Como
todo lo humano, en este mundo,
la
muerte, andando el tiempo, se presenta.
Pues
el árbol, otrora muy frondoso,
pierde
sus ramas a merced del viento.
Con
las ramas va el tronco, hasta que nada
permanezca
en el tiempo y en la historia;
pues
caminamos siempre hacia lo eterno,
donde
estén nuestros frutos merecidos.
Allí
estaremos todos los hermanos,
con
Juan mimando siempre algún poema
y
nosotros gozando de su ingenio.
Las
tertulias al uso prometeico.
Será
un cielo de luz y de ambrosía
que el Señor nos apresta eternamente.