__Dos
hermanos
Dos hermanos tengo,
dos hermanos misteriosos
que de la mano
me llevan como a niño,
el amor y la muerte.
Dos esfinges en la loma
que aparecen y se van
que sonriendo
muestran su rostro.
La esfinge del amor,
esa doncella altiva
que me sonríe
y me deja en silencio,
tal vez nunca la entienda;
la de la muerte
es la única
que con promesa cierta
me espera
a que la conozca
en un ritual
de sombras.
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__Obligaciones
Hoy tendré que decirles
a mis amigos los árboles
que ya no está;
a ellos que una vez
me vieron feliz
venir a contarles de su voz.
Y yo oiré con envidia
el susurro de sus hojas,
el ruido de sus ramas
que se rozan en un abrazo,
veré sus sombras que buscan
el cerco, las piedras, los troncos
caídos.
Y yo tal vez tranquilo veré
cómo sus frutas hermanas
caen, golpeadas por el dulce
empujón del sol o la fuerza del
viento,
cómo dan al suelo con una sonrisa
abierta
y con su fe entera hacia la tierra.
Un rayo tenue cruza
el laberinto de hojas.
Hemos hablado y me voy
despacio, intacta la fe.
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__El
mar
y las estaciones
Tener la seguridad del mar,
la certidumbre de las estaciones
que saben que un poco más
de viaje en esta tierra
y será 22 de septiembre,
o marzo, todavía con frío, vendrá.
Tener la sabiduría de los pájaros
que en vez de embestir la distancia
planean en el cielo
guiados por los hilos del viento.
Ser firme como las alas de las aves
que soportan el peso
pero no obstruyen la luz del sol.
Ser viejo como un árbol
centenario pero que todavía agradece
la luz que cada día calienta sus
ramas.
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__Vivo
en
un país grande
Vivo en un país grande
que no conozco
porque va de mar a mar,
desde lo cálido hasta las nieves
del polo donde pocos habitan.
Este país apenas me conoce.
Soy un número con una dirección
y una fecha de nacimiento
que paga impuestos
y consume los objetos de la felicidad,
uno más de los millones que hablan
inglés,
aunque todavía sueñan en
español,
y va de visita a su país
también desconocido,
descolorido por los años,
el recuerdo, el sol que quema.
En este país grande
también caben los años
que nadie quiere,
las historias
que a nadie interesan,
la cara desconocida,
el acento extraño
que no calza porque
suena raro, extraño,
usted no es de por aquí,
exclaman.
Allá también
me preguntan
sobre mi procedencia.
Soy de la China o el Japón,
murmuro, y la gente,
mi gente, me cree,
todavía me creen
cuando les explico
que aprendí el español
en la universidad
y por eso lo hablo bien.
La patria, digo, en el pueblo,
la calle, la gente que te conoce,
allá, aquí, los amigos, mi hijo,
el perro de la infancia
que todavía me saluda,
las palabras que escucho
no importa en qué lengua,
pero que vienen de una voz
fraterna, sin fijarnos en su faz.
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__Uno
espera
Uno espera que la vida cambie,
que mejore el tiempo como
la marea
para después echar la barca al mar.
Pero nada, nada parece
compadecer la dureza de los días.
Así vamos arrastrando una sombra
de una ciudad a otra,
de una estación a otra,
de una noche a otra.
Así vamos empujando
los minutos, las tareas
de cada día:
lavar la ropa,
coser la camisa,
lustrar los zapatos
que nos llevan a otros días,
animándolos a que sigan,
a que no desfallezcan,
a que no queden derrotados
un día, con un cordón
por un lado y el otro desaparecido.
Uno trata como buen ciudadano,
va contento al trabajo,
paga los impuestos
y saca la basura,
como si en todo
esto hubiera una oración,
como si así se nos fuera
a prometer un año mejor.
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__Exilios
Los exilios se construyen
como pirámides de sueños,
de hombres, de esperanzas,
de mujeres y de años;
pesadas y anchas al principio
como para borrar así
su sombra o su origen,
o como para con su
pesadez insistir que todo
intento de olvido sólo
es torpeza, auto-engaño.
Después, dicen, los recuerdos
se vuelven más livianos;
el tiempo se apiada
y nos oscurece la memoria.
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__He
esperado
He esperado muchos días,
y no he recibido respuesta.
Abril pasó, la nieve se fue,
y no he recibido respuesta.
Desde la ventana los árboles; el
viento,
las hojas verdes en el mes de mayo.
Pronto las flores se llenarán de polvo
y esa carta tuya que no llega.
Quizá deba escribirme a mí mismo
una carta que empiece: “Querido tú.”
Que me cuente de la tierra lejana,
de los muros que escuchaban en
la sombra.
Que me diga que nosotros somos
los de allá, los de aquí; sólo
sombras.
Una carta que hable de los que no
están,
los que se fueron sin dejar
direcciones.
¿En qué senderos de tibios celajes
andarás,
tropezándote con la luz roja de la
tarde?
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__Ausencia
Cuando parece que vienes,
volando sobre un caballo,
que azotas el viento con tu figura,
dejando ver tus muslos blancos,
acercándote con tu vestido ayer nomás;
nomás ayer te veía entre los robles,
alborotada en el río,
guerrera incontrolable que reía.
Años después todavía vienes
perdida entre la arena,
arrastrada por el sol
y el río que se lleva
tu vestido, las piedras
con que todavía juegas
en mis sueños grises
de caballos y tú . . .
Y tú sigues allí, sentada,
o montando potros, dominando
las líneas de tu cara,
dura porque han sido
de puños tus días,
diosa engrandecida, ven,
diosa atormentada, sigue,
como ayer, como antes,
no hay nada que te detenga,
ni manos ni palabras,
ni el saber que estoy aquí,
sumido todavía en la ausencia.
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__El
paisaje
solo
Aquí, allí
lluvia y espejo.
Aquí, allí
tarde y sombra.
Aquí, allí
edificios grises,
momento que cambia,
cielo gris y frío,
gotas heladas en la cara,
ropas insuficientes,
el paisaje solo.
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__Si
me
ves
Si me ves por la calle
no me saludes
que tal vez ya no soy el mismo.
No reconocerás mi cara
ni mis palabras de ayer;
día a día ya no sé
dónde quedaron las espadas,
dónde quedó el rencor.
Hoy partido, camino
sin querer por calles
que me separan
de aquel grito,
del pedazo de tierra,
rincón de mar,
de patria primera,
de madre salvaje.
No me hables
ni me mires;
ya no hay espejos
ni musgos
ni paisajes con puertas secretas
o ventanas para jugar; nada.
Nada. Sólo un camino.
Sólo estos ojos extrañados.
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__Las
aves
que te llevan
Noviembre llega
y con él tiemblan
las primeras nieves
en el cielo.
Los pájaros preparan
su salida
rumbo sur
–dicen que con la magia
del viento
pueden estar
en el Golfo
en un día–.
Yo había pensado
mandarte una carta
con ellos, los pájaros.
Quería enviarte
en la carta
una gota de agua,
un puente hecho de horas,
una provincia,
o un grano de arroz
para que alimentes
las aves que te llevan
día con día más lejos.
Pero tal vez me contente
con enviarte unos árboles
para que te adornes la cabeza.
__________(Saskatoon, 2000)
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