Afuera hay un día bajando del viento y de los trenes mientras te leo.

"Uno nunca sabe, Carmen -como decías-, si al regreso de las gaviotas de su viaje al sur, aún estaré en la ventana".

Sí.  Sí.  Estarás con tus bellos ojos muy  abiertos al mundo, a las agonías de la tarde, a los cristales de tu palabra vagando hasta anidar en oídos múltiples.

Estarás como una muchacha de pueblo con bufanda azul escrutando rostros, promesas en flor en espera de la primavera también azul.

Y te veo detrás de los vidrios sin tristezas, en tu ávida lucha por un minuto mejor, claro, equitativo.  Te veo con esa sonrisa amplia como tajamar serrano y ese ímpetu que se resiste a renunciar al derecho a la libertad, la igualdad, al amor y a la vida.

No sé qué harás en este momento, qué  estarás leyendo, escuchando o pensando, pero estoy segura que tu mano dibujará en el aire un sol que nos abarque a todos. Irás con tu poesía en bandolera, con tus sueños como estandarte sobre el pecho donde tu corazón “ patuleco” se sigue abriendo para unirse a todos, en medio de la luz o de la turbulencia.

Y estás porque te veo aunque no pueda tocar tus manos.