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Leopoldo de Luis
Te has ido
mansamente, sin alardes,
como quien
cambia un dato en el archivo,
porque así
era tu forma de enfocar la existencia
y nos dejas
aquí, pendientes de tu gesto,
con la esperanza
de volver mañana
para escuchar
tu voz una vez más.
Queríamos
formar en torno tuyo
un corro de
cariño para aplazar tu marcha,
una valla
de brazos protectores,
con ganas
de decir “espera un poco”
porque soplaba
el cierzo de noviembre
y había
más amor en tu presencia
viviendo la
verdad de tus palabras.
Es Navidad,
y hay eco de campanas
que vienen
a alegrar los corazones.
Lo nuestro
es caminar un poco tristes
porque ya
no podemos abrazarte
ni escuchar
tus consejos siempre a punto.
Seguro que
podremos encontrar tu morada
cuando al
fin descubramos esa lluvia de estrellas
que te sigue
incansable por las rutas del verso.