ANTONIO
GARCÍA VARGAS
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Poemas
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Eterno
anochecer
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Entre dos
pensamientos
cabe siempre
un intervalo;
un vacío
aparente
no cuantificado
por la ciencia.
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En él
se desnuda al alba
la melancolía
de las formas.
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Sustrato de
realidad
que lleva
al mundo de Nada
donde súcubos
y ninfas
intercambian
sus sangres
en la cicatriz
del tiempo.
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Cuadro en
blanco y negro
de la metáfora
primera,
aullido intempestivo
de toda fiera
habitada.
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Fue un error,
amor, creer
que el universo
era infinito.
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Éramos
escasas criaturas
sedientas
de sangre y sal,
ahítas
de soledad,
perdidos ambos
en un mismo
anochecer,
en un mismo
momento,
en una misma
hora,
asidos al
minuto
que lleva
a la locura.
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_
Pequeña
gotita de sudor
_
Un cuerpo
se estremece entre el candor y la humedad
mientras
su flor temprana se abre al día
en una
sorprendente polifonía de pétalos.
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Fue apenas
un leve,
tenue brotecillo.
Minúscula
partícula
de luz acuosa.
Mensajera
del reino
del tacto,
del deseo,
del gen amoroso
de la saliva
virgen.
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Una gotita
ligeramente
salina
brotando junto
al pezón
resquebrajado;
paisaje diminuto,
rosado por
la brisa,
rozado por
la rima.
Mínima
boca de carne
volcánica
nacida de
la danza
y del verso
de los espejos,
y de los soles
yacentes,
y otros besos
inacabados.
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¡Ah,
pequeña gota!
¡Incolora
secuencia!
¡Virginal
destello
del universo!
¡Liberada
prímula del jardín
del primer
beso,
del suspiro
amante,
de la caricia
del ojo
que protege
el brillo oscuro
en la pestaña
nómada!
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Pequeño
mundo de agua
y sentimiento
escindido
de su origen.
Acuosa memoria
primigenia
rodando azulada
por la epidérmica
galaxia
de su exiliado
cuerpo.
Sorteando
mil lunares
esparcidos
por la piel.
Extrayendo
de lo agreste
de su alfabeto
de arena
alcancías
de papel.
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¡Ah,
tierra prometida
por el saber
antiguo!
¡Mixtura
de noches sin velo,
de eléctricas
luciérnagas
y primicias
dactilares!
¡Ese
mundo presentido
allá
en el delta de lo prohibido
a medio camino
de la pasión
y el amor
más puro!
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La gotita
inhala el aire
y el instinto
milenario le guía
hasta la cima
del anhelo
de la carne;
punto de fusión
situado
en la sublime
confluencia
de sus piernas,
entre rizos
y arabescos
dibujados
en el tiempo.
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Ella se estremece
cuando la
gotita de sudor
-rebasado
el equinoccio
del ombligo
celeste-
araña
su pubis.
Y un pequeño
grito
trepa ingrávido
en la noche
del éxtasis
cuando el
clítoris
estremecido
abraza a la
gota,
-líquido
amante-
con los pequeñísimos,
tiernos zarcillos,
cual vírgenes
manglares
que emergen
a oleadas,
incontenibles
y profanos,
del abisal
arcano
de su sexo.
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_
_
¡Camina!
¡Y no mires atrás, Johnnie!
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Desperté
nada más
salir el día,
deshojé
aquella flor
de porcelana,
borré
su claridad
de mi ventana
y lavé
tu recuerdo
con lejía.
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Un adiós
sin cuartel
en una cama,
oscura madrugada
entre tus
brazos,
un conjuro
de agónicos
zarpazos;
dos cuerpos
resecos
cual retama.
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Sentimientos
colgando
de una encina,
un eclipse
lunar
en la mirada,
un ratoncito
verde
en la ensalada;
dos lágrimas
de arroz,
una aspirina.
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Escalinata
rota
por el viento,
despojada
del alma;
furia y fuego,
espejismo
sesgado,
triste juego,
resonancia
tardía
de un lamento.
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- ¡Johnniiiiiie!
¡Sal de la luz!
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Dictador oxidado
en su vitrina,
palomas patinando
en la arboleda,
una historia
se va,
otra se queda;
muere una
flor de lis
en cada esquina.
