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Cuadernarios
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Cuadernario
12
(2007)
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Poeta:
María
José Giménez Micó
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Artista:
José
Mañoso Flores
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Traductora:
Alicia
Zavala Galván
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Crítica:
Natalia
Crespo
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CONTRAPUNTO
José
Mañoso Flores
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PENSAMIENTO
ÚNICO
María
José Giménez Micó
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No soy lo
bastante blanca
ni lo bastante
negra
en ninguna
de las tres lenguas que hablo.
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No vengo de
ningún país del Tercer Mundo,
subdesarrollado,
en vías de desarrollo
o emergente.
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Y no me avergüenzo
de la cultura milenaria
que me ha
ayudado a ser quien soy.
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Pero sí
tengo un pensamiento único: el mío
propio,
por el que
lucho todos los días.
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UNIQUE
THINKING
Alicia
Zavala Galván
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I am not white
enough
nor black
enough
in any of
the three languages that I speak.
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I am not from
any third world country
half–developed,
on the way to developing
or emerging.
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I am not ashamed
of the millennium culture
that has helped
me become who I am.
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But I have
a unique manner of thinking, mine alone
for which
I fight everyday.
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El “Pensamiento
único” o la medida de lo justo
Natalia
Crespo
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Lo primero
que salta a la vista cuando leemos
“Pensamiento único” es la cantidad
de negaciones que habitan en este breve
poema. No es casual que sea “no”
la primera palabra del primer verso, ni
tampoco que este adverbio se repita
en los versos cuarto y séptimo, ni
tampoco es casual este “no” que
se haga eco de otras tres expresiones de
negación: “ni” (v.2), “ninguna”
(v.3), “ningún” (v.4). La insistencia de
esta voz poética
en primera persona en dejar sentados
aquellos territorios —raciales,
geopolíticos, culturales— con los cuales
no debemos etiquetarla
es una invitación a esquivar
estereotipos, a sortearlos, a saltar
por fuera de las categorías ya
cristalizadas y definitivas. Es una
invitación a desconfiar de los rótulos
dados y recibidos
de una vez y para siempre: ser “blanca”
o ser “negra”, ser “del primer
mundo” o ser “del tercer mundo”, ser
“desarrollado” o “subdesarrollado”.
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Pero este
empujón hacia el escepticismo de los
rótulos no es el único
impulso del poema. Junto con el rechazo
a las etiquetas de raza, nacionalidad,
cultura —etiquetas que la sociedad nos
adhiere a través de múltiples
estrategias de poder— hay una invitación
a pensar, y a pensar específicamente
en lo único. Como lo declaran con
enfático “sí” los
versos de la última estrofa: “Pero sí
tengo un pensamiento
único: el mío propio” (v. 9) /por el que
lucho todos los
días (v.10)”, la resistencia a las
categorías fijas, la resistencia
a la violencia que implica congelar a
las personas bajo determinadas
denominaciones,
está en el rescate de la unicidad. Cada
ser como ente único,
cada persona como portadora de un
pensamiento que es irremplazable, cada
poeta con una voz diferente,
reconocible, única son las ideas que
flotan en este poema de Giménez Micó. El
pensamiento único,
personal, distinto de todos los otros
existentes, es la característica
distintiva que define al sujeto y lo
diferencia ante los otros. Es
esta ta unicidad pensante aquello por lo
que hay que luchar.
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Ahora bien,
¿cómo es esta lucha?, pues “todos los
días”, como
leemos en el poema. Y la frase “todos
los días” puede leerse como
una medida de tiempo que nombra la
constancia, la duración y la
continuidad, como aquella otra frase con
la que se emparenta semánticamente,
unas líneas más arriba: “Y no me
avergüenzo/ de la cultura
milenaria/ que me ha ayudado a ser quien
soy.” En este sentido, la cultura
milenaria y la lucha se parecen: ambas
requieren de una secuencia o
acumulación,
de una sucesión de días, del mismo modo
que el pensamiento
requiere de una sucesión de ideas y cada
persona, de una sucesión
de pensamientos.
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Sucesión
de negaciones para resistir categorías
impuestas arbitrariamente,
sucesión de días para construir culturas
milenarias y, ante
todo,
para sostener el vivir que, razones
varias, puede pensarse a veces como
una cotidiana lucha. Podemos prescindir,
entonces, de la sucesión
agobiante de etiquetas, de medidas
taxonómicas
(desarrollados/subdesarrollados),
de precisiones raciales (blanca/negra)
porque la medida de lo justo no
sólo es la medida de lo preciso, sino
también la medida de
la justicia. Esta polisemia de lo justo
(la palabra en sus dos acepciones)
parece ser una de las afirmaciones
tácitas, uno de los pensamientos
únicos que se desprenden de estos versos
de María José
Giménez Micó: en la brevedad del poema
se deja dicho lo justo
como precisión, la no necesidad de
alambiques, en la unicidad de
su idea se nos sugiere la justicia de lo
justo, su sentido ético.
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