En
1998 tuve la fortuna de conocer a Marta en un
congreso de latinoamericanistas en la ciudad de
Halle, Alemania. Tanto ella como yo cometimos el
error de tomar el tren equivocado, pero que llevaba
un mismo sentido: conocernos.
Curiosamente, también estábamos
hospedados en el mismo lugar: el albergue más barato
que era sede del congreso. Como estudiante mexicano
y becado, nunca pensé en irme a otro lugar que no
fuera ése. La pregunta era por qué Marta, en
ese entonces académica de la Universidad de
Middlesex en Inglaterra, estaba en ese modesto
lugar. La explicación me llegó como un señal de lo
que ha sido un código en la vida de mi querida
amiga: la medianía y el rechazo a la ostentación.
Por nuestras afinidades académicas,
tuve la fortuna de que me invitara a hablar a
Middlesex sobre la autonomía indígena y el
Estado, que en esos tiempos se discutía en
México. Si mal no recuerdo, fue mi primer
seminario como ponente principal, cosa que me
llenaba de nervios, pero gracias a la compañía de
Marta y de sus increíbles estudiantes, lo pude
solventar y hasta disfrutar.
Luego Marta fue invitada como keynote-speaker
en un seminario de la Asociación de Estudiantes
Mexicanos en York. A muchos nos contagió
su personalidad alegre y cándida. En Marta yo
vi un ejemplo de resiliencia y compromiso
social y político.
Aunque ella vive en Inglaterra y yo
en México, siempre nos ha unido una sincera y
sólida amistad. Disfruto mucho
visitarla en la "casita del bosque" de Epping y
conversar sobre los asuntos latinoamericanos que nos
preocupan e inquietan. Todo esto entre
recuerdos de sus países, juguetes, fotos, artesanías
y mucho calor humano. ¡Salud por siempre a
Marta!