Beatriz
Baudizzone_(Argentina)
Carta a un jardinero
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Querido Don
Luis:
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Después
de mi prolongada ausencia he vuelto a esa casa en la que fui tan feliz
y no he querido marcharme nuevamente sin dejarle mi corazón.
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Estoy profundamente
agradecida por cómo sigue cuidando los jazmines del cielo y el laurel,
y por el especial amor que ha puesto en conservar el parral que resguarda
la galería desde donde se divisa el hogar frente al que amaba leer.
Lo mismo le digo de los tilos bajo los cuales recibí mi primer beso,
secreto que solo usted y yo compartimos.
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Al llegar
al jardín y no verlo, no puedo negar que me faltó algo, pero
su amor por él fue la semilla más agradecida que usted tuviera
alguna vez en sus manos. Me senté frente a la mesa de piedra, en
los sillones de hierro, cerca de la leña que usted guardaba para
el invierno, y simbólicamente brindé por su cálida
voz cuando me enseñaba a reconocer por su nombre los árboles.
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Esta ceremonia
duró lo que insume un café al ser bebido en una madrugada
de verano. Extrañamente no derramé ninguna lágrima.
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Después
me he levantado con una sonrisa llena de recuerdos queridos y lentamente
me he dirigido a la entrada.
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Cerré
despacio la verja, como usted me enseñó. Por nada del mundo
permitiría que la paz de su jardín se viera interrumpida.
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