ANTONIO
GARCÍA VARGAS
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Araña lobo
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El
pequeño arácnido lobo macho se acerca sigiloso. Allá,
sobre un zarzal está ella, tejiendo sin cesar. Sus lindas patas
cubiertas de pelos suaves, relucientes. Sus bellos y grandes ojos otean
el horizonte. Su desnudo cuerpo de diosa desafía la tarde. ¡Es
tan hermosa!
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Él
sabe que no puede distraerse. Ella es grande, muy grande, diez veces mayor
que él. Así son todas las arañas lobo hembras. Sabe
también que si ella es virgen tal vez él pueda escapar con
vida tras el contacto aunque es bastante improbable. De pequeño
le contaron que hubo un macho que logró escapar a la muerte pero
sólo son historias sin fundamento difíciles de contrastar.
Cuentos para dormir bebés araña.
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Ella le ha
visto y disimula, coqueta, mas él capta sus feromonas ?y observa
cómo en su perfecta tela empiezan a surgir leves imperfecciones.
Su presencia la ha puesto nerviosa. Al fin decide acercarse y frota con
delicadeza dos de sus patas produciendo un verso feromonal sonoro que la
estremece de patas a cabeza.
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Ella deja
su labor y le mira. Se miran. Es tan fuerte el impacto visual que el espejo
del alma se abre mostrando la multicolor belleza de pujantes mundos interiores
hasta ahora desconocidos para ellos. La tarde se detiene y se hace brisa
embriagadora. Un universo de sensaciones congela los alientos y el bosque
se aromatiza con efluvios pasionales.
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Embelesados,
se toman de las patas intercambiando sabores y olores a través de
los pelos e inician una especie de baile de acercamiento, de conocimiento
mutuo. Los cuerpos se confunden cuando ella, en un arrebato apasionado
le deposita sobre su pecho. Después, él acaricia la deliciosamente
ancha cintura y ella abre las puertas del tesoro largamente custodiado
para que su amado la posea.
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Tras el éxtasis
de la cópula ella recuesta sobre su abdomen al adormecido amante.
Le mima con esmero frotando con la lengua su lánguido cuerpecito
y fabrica para él un lecho de seda. Con sumo cuidado y en silencio
para no perturbar su sueño, le viste de suaves sedas que calda después.
Más tarde, cambia el tacto y grosor de la seda y le confecciona
un confortable y resistente traje en forma de capullo, rematando primorosamente
los bordes. Por último lo cubre con seda impermeable para protegerlo
de los elementos.
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Pasa la tarde,
llega la noche y el bosque resplandece bañado por la luz de las
estrellas. La luna, espectadora de excepción, contempla cómo
la araña lobo introduce delicadamente su puntiaguda lengua por una
fisura del traje sedoso, disuelve al amado con sus jugos y se lo come en
un último y maravilloso acto de amor.
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Antonio
García Vargas
Almería,
Andalucía, España, diciembre de 2007
Otras muestras
de su obra:
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