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No volveré
a pensar
tus cosas
mías
ni morderé
el pezón
de tu mañana,
ni usaré
nunca más
la palangana
donde el pubis
de anís
lavar solías.
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- ¡No,
así no!
¡Despierta!
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Dos gallinas,
un nabo,
tres morcillas,
un relámpago
azul
y en la pupila
salada lagrimita
que titila;
¡un
ayer caminando
en zapatillas!
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- ¡La
vista al frente, Johnnie! ¡Y camina!
_
- ¿Hacia
dónde?
_
- No sé,
sólo… ¡camina!
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_
Cristales
de agua
_
Los cristales
de agua
son agitados
por la música,
el canto,
la poesía
y otros estados
de la materia.
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Hoy te vi
en el paisaje
vertical de
mis ojos.
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¡Estabas
tan sola!
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Te recorté,
envolví
tu cuerpo
en un abrazo,
arropé
tu alma
en la tibieza
de mi alma
y te llevé
a casa.
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Escuchábamos
el latir
de corazones
entre suspiros,
fuego y
oscuridad.
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¡Ah,
idílico ritual
de los
amantes!
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Más
allá
del cuerpo
tembloroso
el abismo
crece,
al borde
del rímel
la lágrima-niquel
titila
indefensa
entre piedras
de sol
y realidades.
_
¡Es
siempre, querida,
el mismo
argumento!
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La muerte
–pienso-
es un límite
necesario
que el tiempo
redimensiona.
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Quisiera,
no obstante,
aportar al
mundo sensible,
-como recuerdo
de mi paso-,
algo más
que una huella digital
en mi pasaporte.
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_
_
Suena asonante
un planeta azulado
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Todos los
pueblos reclaman al cielo
lánguidos
campos cubiertos de mies,
verdes campiñas
secándose al viento,
mil arrozales
ardiendo de sed.
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Almas sufrientes,
pasiones sin freno
cual corazones
latiendo al revés,
ínfimos
niños que juegan sin tiento,
vil ecuación
que nos lleva al ayer.
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Canta a la
vida, sonríe, mi amigo,
pinta en tu
cuadro acuarelas de pan,
piénsate
ave que vuela a su nido,
_
pico de seda,
sabor libertad,
música,
letras, sudores, cariño,
alta la frente,
sonrisa de paz.
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El mordisco
de la bestia
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Tu bosque
es un lugar oscuro lleno de lobos
al que debo
acudir antes de dormir.
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Posaré
sobre la alta rama del árbol más florido
una canción
cereza y en la cúspide
habitaremos
en silencio el sueño de las hojas.
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En la mañana
siguiente al decimo minuto
cabalgaré
a horcajadas
sobre una
alfombra persa preñada de pagodas
y fumaré
con Buda el último canuto.
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Volveré
a ti hecho fluido y patinaré sobre tu culo
en un postrer
intento de descifrar el parto
de la torre
Eiffel
y cuando juntos
encontremos la savia literaria
que une sus
costuras
bordaré
un poema en la zona neutra de tu pecho
para alejar
sospechas sobre un probable
incesto geométrico.
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Después
de hacer el amor como animales, querida,
asistiremos
a la comunión piramidal de Manhattan
tras el mordisco
de la bestia.
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_
_
Mujer lobo
_
Tannesy, la
reina lobo, mira hacia abajo desde el promontorio intentando interpretar
los signos.
La manada
descansa tras la agotadora jornada, cubierta por el reflejo de una hermosa
luna que aún no se sabe.
Queda todavía
mucho camino por recorrer pero a cada paso el pedregal aúlla y se
retira. La senda es cada vez más luminosa por los bordes.
Hay que aprender
a beber de los mismos riachuelos de los que bebe el hombre sin masticar
la roca.
La maltrecha
vitalidad de las mujeres se puede recuperar efectuando amplias excavaciones
psíquico-arqueológicas en las ruinas del subsuelo femenino.
La mujer moderna
es un borroso torbellino de actividad. Se ve obligada a serlo todo y de
todos para llegar al nido.
Mas los viejos
relojes se niegan a remover la arena y se han parado en la hora nona.
Ha llegado
la hora de que se restablezca la antigua sabiduría.
