De sue�os, visiones y profec�as:
pasado y presente de la realidad ind�gena en M�xico
Presencia de Elisa Lipkau en Concordia University
Montreal, marzo de 2003


Memoria, dignidad y resistencia
El sue�o zapatista: una guerra contra el olvido


�NDICE
 

1. El origen 5. La lucha 09. La muerte
2. La m�scara 6. La estrategia 10. La palabra
3. La memoria 7. La mirada 11. El silencio
4. La resistencia 8. La paciencia 12. La dignidad

 

1. El origen
 
Cuando el universo Osil Balamil fue formado, cuando tuvo su origen de la oscuridad profunda, cuando surgi� con su cauda de animales, cometas, rayos y centellas del bast�n de la deidad dual creadora, s�lo las fuerzas de la maldad y el Poslob recorr�an los valles y montes en forma de bolas de fuego o tigres devoradores.

En aquel tiempo antiguo, "Tiempo todav�a sin tiempo", antes a�n de que el sol fuera  concebido. En este tiempo en que las palabras carec�an de significado y las cosas a�n no ten�an su nombre, los primeros hombres fueron fabricados por los guardianes del cielo, moldeados en madera o en barro, pereciendo despu�s al no resistir al fuego o al agua. S�lo cuando su carne fue hecha de ma�z, resisti� y adquiri� su verdadera esencia cultivadora y colectiva...

La luna, las estrellas y plantas, viv�an entonces como los hombres de ma�z sobre la tierra nocturna, cautivos de deidades que tomaban su fuerza de la oscuridad. Los santos tambi�n recorr�an el mundo; un planeta todav�a blando, cuyas piedras se moldeaban con los dedos y en el que un s�lo dios o un s�lo hombre pod�an fabricar  a soplos un templo de piedra...

Pero cuando el sol, la luna y las estrellas alumbraron todo, la tierra se endureci� perdiendo sus secretos. Las acciones que antes eran f�ciles se convirtieron en milagros y prodigios. Los hombres de ma�z, los hombres verdaderos y �nicos, siguieron comunic�ndose con los dioses idos. En los tiempos arduos de la colonizaci�n espa�ola se les propici� en escondrijos o grutas, se les vener� en la forma de santos sustitutos[...] Se acudi� a su encuentro en cuevas, �rboles, monta�as y antiguos templos destruidos. Como dioses ubicuos corr�an en la savia de las ceibas sagradas que sombreaban cada plaza. As�, dec�a N��ez de la Vega en 1702: "Las sahuman con braseros y tienen asentado que en las ra�ces de aquellas ceibas son por donde tienen su linaje" [...]

Los dioses fueron entonces dioses enmascarados, ocultos para eludir la mirada del colonizador, salvados ahora como salvadores que hab�an sido del g�nero humano en el principio del mundo [...]. Sus haza�as portentosas siguen siendo el hilo conductor entre ese antiguo millenium indio, esa larga noche de resurrecciones, esa supuesta edad de oro destruida por la conquista y reinterpretada en la �poca colonial con ayuda de algunos cl�rigos "amigos de des�rdenes y desobediencia".

Antonio Garc�a de Le�n
Resistencia y Utop�a


En este recuento hist�rico po�tico de Antonio Garc�a de Le�n reside la esencia del pensamiento m�tico maya, as� como la descripci�n po�tica de la invenci�n zapatista. La lucha de los ind�genas de Chiapas tiene su origen en el origen mismo de estos pueblos y para ellos, como para cualquier otro pueblo ind�gena, la tradici�n y el mito, es decir, las palabras sagradas que refieren or�genes, pero que sobre todo, hacen "nacer mundos", son las creadoras, las provocadoras de la historia. De ah� que el Subcomandante Marcos le otorgue cada vez mayor peso a la palabra y la poes�a vital ind�gena, no s�lo como base y fundamento de sus comunicados, sino del movimiento zapatista en s�.

    Los zapatistas son guerreros simb�licos de un mundo ind�gena que est� despertando hacia una realidad vital globalizada, en la cual la civilizaci�n, el progreso, o como queramos llamar a esta compleja red de compraventa que rige el mundo, ha llegado a un punto de encaje; tal como lo hubiera concebido Carlos Castaneda. Si desde hace casi 500 a�os, los mayas, en conjunto con todos los pueblos indios de M�xico, han sido esclavizados, despojados, explotados en aras de esta supuesta civilizaci�n; ahora m�s que nunca, los pueblos indios viven bajo la amenaza constante de perder la ra�z de su esencia vital, de su etnicidad, de su Ser indio: la Tierra, la Santa Madre original que dio su vida al hombre y que habr� tambi�n de devorarlo si no aprende las lecciones de los antiguos dioses, para respetarla y cuidarla.

