LUIS ALBERTO AMBROGGIO
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Poemas
LOS TRES ESPOSOS DE LA NOCHE
Negra cabellera enamorada
Borges
Habla la leyenda
de una mujer morena apetecida,
Noche. Seduce los espíritus
Con sus joyas profundas y brillantes.
Innumerables son los pretendientes.
Luz negra apasionada,
en un cielo donde lo prohibido nos se
escribe.
Madre de los dioses, Hesioto la
llamaba.
Diosa que también es aventura.
Dama voluptuosa de ferviente dominio
viste de negro para ocultar sus
llamas.
Enamora con mansas brisas
y se une en orgasmos de luna llena.
Los planetas inflamados son testigos.
La noche que nunca fue virgen,
visita con frecuentes hechizos.
Es un error creer que solo se comporta
como cómplice pasiva
de humos ajenos,
de cautelas olorosas,
de palomas insaciables
de dóciles acontecimientos
de diálogos húmedos de la penumbra
espesa
que tiene manos, lengua, vapores
rojos,
carnes que gritan
gotas de incendio en hornos
desvelados.
Fueron tres sus esposos,
dicen los vikingos en su leyenda
De la noche el primero, Naglfari,
un príncipe azul o dorado, deseado
mancebo.
Satisfizo su ilusa inocencia de amante
en un lapso, fugaz e intenso
como se doma un fuego joven.
Con él tuvo un hijo amplio, incierto,
puro –Espacio su nombre-
cual la vida por delante
después de romper el compromiso.
La union duró un momento oportuno
(y no más) enfatiza el mito.
Ella, noche de muchos, la cortó una
vez agotado
el salvajismo sin experiencia de los
músculos
que penetraron sus fibras oscuras,
enardecidas,
hasta el fondo de lo que es
superficialmente penetrable.
Su misterio de mujer permanece en
ella,
inagotable, atractiva tras la
cabellera desatada.
Libre ya, busca alguien que la consuma
y aparte.
La noche conquista.
Bóveda suave de secretos
oculta las semillas del bien y el mal
en sus caprichos.
El segundo esposo, como en los
concursos,
es el que más interesa.
Su nombre es “el Otro” (no
tiene otro nombre),
según la leyenda antigua.
Alguien en sumo desconocido
con quien la intimidad puede ser
absoluta.
Oído, paño, agua y fuego en el
desierto,
cuerpo de fiesta que anima el recinto
descuidado.
La noche se le entrega osada,
disuelta,
valles y cielos se conjugan
en oscuro juego sin fronteras.
Pájaros, chicharras, silbidos lejanos,
cantan, festejan;
Vientos nocturnos, respiraciones,
pálpitos negros
mecen la seguridad cómoda que el
anonimato enardece.
Fácil la entrega. No la acechan
ansiosos interrogantes.
Con el Otro sabroso un manjar comparte
de ardores secretos.
El silencio no duerme.
A veces apaga cobarmente los brillos.
Y de la Noche (de su vientre hermoso)
y el Otro, nace una hija, que llaman Tierra.
La trágica tierra, hija de la noche y
el Otro,
casi huérfana y a menudo confudida.
En la mitología vasta, también Odín,
fue padre
de una hija cuyo nombre era tierra.
No discute la leyenda si hubo un
divorcio
ni la desnudez indescifrable de sus
bodas,
mas sí que por fin la Noche, en su
madurez, opta
por escoger un tercer cónyuge
acceptable,
rubio de raza, brillante, prometedor,
vikingo
(en conformidad con los cánones
casamenteros de las madres).
Amanecer, Delling, su nombre
preciso;
nombre reflejo del alma, poder en
letras y sílabas,
pausas y horas destinadas.
“The third time is the charm”, dirían
en inglés
las lenguas chismosas.
Y del Amanecer y la Noche, diosa
acogedora y llena,
nace Día, como si de la muerte
brotase
una blancura concreta y explosiva.
Nace con todos sus dientes.
Desnudo como niño y como liberada
doncella
tomando el sol a sus anchas.
