Luis Alberto
Ambroggio (Argentina-EE UU) Pachamama sin fronteras
Como entonces, ahora, si se observa sin la historia mágica o geografías de
hadas, si se capta con la libertad del cóndor dueño del cielo sin heridas, del sabio verde que no se para en la
frontera, del sabio verde que no se para en la
frontera, si se siente desde la unidad alta, solo sábanas o banderas se ven, blancas, prolongando una sola bienvenida las bendiciones de madre tierra Pachamama.
Por encima de la bruma entre los sueños y el sol que las broncea con su canto entonan aleluya las montañas con bocas abiertas al firmamento.
En sus faldas de cobre resbalan,
balbuceantes, lágrimas de nieve, de piedra huraña, venas
rotas de vírgenes desacradas, por el camino del
Inca, vienen desde el orgullo del Aconcagua y con inexplicable prisa huyen hacia profundidades anónimas y tristemente disputadas. Personas, un continente, majestuosa variación del canto del cisne, esa música repetida. Y ellos, los Andes, Apus, son involuntarios testigos de tercos límites ante una paz libre, desinteresada y un mismo azul insobornable. En este amanecer telúrico la palidez del sueño termina la noche pero no se decide; es un paisaje incierto entre dos miradas.
Los Andes ocultan el fuego que hará otro
día, como velos árabes de ojos secretamente
enardecidos. Aromas gritan allí las flores salvajes, orquídeas rojas, violetas, amarillas, sin
banderas; con el día entregan su melodía en pétalos a los rostros de almas recién despiertas, sin importarles sus incongruentes pasaportes. En quechua Winay Wayna, jóvenes para siempre, se llaman.
Un sueño por igual ilusiona a ambas jornadas, encintas mujeres. Las fronteras no son sino rejas escritas.
Con guardianes como los Andes, Apus, venerados señores, casas elevadas de dioses, espíritus puros, la guerra, tribus enemistadas, carecen de
sentido;
ç los sentidos nunca fomentan fronteras, aunque consultores, bajo paga, elaboren
hipótesis intrigas computarizadas contra Viracocha, simulacros de vampiros mercenarios.
Acllas, vírgenes incaicas del sol, les toca a ustedes sellar alianzas de
matrimonio, entre argentinos y chilenos, peruanos y
chilenos, chilenos y bolivianos, peruanos y
ecuatorianos; mapuches, aztecas y mayas, mulatos y
europeos; les toca enamorar indisolublemente a los del Pacto Andino y los del Norte; contagiándolos de ayni, ese amoroso caminar bello
por la vida cotidiana, hermanos de las
cimas y los valles; no se olviden de
invitar a César Vallejo que no habrá
muerto todavía y a Nicanor
Parra con sus ganas de gritar
"
Viva la
Cordillera de los Andes
"; ustedes, doncellas de los Apus, hechas para unir pasiones en un paisaje eterno, bailen la seducción de sus faldas. Proclamen su luz y festejen.
Los picos ya tienen sus velos blancos, nupcias que nunca se derriten, para que los dioses sonrían a todos siempre brazos sin mapas.
De su poemario Por si amanece...
(cantos de guerra)