Con menstruación permanente
dibujaba todo el espacio
de las torturas.
¿Pensaba
que la vida
se esfumaría así, rápidamente?
El cabo cuando me llevaba al baño
se paró y me gritó:
-¿Es posible que usted sea la Sra. de Hinrichsen?
Pude haberle respondido
Sí, mi cabo.
Pero me callé.
Al orinar, la sangre
se arrebató en borbotones
y le ensució las botas.
Conteste,
hija de puta,
aulló entonces.
Y fue su culpa
por no dejarme a solas.
Mi vómito le ensangrentó el bigote.
Octubre
1973-2021
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Escuché decirle su poema a
su único hermano Gerardo, desaparecido en
Argentina, cuando la invité a participar en la
Mesa Redonda de mi red Mujeres
y Palabras en el Mundo, en la
Universidad de Varsovia, Polonia, durante el 50o
Congreso Internacional de Americanistas, 2000.
Nora también aprovechó para visitar la villa
donde toda la familia de su madre -excepto
ella, que había emigrado a Argentina para
casarse- fue exterminada durante la
ocupación nazi. Poco a poco fui leyendo sus
trabajos, y conociéndola
personalmente. Siento por ella un gran
respeto intelectual, una profunda afinidad
afectiva, y tengo gran admiración por su
lucha permanente para mantener viva la memoria
social y avanzar el proceso de
esclarecimiento de los crímenes contra la
humanidad habidos en Argentina, Chile
y Suráfrica, lucha cimentada en tanto dolor
como en su gran brillantez literaria.
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