A la familia del padre se parece.
Hundidos tras ariscas decisiones, sus
esposos muertos,
la Noche fértil perdura en el Espacio,
la Tierra y el Día.
Los nacimientos y muertes de la Noche
no tienen hora, se pierden, se alargan
en la embriagante negrura donde todo
crece.
Quienes gozan el amor intenso de sus
caricias oscuras
sufren un ardor oculto bajo su cuerpo
robusto y suave,
cuerpo de luz y de tinieblas.
(Roque Dalton amó a la vez cuatro
mujeres lejanas).
La noche, madre y esposa.
Las tibias sombras que cobijan magias
y paradojas
inventan poblaciones invisibles y
ciertas,
el paraiso y el infierno.
Negra cabellera enamorada,
la Noche siempre se casa tres veces.
Su piel es como la nuestra.
La leyenda no termina. Queremos hijos.
(© Luis Alberto Ambroggio, El
Testigo se desnuda)
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LOS HABITANTES DEL POETA
La Afrodita sin brazo izquierdo
del Museo Británico
irradia sueños empolvados
y lo acompaña.
Espíritus, musas, hechos con dirección
desconocida,
ídolos húmedos,
sombras con tatuajes de calendario,
sombras que miran con agujas de olvido
jamás se van de la fiesta.
Protagonizan soledad y derrota
un mundo de héroes conquistados.
El poeta no está solo.
Reza el diario de Ana Frank
y resucita muertos.
Un lugar, al otro lado del mundo,
le quita el sueño.
El silencio lo deja exhausto y grita
muertes premeditadas.
En un amor dos caen sepultados
durante noches sin límites.
Con la sociedad que el poeta crea,
escucha las dulces flautas de Tesalia.
La belleza lo tortura en el banco del
juicio.
Asume la topografía del cuervo
y enciende con símbolos una danza
transparente.
Cosecha amantes en la blancura de las
olas
en el tiempo redondo de la luna.
Muere antes de morir
en el cementerio inconcluso de los
recuerdos.
En su fuga imposible
nunca está solo el poeta.
Lo poseen voces inasibles y punzantes,
Lo consume el aroma fatal de su
amada,
la palabra, esa divinidad salvaje
que copula con espejos indisolubles.
Madrid, Noviembre 1995
(© Luis Alberto Ambroggio, Los
Habitantes del Poeta)
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PAISAJES DE EE.UU.
Si cada ladrillo hablara;
Si cada puente hablara;
Si hablaran los parques, las plantas,
las flores;
Si cada trozo de pavimento hablara,
Hablarían en Español.
Si las torres, los techos,
Los aires acondicionados hablaran;
Si hablaran las iglesias, los
aeropuertos, las fábricas,
Hablarían en Español.
Si los sudores florecieran con un
nombre,
Se llamarían González, García,
Rodriguez o Peña.
Pero no pueden hablar.
Son manos, obras, cicatrices,
que por ahora callan.
(© Luis Alberto Ambroggio, Laberintos
de Humo)
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HOY CULTIVO ROSAS
Que no nos moleste Huidobro
ni ningún camarero de Roma.
Quiero gozar sin límites
el placer de sentirte toda
y de estar dentro de ti
palabra tras palabra
con cada uno
de los cómplices sentidos.
El aire lleno.
No importa la partitura
ni la herida de las formas.
Mujer del agua y el aire
beso el verdor de tu fragancia.
Eres lo rojo de la música
Arrullas con tus pétalos mis ojos.
Y al mediodía ,
soy raíz de un sol;
y tú eres el torrente
de todas las mariposas.
(© Luis Alberto Ambroggio, Laberintos
de Humo)
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NÓMADA DEL SILENCIO
A Hawad, voz del Tuareg
Pronto se acabarán los puentes.
Los ríos, los mares tragarán la
tierra.
Mendigaremos, si acaso,
aire
para los ojos
vientos
para la mudez de las arenas.
