Nada tan desnudo

como la placa base de un ordenador rendido.

Nada y, sin embargo, permanece a la intemperie la rese�a

o esa encrucijada inextricable del metal,

a menudo, tan ins�lita.

Conocer�, dec�an, el tacto de la desolaci�n

en su empapar prolijo y la pregunta extinta al nacimiento.

He aqu� la ceremonia cu�ntica

de una v�rtebra de cobre, exang�e, hemolizada.

Extra�o dormitorio el veredicto inquebrantable

de la depilaci�n del ser

en la midriasis quieta de un alambique experto.

Porque, no hay herej�a en vidrio

para la objetividad electrol�tica,

ni cati�n que no acostumbre, a morir el l�mite.

Se me acabaron los pasos, el mon�logo y tambi�n,

la adolescencia

que siempre crees, sea la espiral. Incluso, mencionar el tr�bol

en el ep�grafe transcrito del l�xico binario.

Apenas si recuerdo del teclado, la ni�ez,

y hace d�as de la liturgia en fa

de todas las tangentes, desvisti�ndome.

Extra�a, s�, la estirpe inextinguible de la ruina

dando pie a la cizalla. Nada, el naufragio,

ni el l�vido algoritmo del Alzheimer.