Vaya, Hugh, escuch�ndote,

por no quebrar el andamio que me sostiene

y escribir versos atemporales,

casi volv� a quedar en ataduras,

en el ancla oxidada de atardeceres lue�es.

Cada vez que romp�, cre�, cre�, fui constructora,

tuve etiquetas/golpes/ignorancias

y aqu� estoy otra vez, con mis cincuentaiocho,

salvaje por tornar a mi salvaje

ni�a que a los tres a�os habitaba

todas las diabluras

bajo su piel y encima de sus sue�os.

 

De tus nubes doradas desprend� mandarinas,

encendidas violetas... Mas, dolida, te digo:

las lluvias tan �cidas se han vuelto

que han ro�do mi coraz�n en el agobio.

Tomo as� con furor mi lapicera

y un papel de cristal, vac�o y bueno,

vuela hasta mis labios que han sangrado,

hasta estas manos que ahora admiran

tu consejo de vivir la vida... De lamerla

sin lucubraciones...

Por ello escribo, Hugh, y  me confieso:

cuando abrazo a mi gata

te recuerdo.