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Pentagrama
de humos y distancia
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Hoy te vi
en la parada de un glacial
iridiscente.
Un cruce de
miradas. Un instante
grabado en
el confín del universo.
Un retal melancólico
de
nada.
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Aquella tarde
azul celeste…
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pentagrama
carnal en la penumbra,
la resbalada
mano, el labio seco,
el muslo entreabierto
asomando
terso en la
rasgadura de tu falda.
La mirada
agitada bajo el párpado,
inocencia
y ternura galopando
sobre rizadas
cimas de alabastro…
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A mi lado,
vestido de distancia,
el recuerdo.
A lo lejos
-magnolia desecada
por el tiempo-
un antes y
un después deshilachados
copulando
en las sedas del momento
pasado.
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_
Caminante
y peregrino
_
Con dos pasos
pa´delante
y apenas medio
hacia atrás
irás
siempre, caminante,
seguro a cualquier
lugar.
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Si te fijas
una meta
y no la pierdes
de vista
lo que importa
en realidad
es el camino
sin prisa.
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El llegar
o no llegar
no es la razón
ni el destino,
es el mero
caminar
lo que nos
hace camino.
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Caminante
y peregrino
que abres
surcos al andar,
tu paso hace
al camino
lo que el
amor a la paz.
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Y si a mitad
de tu marcha
la fuerza
te ha abandonado
no sentirás
la nostalgia
de no haberlo
intentado.
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Ya lo dijo
el buen Machado
“¡Caminante,
no hay camino!”.
Pero hay sendas
esperando
abrir caminos
contigo.
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_
_
Naufragio
en un barquito de papel
_
Un paraguas
de chef
en la cocina,
conejita playboy
en vinagreta,
la moza remolona
no está
quieta;
¡su
rico canalillo
es cosa fina!
_
Palabras entre
lágrimas
y fado
en un adiós
perenne
y Moody Blues.
Sobre cuerpos
salados
y tabúes
corre el Benedictine
caducado.
_
Un par de
zapatitos
sin hebilla,
la flor del
floripondio
en mi tetera,
una canción
de amor
en primavera,
seis versitos
de luz,
una sextilla.
_
Osamenta de
espejos
que camina,
mascarada
de esfínteres
fallidos,
sobremesas
de ácidos
y aullidos;
juglar de
sexo,
jazz y trementina.
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Quisiera diluirme
entre tus
piernas,
borrar el
mundo aquél
con el pulgar
y hacer del
universo
otro lugar
recostando
en mi vid
semillas tiernas.
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La cara es
el campo
de batalla
donde yace
un cadáver
muy amado,
el cuerpo
es sepulcro
ya violado,
el alma, superficie
que se ralla.
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Sudor de una
reseca
calavera
dorándose
en el mar
de los andrajos,
cloacas europeas;
barrios bajos
ardiendo cual
pezones
de madera.
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Esa negra
pestaña
que da sombra,
tu perfil
cincelado
en mi memoria,
borriquillos
girando
en una noria;
la grieta
carmesí
que ni se
nombra.
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Una voz,
un graznido
de quincalla,
un cañonazo
atroz;
muere a tu
lado
la vieja concepción
de aquel pecado,
y nacen negras
flores
tras la valla.
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La chica a
la que importo
tres cominos,
el sátiro
de turno
en una esquina,
Aquiles,
Zeus y Baco
en la cantina;
¡un
fauno persiguiendo
remolinos!
_
Una flor que
se cierra
y no se cierra,
esa sonrisa
a medias
en tu boca,
una canción
grabada
en una roca;
la mirada
infantil
que el alma
aferra.
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Ocultamos
la faz
de la violencia
en trapecios
de musgo
y candilejas.
¡Protegida
del mundo
por sus rejas
dirime la
ciudad
su pestilencia!
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Escalo tus
rodillas
y allí
exploro
un mensaje
encriptado
entre tus
piernas:
entrada y
barra libre
en las cavernas
que llevan
a la cueva
del tesoro.
_
¡Incolora
humedad
que moja y
seca
cual posos
de cal viva
en discoteca!
_
_
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Antonio
García Vargas
Almería,
Andalucía, España, marzo de 2008
Otra muestra
de su obra:
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