¿Qué
se dirán dos poetas
al
encontrarse allá
donde
las dudas se disipan
y
las veleidades ya no estorban?
¿Platicarán
de amores, soles, cenizas y azules?
¿O
de rodillas laceradas y quejas desnudas?
De seguro hablarán de Ella, la que sostuvo su universo
con
hilos de plata, con sueños de eternidad
y
perfumadas azucenas...
De
Ella, sí, la blanca Poesía,
la
que resiste penas y olvido,
de
la misma cuya lumbre ardía en ese libro de Juan
que
no tuvo tiempo de reposar en las manos de Jesús
empeñado
en adelantarse a su colega para
recibirlo entre nubes.