Y qué puedo hacer yo con las mareas
con estas islas que son rocas oscuras
con las nubes que pasan desnutridas
volando grises cargadas de tristeza.
Y si todo llegara a ser un desierto
antes de marchar a las dunas,
nómada del silencio,
si Keats me oyera,
si aún el sabio Jefferson escuchara,
les gritaría
con el rumor obstinado del viento
“Prefiero
escribir errante,
a
escribir desesperado”.
Washington, DC. 2003
(© Luis Alberto Ambroggio, Laberintos
de Humo)
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EL ALTAR DE LOS ESPEJOS
Los piratas sabían
guardar a sus cautivas;
entre espejos y espejos
las tenían...
Aquí sólo leo tu cuerpo;
los tesoros de la otra isla
fueron la posesión del banquete
entre vinos de un parral en primavera.
En esta roca el dolor
nos distingue de los dioses;
las olas nos roban
una y otra vez la cercanía.
Se esconde el calor en arenas
y el silencio encendido lo destapa;
saboreamos una especie protegida
entre voces de llamas sin tiempo.
Los piratas sabían
guardar a sus cautivas;
entre espejos y espejos
las tenían...
Sanibel Island, Florida
Diciembre de 1995
(© Luis Alberto Ambroggio, Los
Habitantes del Poeta)
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EL TESTIGO SE DESNUDA
A Nela Rio
¿Para qué escribo?
Para crucificarme y resucitar luego
como tierra húmeda e inocente.
Para ser el último y el primero.
Para detener de una vez el río en la
mano y beber agua.
Para que quienes beban las gotas sepan
que hay río.
Porque los colmillos hacen ruido de
frío, piedra y furia
Y porque las sombras de mis días y
noches pierden todos los jeroglíficos.
Para que me entiendan y no me
entiendan los que pasean en las calles
[con
sombreros de todo tipo.
Para que quienes entiendan me inventen
sin dolores de espalda.
Escribo para sembrar cenizas de
colores en la soledad vasta
[y
el gran silencio
Y porque sin besar, beso, y sin morir,
muero.
Y me escapo con las manos llenas de
insomnios indignos
Para transformar las noches en una luz
feliz y el día en dos sueños rojos.
Escribo para repetirme hasta el olvido
y recordarlo en cada verso
Y porque así el principio y el fin se
tornan inagotables.
2000
(© Luis Alberto Ambroggio, El
Testigo se desnuda)
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DEADLINES
El poema se escapa del horario
Porque es agua
Y crece con el viento.
Los amantes cargan un espejo
Con calcomanías
De lenguas ancladas.
Por fin el cielo descansa en la mar
Para que el sol y las estrellas
Se hablen gota a gota.
(© Luis Alberto Ambroggio, La
muerte del tiempo, El Testigo se
desnuda)
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CANCIÓN A LOS ELEMENTOS
A Moraima
de Semprún Donahue
Muchacha, Alberta, extrae la poesía de
los átomos.
Descubre, por ejemplo, las notas del
canto del agua,
porque en cada gota, el agua es
vida de un mar,
de un gigante verde, de tigres
veloces,
de pueblos peregrinos, guerreros e
ilusos;
y porque decir agua es casi
beber,
y en su ínfimo y transparente
grano
vives la humedad perfecta del
engendro,
un beso líquido de amante y madre.
Cristaliza, luego, una mariposa
capturada al azar
para que poseas en las manos más
que alas
de un tiempo o de un espacio
pasajero,
y recojas un vuelo que siga
volando
en los ojos y en los versos libres del
aire.
Di, muchacha, todo y sin
esfuerzo;
como cuando pronuncias el aire
y respiras la libertad que también es
un átomo.
Si las musas del siglo XXI
inspiraran los laboratorios
amarrillentos de poetas
para que descifren en deliciosos
zumbidos
su belleza meritoria
el servicio absoluto
de estos incondicionales elementos
acaso podríamos darles las gracias
como se merecen.
Las gracias son como los besos
y el beso una manera de recordar.
