Inés Bruzzi (Argentina)
Nos conocimos con Nora en alguna de las Audiencias del juicio ESMA III...

Nos conocimos con Nora en alguna de las Audiencias del juicio ESMA III (Escuela de Mecánica de la Armada) que se realizaban en Comodoro Py. Un sobreviviente de ESMA le confirmó que había visto a Gerardo, hermano de Nora, en ese centro de detención.

En Argentina se hicieron numerosos juicios de lesa humanidad en distintos lugares del país. La perseverancia de las Madres de Plaza de Mayo, de las Abuelas, de los distintos organismos de derechos humanos y el apoyo de una parte numerosa de la población han dado sus frutos. Se ha podido transmitir la memoria de una historia que ya no es tan reciente.

Pero volviendo a las Audiencias del juicio ESMA III, los que íbamos por la querella, es decir por los secuestrados, torturados y desaparecidos, nos ubicábamos en la Sala AMIA, a la que accedíamos bajando una escalera y quedando a la altura de los abogados de las dos partes, los jueces y los acusados.

Los que acompañaban, familiares o amigos de los marinos enjuiciados, se sentaban en la parte de arriba de la sala. De esa manera separaban a unos de los otros.

Tal vez se produjo un flechazo entre nosotras y algunos de esos días empezamos a sentarnos una al lado de la otra. Así comenzó nuestra amistad, pero creo que hubo dos momentos claves en nuestra relación. Vino un día hasta mi casa y salimos a caminar mientras ella iba contando lo que pensaba decir en relación a la desaparición de su hermano. Fue emotivo para mí que me eligiese para escuchar sus palabras.

Y la otra escena que recuerdo fue el final del juicio ESMA III, que duró cinco años. Fuimos juntas a escuchar la sentencia, suponiendo que íbamos a entrar a la sala. Pero no fue así, no nos dejaron entrar y nos quedamos en la vereda. Había mucha gente en nuestra misma situación ese 29 de noviembre del 2017. Vimos la sentencia en una gran pantalla que habían colocado, para los que estábamos afuera del edificio. Nora tomaba notas del lugar, de las flores que formaban el número 30000 y de las personas con las que nos encontrábamos. Esas notas se pueden leer en su libro Un día, allá por el fin del mundo.

Como Nora es una viajera incansable, nos escribimos con frecuencia y a veces tengo la sensación de que la cuido como a una hermana. Le pregunto ¿Cómo estás?, ¿Dónde estás?, ¿Llegaste a tal lugar? Logra marearme, pero igual insisto. De alguna manera remota, muy remota, viajo con ella, pero sin subirme a un avión que es una gran ventaja porque los detesto.

Tengo tres de sus libros. Pero quiero referirme a Una sola muerte numerosa. No como crítica literaria, porque no lo soy, sino como una lectora normal y corriente. Su lectura nos permite volver sobre la época de la última dictadura militar (1976-1983). Para los que la vivimos y para los que no la vivieron. Es un libro estremecedor, generoso y soberbio.

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