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Congreso de la ACH_
27-30 de mayo de 2014_
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X EXPOSICIÓN MURAL Y VIRTUAL DE POESÍA Y ARTE, 2014
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ESCENARIO COMPARTIDO: RECITALES POÉTICOS SIN FRONTERAS

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Esplendor_____Sosiego_____Memorias

  
Alejandro Saravia  (Bolivia-Canadá)
El aroma del alma

El alma tiene un aroma. Cuando una bala te parte el cráneo como una nuez y tu cuerpo se derrama en temblorosos coágulos blancos, rojos y grises por el suelo, el alma, confundida, se aferra con toda su fuerza a tus huesos, a tus músculos, a tu pupila incrédula. 

Por eso tu cuerpo huele a caña de azúcar diluida en la sangre, en los sueros que fluyen por los ganglios, en los líquidos sinoviales de las rodillas, en esas fuentes de luz líquida contenida en la retina, y el alma, que es una esencia etérea y olorosa, va cayendo a gotas de la tierra al cielo. 

Dicen que tal es el olor de la muerte, pero no es así. Al principio, por unas horas que son pocas, antes de que la Muerte se enseñoree de tu caído continente, es el alma la que se desprende de tu cuerpo con ese aroma tan frágil, a la vez dulce y acre, que era el olor de las palabras y la risa, el de tus silencios y tus lágrimas, el de tu voz que ahora, muda, te va abandonando hasta diluirse en el aire que gira entre los árboles, se eleva con los pájaros y luego cae como una lluvia silenciosa en la madrugada.

No hay que creer en Dios para sentir en carne y hueso cuando el alma fluye lenta de un cuerpo, cuando el corazón detiene de golpe su constante paso, corazón que como un caballo en pleno galope cae fulminado por un rayo. 

No es necesario creer en una deidad que nada puede hacer por tu alma que grita, que pide auxilio y se aferra como un perfume que se desvanece a un cuerpo que se va enfriando, a un cuerpo que fue su casa solariega, sus campos de higos y algarrobos, su techo humano recorriendo las calles de las ciudades. 

Al final Dios también sabe lo que es morir, lo que es no poder detener el paso victorioso de la Muerte, que no es mala, ya que sólo viene a recuperar lo prestado: el aliento y la voz, el fulgor vital de una mirada, la frente altiva ante la nieve o las arenas de una playa en el trópico.

La nuez abierta, los pequeños copos etéreos que se elevan, un alma que se hace silencio al abandonar tu cuerpo que será ceniza, una llovizna en la madrugada, un Dios a quién el silencio emborracha, y estas palabras, que son la huella que deja un alma antes de convertirse en un aroma extraño y mudo.

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Página puesta al día por_José Antonio Giménez Micó_el 26 de mayo de 2014

 
 
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