(© Luis Alberto Ambroggio, El
Testigo se desnuda)
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HERENCIA
Hijo planetario de mí heredas
solamente
una explicación que te explica:
vienes desde donde yo mismo
he venido a tientas.
Acaso este tesoro contenga
algunas de las claves
del crucigrama incompleto
que configuras con tus pasos de
tierra.
Como humano, hijo del universo,
eres una ola del océano infinito
que besando muchas playas
permanece uno y muchos
al mismo tiempo.
Cada raíz de tus nombres, hijo del
suelo,
como todos los nombres,
conjuga tierras lejanas y oficios
legendarios,
uno de ellos, por decir, colector de
impuestos
en el tajante imperio de los otomanos.
Tu afán de conquista se llama Rasmusen
u otro nombre
con quien, hace generaciones,
exploraste el polo sur, el norte,
los cuatro puntos cardinales.
Por otra huella te remontas hasta un
prócer.
No lo conoces. Pertenece a la historia
o leyenda
de un pueblo transitorio
pero a tí también te pertenece
y le pertenecerá a tus hijos y
su descendencia.
Tu estirpe es de los mares y los
vientos
de los pueblos de Moisés, de Zeus y de
Eneas.
Y hay lenguajes y culturas que te
hablan y no entiendes,
a pesar de animar cada una de tus
venas:
el italiano, el árabe, el francés, el
español, el inglés,
ese idioma en que has nacido,
en uno de los vuelos mágicos de tu
sangre;
y este testimonio que tú puedes leer,
hijo del tiempo,
tu hijo quizá ya no lo entienda
aunque le quemen los sonidos
en nostalgias o gestos inexplicables.
Porque fíjate en tus manos
y leerás las vidas de muchas manos,
las que cultivaron tierras antiguas y
nuevas,
las que inventaron aquellas ilusiones
que se llaman ciencias,
las que recorrieron libros de leyes,
metafísicas y letras,
las que comercializaron telas,
aviones, cereales
y recogieron desde el Drachma hasta
los dólares,
las que te cuidaron con el calor
de la caricia.
Fíjate en tus manos, hijo, y en sus
surcos
cosecharás fulgores de centurias,
genes increibles,
descifrarás como en un espejo de carne
ajada
los rostros dorados de antiguos signos
y semillas.
Porque en tu vida verás morir y
amanecer nombres,
con lágrimas y sonrisas
y te verás en cada uno de ellos, hijo,
misteriosamente.
1998
(© Luis Alberto Ambroggio, El
Testigo se desnuda)
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ANIVERSARIOS
A Raúl Miranda Rico
No todos los otoños son los mismos
ni el viento que cada año
fustiga
los colores hasta convertirlos polvo y
suelo.
El amarillo sonríe y palidece
se fragua el rojo en ardores y
llantos.
Son colores, el tronco queda.
La mantilla de bruma matutina es
poética o trágica
según los caprichos del sol que la
acaricia.
Soy un árbol esclavo de estaciones
con raices y semillas que caminan el
tiempo.
De ciertos ritos o pasajes sólo tengo
cicatrices.
Pero estoy de fiesta incluso cuando el
blanco
me transforma en alma y la espiga de
mi desnudez
se cubre de gotas y esperanzas,
recibiendo voces, alas de miel y
sangre.
Ocupo un lugar rígido y austero
en los festivales del Olimpo,
rey, reina, peón, alfil y torre,
y celebro Navidades, Pascuas,
carnavales oscuros y de
máscaras,
celebro los días del Ocio y del
Trabajo,
además del aniversario remoto
de mis bodas con el viento.
Así avanzo en el tiempo y el espacio
con fragmentos de sombras, tormentas y
templos.
No me pregunten cómo
pues la embriaguez del verde oculta
muchos misterios,
y también soy cielo y mar con mi
cuerpo
que se ensancha una vez más.
(©Luis Alberto Ambroggio, El
Testigo se desnuda)
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SU CANTO DE PALOMA DUELE
“él, a cuyo infinito
alrededor se ciñen
la
medianoche, el mediodía” (Juan Ramón Jimenez)
Piloto de fracasos y ambiciones
he venido a surcar
la noche pura.
