JUAN
RUIZ DE TORRES
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Relevancia
de la poesía
en el siglo XXI
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Dejémosnos
de historias. La poesía es relevante, desde hace
muchos años,
solamente para los propios poetas. Si se quiere,
también para algunas
otras personas no poetas -un porcentaje
insignificante de la sociedad-.
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Y está
bien que así sea. Entre otras razones, porque ni
los mismos poetas
se han puesto jamás de acuerdo en qué sea, cómo
sea
y para qué sea la poesía. Ni Jean Cocteau les
ayudó.
Claro que algo parecido ha ocurrido en las demás
artes, pero con
la diferencia de que pintura, música,
arquitectura, han conseguido
acreditarse un determinado valor económico. Y en
cuanto a la narrativa
y otras artes derivadas de la pluma (o el
bolígrafo, o el
ordenador electrónico), tienen el atractivo de que
son entretenidas,
de que sirven para pasar el tiempo.
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La poesía,
no. La poesía no sirve -ni espero que nadie llegue
un día
a pensarlo- para divertirse, para pasar el rato
antes de conectar la televisión.
En realidad, la poesía aspira a trascender el
momento presente.
¿No es eso un objetivo magnífico? Pero son pocos
los seres
humanos, y menos en nuestra sociedad de
hiperconsumo, que quieren mirar
más allá del presente, como no sea en áreas muy
bien
definidas: las relaciones humanas, el porvenir de
los hijos, el acceso
a la edad avanzada. Ni siquiera los problemas de
la convivencia -los que
afectan a la política- llegan a captar mucho
tiempo la atención
del ciudadano. Que no votará a menos que sea
artificialmente incitado
a hacerlo.
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¿Qué
significamos, pues, los poetas? ¿Qué hacer para
devolver
a nuestra amada Poesía al estatus de hace uno o
dos siglos? Me temo
que nada, y ojalá nada. No quiero ver de nuevo
pasar copias de poemas
de mano en mano, no quiero volver a escribir
redondillas en los abanicos.
Me conformo y me afirmo en nuestra labor actual:
intentar con cada poema
la cuadratura del círculo, y alguna vez, tener
como recompensa ?estupenda
recompensa? escuchar las palabras de elogio de un
poeta sabio, que olvidó
que la primera obligación del poeta es desdeñar a
los colegas.
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Y desde luego,
recordar sus otras dos obligaciones. La primera,
mirar con sospecha lo
que acabamos de escribir, y tratar de hacerlo
mejorar hasta el límite
de nuestra capacidad.
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¿La
tercera obligación? Romper el poema anterior si
conseguimos escribir
uno mejor. Así se salvarán los bosques.
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Pero, me temo,
nadie va a cumplir con esa tercera obligación.
Porque en todo poeta
hay un Narciso.
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Juan Ruiz
de Torres
Agosto, 2007
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Otras
muestras
de su obra
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