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Cuadernarios
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Cuadernario
14
(2007)
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Poeta:
Jorge
Etcheverry
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Artista:
Araceli
Otamendi
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Traducción:
Sophie
Lavoie
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Crítica:
Natalia
Crespo
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MUNDOS
Araceli
Otamendi
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ENCUENTRO
(¿POR
QUÉ NO?)
Jorge Etcheverry
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Si pasa que
nos encontramos
por casualidad
por ahí
podemos hablar
contarnos
cosas
aunque sean
tonteras
Ya no me puedo
dar el lujo
de saltarme
estos encuentros banales
que nos pasan
a todos
y que son
como puntos luminosos
en esta especie
de tablero de control
que es esta
ciudad de gente solitaria
Pero que no
controla nada
como un inútil
objeto surrealista
pero sin el
encanto de los sueños
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RENCONTRE
(POURQUOI
PAS?)
Sophie
Lavoie
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S’il s’avère
que nous nous rencontrons
par hasard
par là
nous pouvons
parler
nous raconter
des choses
même
si ce sont des bêtises
Je ne peux
plus m’offrir le luxe
de passer
sur ces rencontres banales
qui nous arrivent
à tous
et qui sont
comme des points lumineux
dans l’espèce
de tableau de bord
qu’est cette
ville de gens solitaires
Mais qui ne
contrôle rien
tel un inutile
objet surréaliste
mais sans
le charme des rêves
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EL ELOGIO
DE LO CASUAL
Natalia
Crespo
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Paul Virilio
no es el único que entendió el control,
el orden y la velocidad
como instrumentos claves del capitalismo
y, contrariamente, el elogio de
lo casual, la exaltación de la pereza,
de lo lento e incontrolable
como formas de resistencia al fanatismo
productivo de las sociedades modernas.
Propongo leer “Encuentro (¿por qué?)”,
del poeta chileno-canadiense
Jorge Etcheverry, con Virilio en la
cabeza, es decir, entendiendo el poema
como una apología de los encuentros
inesperados, como un rescate
estético del valor de lo fortuito. Pero
no sólo de los encuentros
inesperados hablan estos versos: también
de la soledad, de la necesidad
de comunicación, de la ausencia de
control, de la proliferación
de descontrolados.
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Regidos por
una lógica tal vez parecida a la de los
sueños –desplazamiento,
aunque por la ciudad, condensación, de
ambos sujetos en un mismo
punto, quizás también asociación de
deseos– los encuentros
fortuitos en la gran ciudad con amigos a
quienes dejamos de ver, con amantes
pretéritos, o simplemente con conocidos,
suponen, como los sueños,
la irrupción del pasado afectivo. Son un
bache en los mecanismos
de control, un agujero en la utilización
eficiente del tiempo. Toparse
en la calle con un conocido supone un
pequeño orden dentro del caos
circundante que es la ciudad anónima y
gigantesca (el orden implícito
en hacer coincidir dos personas en el
mismo espacio en el mismo instante):
allí reside la luminosidad del
encuentro. De algún modo,
cada encuentro supone un entramado de
ocio, de coincidencia y de soledad.
Y quizás también, estos encuentros
anticipen algo más,
algo que asoma luego del mero contarse
tonteras.
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Desde un punto
de vista estadístico, diría un lector
serio o seriado, la
probabilidad del cruce de trayectorias
en un mismo punto, en un mismo instante,
dentro del inmenso damero urbano, es en
verdad irrisoria. Y lo improbable
tiene en el poema tres formas de
expresarse: “si pasa que” (v.1), “por
casualidad” (v.2), “por ahí”, las tres
frases buscan dar cuenta
de lo impreciso o incontrolable de la
coincidencia. También, como
el lenguaje general del poema, como la
pregunta retórica del título,
y como parte de la literatura de
Etcheverry, el lenguaje es coloquial,
desacartonado, anti-solemne, cercano al
diálogo, a la alusión,
al collage, como si en la selección
misma de palabras ya se estuviera
dando un encuentro insólito.
Temáticamente, el poema se inscribe
en la serie de textos sobre “la urbe y
sus tejes y manejes”, sobre “el
estado de las cosas”, dos temas que, así
definidos por el propio
Etcheverrry en su entrevista
con José Carlos Sánchez-Lara_(1),_son
centrales en la obra de este
poeta.
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Como en aquel
cuento entrañable de Italo Calvino, “La
aventura de un automovilista”,
en “Encuentro” tampoco los amantes son
amantes. No podemos hablar de amantes
en verdad, aunque el deseo sobrevuele el
texto, aunque la mención
de los sueños –si los entendemos como
realización de deseos–
ofrezca una tentadora conexión con el
amor. Lo que sí son
el yo poético y la voz en segunda
persona a quien se refiere es
dos puntos luminosos y lejanos que
posiblemente se choquen, que parecen
al menos desear esta remota posibilidad
del choque, la añoran como
antídoto contra la soledad urbana y el
anonimato que los rodea.
No es que se hable de amor en el poema
de Etcheverry: acaso el encuentro,
a tono con la invitación (“podemos
hablar / contarnos cosas / aunque
sean tonteras”) sea tan intrascendente
como la charla pasajera. Pero sí
se habla –se sugiere– combatir la
soledad, no dejar escapar un contacto
que antes sí podía dejarse escapar. Hay
una necesidad de
comunicación que ahora urge y que antes
podía ser ignorada:
“Ya no me puedo dar el lujo / de
saltarme estos encuentros banales
/ que nos pasan a todos / y que son como
puntos luminosos”. Este cambio
insinuado en el yo, esta nueva necesidad
de contacto es un ingrediente
más de la soledad y de la
desesperación.
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Como el automovilista
en el cuento de Calvino, el texto invita
al lector a una mirada panorámica,
quizás panóptica: podemos ver la ciudad
como “esta especie
de tablero de control” (v.10), podemos
ver lo que el yo poético,
que presumimos a pie, flaneuriando la
urbe, nos insita a ver: “un inútil
objeto surrealista / pero sin el encanto
de los sueños ” (v.13,
14). El objeto surrealista y su sentido
poético se contraponen a
la connotación de tecnología que supone
“el tablero de control”.
La metáfora del tablero de control nos
hace imaginar este espacio
como una gigantesca ciudad
norteamericana, tecnificada,
desarrollada, pretendidamente
eficiente. Como contraste y revancha: el
descontrol, la soledad de la gente,
el sueño surrealista “sin el encanto de
los sueños”. El encanto
del poema reside, como el encanto de los
sueños, en rescatar lo
implanificable, no lo que se pretende
bajo control sino lo incontrolable.
El encuentro casual es a la vez un
elogio de lo impredecible, una conexión
afectiva con el otro y con el pasado del
yo, y un triunfo de lo ocioso
y de lo aparentemente improductivo sobre
las pretensiones del control.
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(1)_Ver
José Carlos Sánchez-Lara._“La
escritura
residual (Entrevista a poeta chileno
Jorge Etcheverry)”,_en_La
Cita Trunca.
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