La luna engolosinada
con el crepúsculo
luce como enamorada el regocijo
con cara llena y pálida.
Bajo la luna y el sol
navegan los deseos en góndolas.
Los fantasmas del amor
hacen acrobacias sin contornos
ruiseñores y mañanas.
Luego se escucha el rocío levísimo
de almas que no duermen.
En el medio nos desvelan las máscaras
que exhuman gritos.
Su canto de paloma duele
cuando se hunde el crepúsculo
hasta el fondo de la noche larga.
Todos volamos para descifrar poco a
poco
ese color perplejo
del que somos una sombra
y una pluma turbulenta.
(©Luis Alberto Ambroggio, Escape
Elemental, El Testigo se desnuda)
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EL PESO DE LOS CUERPOS
“Al fondo
de las tumbas
Al fondo de
los mares
Al fondo de
murmullo de los vientos”
(Vicente
Huidobro)
La sentencia de un cuerpo
vence la apatía de los dioses.
Cuerpos dóciles ante la furia de las
ondas.
Cuerpos aferrados al morir y resucitar
y ser luego luminosos.
Cuerpos que son árboles, que son
mares,
que son tierra humedecida
que son clamor y ausencia,
que avanzan en el viento
y lloran y reclaman millones de veces
el camino de vuelta
porque nunca pierden la memoria.
Cuerpos-espíritus que se elevan
desafiando a la muerte
como una lumbre sin tregua.
Nosotros les damos a los cuerpos sus
alas
(© Luis Alberto Ambroggio, Escape
Elemental, El Testigo se desnuda)
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SUEÑO DEL INMIGRANTE USA
Pasajeros llegamos a una playa
incierta
callados por los guardias y los
miedos.
Callados para ser dueños absolutos
del silencio y la delicia total de sus
ruidos y recuerdos.
Tengo miedo, pero suenan las ocho de
una aurora
que parece feliz. Llegó el avión, el
otro lado del río,
el límite que soñaba. Y “Welcome” me
dijeron.
La vida de las palabras toca más
allá
que el coqueteo de las letras.
“Welcome”.
Las palabras sin corazón cargan una
sangre seca,
aunque se envuelva con luces,
papeles musicales, etiquetas.
“Welcome” me dijeron allí y me pierdo.
El mar de atrás no es tan grande como
la pena
ni abraza la profundidad de lágrimas
que llorar quisiera. Y ya está tan
lejos…
Welcome a un cruel experimento.
Mi dolor tiene piel, no tiene orilla.
El ingles que oyen
no traduce del todo el corazón nativo,
Chicano, latino, ilegal o ciudadano,
igualmente inmigrantes de algún sueño.
Ahora somos “Wecomed”.
Peces plomizos navegan nuestras mentes
trituradas
compañía de un naufragio constante.
Pero nos hemos decidido a amanecer, a
ser de Nuevo.
Pasamos la puerta.
“Welcome” nos dijeron.
Welcome es un decir.
Mas pasamos la puerta hacia otro día
sosteniendo el sobrio vacío del deseo:
un sueño. Se llama “Welcome”.
Diciembre 1994
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ARS POETICA
Sedúceme mientras dejas que conquiste
el misterio de tu brote
y si me detengo en un pétalo hasta
rendirme de dulzura y de fatiga
envuélveme en tu blandura con la magia
de tus manos y tus sedas.
Bebe mi lluvia numerosa y cántala con
el brillo de tus ojos verdes.
Enciende tus colores, abre el fervor
de tus alas, hazme renacer
animal del aire en la punta misma de
tu cielo.
Y mientras mi cuerpo crece hasta
llenar tu corola y tu deseo,
humedece mi vuelo, con tu voz, con tu
savia, mis labios preferidos.
Sabes amor que escribiré más tarde mis
mejores versos.
(© Luis Alberto Ambrogio, Laberintos
de Humo)
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