Ana
María Juliá Tolrá_(España)
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Las estaciones
del año
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Nubes de estorninos,
vuelo rápido y recto, alternando con planeos, vienen a dormir en
los árboles desnudos de la ciudad, traen prendido en sus alas el
frío del Norte. Las camelias que guardan en su interior el aroma
y no lo dan a nadie, ponen color a un paisaje de invierno.
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Al volver
a sus países de origen, los días aumentan su luz vaciándose
de tonos grises. Nos asombraremos, tras el beso que la niebla pone en los
brazos desnudos del árbol, de sus abultadas yemas. La primavera
sola ofrece semillas de vida. El sol y el viento las orean, vuelan sin
tregua con la esperanza de ser. Mariposas dormidas que la lluvia fija en
la tierra.
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Aguardan los
vientos que traen las brisas de todos los mares, con los suspiros de los
que se fueron y no veremos más, se consumará de nuevo el
ritual del adiós. Verano, tiempo largo de encuentros y esperanzas,
que vence la inconsolable pesadumbre. Sutiles voces nos susurran que aún
estamos vivos. En la noche, lluvia de estrellas cubrirá el sueño
de una humanidad ebria de luz y agostada de sol.
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Sibilino el
otoño acerca sus sombras, deshace la plenitud, solo quedan fragmentos
rotos. El sol vuela bajo y el campo se llena de aromas y silencios. El
tañido de las campanas ahonda la sensación de caminar hacia
el fin.
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Lo que parecía
distante, imposible, se torna gris de piedra. El invierno de nuevo camina
con paso decisivo, nos empuja al calor de nuestro hogar, donde las paredes
guardan jirones del pasado. Las huellas en la nieve acortan la distancia
de un tiempo que nos devora y nos devuelve la nostalgia de la lejana niñez.
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