser, aunque bohemia, simpática y encantadora, contradecía
sus instintos más profundos y le desgarraba el alma�.
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-�¡Qué
mujer de la limpieza tan poética!�, dijo Ricardo con admiración.
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-�Es que ella
tenía un doctorado en Literatura Paraguaya del Siglo XVI�
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-�¿Como
qué, Ruy Díaz De Guzmán por ejemplo?�, preguntó
El Resentido, que a veces sorprendía a Floribal con su cultura
literaria.
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-�Sí,
ella a menudo me citaba pasajes de la brillante prosa en los Anales del
descubrimiento, población y conquista de las provincias del Río
de la Plata mientras se indignaba ante la injusticia de que esta
magnífica crónica no haya sido publicada hasta 1835�.
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-�Y a pesar
de su erudición literaria, trabajaba como limpiadora de casas?�
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-�Lo hacía
más que nada por vocación: le gustaba más la limpieza
de casas que la enseñanza de la literatura�y ganaba más y
además no tenía colegas envidiosos que la apuñalarean
por la espalda. La verdá es que la extraño�.
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-�Son todas
iguales. En cuanto te ven encariñado, si no hacés lo que
te mandan, te dejan por algún idiota que no sabe ni como se llama�;
a Ricardo esto le había pasado en cada uno de sus siete romances,
así que no concebía que las relaciones pudiesen ser diferentes
para ningún otro hombre. �Seguro que te pidió que cambiaras
tu manera de ser�.
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El Malolí
se quedó pensando. �No, la verdá es que no, nunca me pidió
que cambiara � ¿crees que eso podría haber ayudado�si yo
hubiera cambiado�? A Ricardo no se le ocurrió ninguna respuesta.
Finalmente para llenar la pausa incómoda le preguntó: �¿La
extrañás mucho?�
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-�Sí,
pero más extraño la Argentina�.
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-�¿Y
al Canadá lo extrañás?� El Malolí no respondió
por varios minutos; cuando Ricardo ya había olvidado la pregunta,
le contestó:
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-�Sí,
pero menos que a Ondina�.
Cuando la mesera
les trajo las enchiladas suizas con chocolate espeso humeante ya habían
cambiado de tema y afuera llovía, como casi todos los días
de julio a esa hora en el Distrito Federal.
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