He peregrinado desde Montréal hasta
Victoria Island; congreso tras congreso/ponencia
tras ponencia. En 2006 caminé sin saberlo sus
mismos pasillos en Glendon College, buscando
cátedra, contactos, afinidades.
Una noche cordial conocí a Margarita en la
consabida cena/tertulia de la ACH que culminaba
cien ponencias. Sonreía abrazada de Alicia
Galván, mi apreciada sorjuanista mexitexana.
Conocí y admiré a ambas ese mismo día y
establecimos lazos comunicantes.
Tiempo después, tras más ponencias en casa de
Gabriela Echeverry nido generoso/hábitat de la
academia, narrativa y poesía hispano-canadiense
bien recuerdo a Margarita: alegre, ottawana por
esa vez/ en alegre danza con Lady Rojas marcando
los pasos: bailando cuecas, huaynos, marineras
al ritmo de mi quena y las zampoñas diestras y
guitarras de Luis Abanto, con el buen Ramón
Sepúlveda palmeando, coreando y cantando. Triple
gerundio de la acción permanente que es Ramón.
Allí Norma Kaiser sonrió contenta, pues llevaba
años en Canadá añorando estas tertulias de
trova, bohemia y poesía, vino, charla y danza.
Margarita se me fragmenta además en otro momento
torontano al preparar ambos la edición del libro
colectivo sobre Octavio Paz. Aprendí entonces de
su rigor editorial, de su amor intrépido por los
libros: de su respeto absoluto a La Palabra.
En otro fragmento de Margarita la leo y la hallo
entre líneas firmadas con Letras de Maple por
autoras hispano-canadienses; como todo lo
femenino son agridulces y severas, sorprendentes
e ignotas/ peregrinas y secretas. Las edité con
rigor y respeto, apoyado por el maduro arte
editorial de Jorge Echeverry y Luciano Rojas.
Son Gloria Macher, Gina Salinas, Aspasia
Worlitzky, Lady Rojas, Nela Río, Yolanda Duque
Vidal, Camila Reimers, Nieves Fuenzálida, Erika
P. Rootsna, Maya Kankhoje, Gabriela Echeverry,
Carmen Contreras, María José Giménez Micó,
Carmen Lira, Roxana Orué, Nubia Cermeño y,
Cherry at the top, la prosa de Ramón Sepúlveda y
Jorge Echeverry Arcaya: todas ellas voces
diversas pero hilvanadas magistralmente en
mixtura, y cuyo privilegiado epílogo es la
semblanza de Hugh Hazelton a nuestra Margarita
Feliciano.
En otra fragmentación más disfrutamos
Norma y yo de una cena en casa de Margarita y su
esposo, y así la Literatura, la cordialidad y un
Toronto nocturno amueblaron la escena. Otras
noches Margarita y yo asistimos a un recital
poético; compartimos el homenaje a Efraín
Huerta… Todos ellos son fragmentos recientes
/estela del cometa y no meteorito que es toda
Margarita/ porque para emérita no es sólo cosa
de algo súbito.
De vez en vez descubro casual a Margarita en
fotos, citas librescas, noticias comunitarias,
eventos consulares y académicos asuntos. Junto
cuidadoso estos fragmentos de totalidad y
entonces, aún con la brecha de tiempo y espacio
/ despacio / de despacho, suelo hallar en mis
pasillos vitales a la plena maestra: a Margarita
Feliciano.
Toronto, abril de 2024