Orlando
Rossardi (Cuba-EE UU)
De muy
niño jugaba entre cándidas ausencias
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Para Amelia del
Castillo
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De muy niño jugaba entre
cándidas ausencias.
Mi madre me traía, desde
lejos, manantiales
de agua fresca en su sonrisa y él,
mi padre,
viejo como una higuera, me frotaba,
tiernamente,
la cabeza como queriendo abrir,
sin yo saberlo,
brechas de todos los sueños
por cumplirse.
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De muy niño andaba como sordo
entre las cosas.
Pasaban de uno a otro color las
tardes y las nubes,
volaban los grillos dando saltos
por las pitas,
se izaban banderas de manos y rostros
al desfile,
se ponían a contar sus cuentos
las adelfas
-que ahora sé se cuentan-
y yo me adormecía
entre los juegos, con la calma del
que se devora,
poco a poco, noche tras las noches,
uno y otro día.
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De muy niño no soñé
siquiera con el niño que ahora soy,
el que se pierde por las calles
en busca de un contorno,
el que anda todavía a paso
corto en las aceras
y se sienta a oír, como alelado
por los parques,
fuentes, nombres propios, hojas
sueltas, risas;
a ver, por el desfile, las idas
y las vueltas,
a recordar los grillos y las pitas
que antes fueron
y se echa a bostezar, cabeza abajo,
a ver si surgen
de algún sitio manantiales
de agua fresca
que le inunden, tiernamente, las
ausencias.
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Del Libro de las
pérdidas, 2008
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