Lilianet
Brintrup Hertling_(Chile-EE
UU)
“En las
vasijas, el agua”
_
Que en cuatro
grandes vasijas cabría toda el agua
de las fuentes
de esta tierra, era algo indudable.
El asunto
era simple: ríos, lagos, océanos, lluvias.
Las piedras
suenan empujadas por húmedas brisas y
verdores ambiguos.
El chorro acuoso ahora no
alcanza a
ser petróleo. El chorro enguanta las
manos. La
espalda se curva con el peso del agua.
Nadie se salva.
Las hojas líquidas del cosmos
chorrean indignadas.
Miremos de nuevo.
El asunto
no era tan simple.
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Que las cuatro
vasijas pueden ser del barro negro
de las penas,
también era indudable. Se estrujan trapos.
Se baldean
pisos. Se zambullen dos veces dos peces.
Se ahogan
las ballenas azules. Algo se seca.
Te secas los
pies y qué. Vuelves a tus dedos singulares uno a uno.
Nadas como
siempre, sin levantar cabeza.
Se te acusa
de algo secreto. El agua no te pertenece ya más.
Permiso tienes
para retirar los pies del barro. Escupes.
Corres chapoteando.
Alzas una copa que bebe de tu agua.
Se oyen cadenas
empapadas de prisión.
No te lavas
la cara. Te lavas las manos.
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Alguien canta
en castellano
en el furor
de la nocheaguada. Las gotas azotan.
El mar es
ya una gran vasija convertida en petróleo
o en flores
que no serán para ti.
Nadie ve que
el asunto aún puede ser simple:
que el agua
sea chorro y la vasija para ti.
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