    La lucha ind�gena, expresada en su matiz m�s po�tico y articulado en el movimiento zapatista, no es una lucha por el poder, no es una guerrilla destructiva y provocada por intereses extranjeros, como muchos mexicanos de la clase media pudiente e intelectuales diversos pero cercanos al poder, han llegando a afirmarlo. La lucha ind�gena es una realidad vital de supervivencia, es una expresi�n sagrada del porqu� humano, es la manifestaci�n del gran Esp�ritu actuando en sus hijos: los hombres y mujeres verdaderos, aquellos que llegaron a la Tierra para luchar por ella, para protegerla y vivir rectamente; aquellos que luchan por conservar su pasado y con �l los or�genes; aquellos que han resistido 500 a�os de opresi�n y aislamiento, los que fueron conquistados para decirles qu� hab�a que hacer y c�mo hab�a que pensar y quienes, parad�jicamente, ahora nos ense�an lo que es la belleza de la Tierra, del mundo, la lucha por la justicia, la libertad y la democracia para todos.

    La lucha ind�gena que es la lucha zapatista, es una guerra de amor por la manera colectiva de ver a la Tierra y a la vida misma, en contra de una visi�n individualista y homog�nea que los due�os del poder y el dinero han querido imponernos desde siempre. El movimiento zapatista es la representaci�n post-global de la resistencia ind�gena de siempre y Marcos es su Director de Escena. En sus mitos y en sus s�mbolos se sustenta, en las ra�ces de la memoria colectiva, en la tradici�n oral que pasa de familia en familia y que nos hace humanos. En sus palabras y sus s�mbolos se sustenta una lucha por la humanidad entera, por la creaci�n colectiva de un mundo renacido y nuevo; un mundo donde quepan muchos mundos diferentes y donde el hombre no domine m�s a la Naturaleza y a los dem�s hombres, sino que pueda convivir con ellos en armon�a.

2.  La m�scara

As� como en el principio del mundo, los dioses dieron origen al hombre de la masa del ma�z y le otorgaron el soplo de la vida a trav�s de la energ�a solar que hicieron fluir por su cabeza. Del mismo modo en que los mayas prehisp�nicos veneraban a las ceibas como el �rbol sagrado por cuya  savia m�gica corr�a su linaje, as�, despu�s de la conquista siguieron apareciendo y siendo venerados en cuevas y ra�ces de �rboles, en los r�os y los parajes selv�ticos, los antiguos dioses. Y ah�, como dice Antonio Garc�a de Le�n, entre los �rboles, las ra�ces, se escondieron durante la larga noche de los quinientos a�os, los dioses y h�roes ind�genas, como nahuales, como esp�ritus de animales ocultos, para provocar y mantener viva, la resistencia ind�gena.

    O quiz�s sea al rev�s y ser�an los hombres verdaderos, los que se llaman a s� mismos Tojol Winik, o los hombres de palabra genuina, los Tojol Ab'al, quienes escondieron en las cuevas a sus dioses y h�roes del tiempo m�tico, para poder seguir recordando el momento del origen y a trav�s del recuerdo y la memoria m�tica, hacer posible la sobre vivencia de aquella resistencia sagrada que daba su esencia al mundo y a los pueblos indios. Pero una cosa es segura y Antonio Garc�a de Le�n lo deja muy claro: entre la explotaci�n del pasado y la explotaci�n del presente, en Chiapas, una misma resistencia ha seguido existiendo. La lucha zapatista no es sino la continuaci�n y la nueva etapa de la resistencia ind�gena primigenia. Las profec�as, met�foras y palabras de Marcos son reflejo de antiguas profec�as ind�genas, de profetas que advert�an sobre futuros liberadores, como un espejo de antiguos sue�os conservados por siglos en la memoria colectiva; memoria de hombres dominados pero de esp�ritus siempre libres.

    El hombre maya, el ind�gena chol, tojolabal, mame, zoque, as� como el huichol, wisrarika, tarahumara o cualquier otro, vive una existencia que a�n no podemos comprender muy cabalmente, porque es radicalmente distinta a la nuestra; una existencia en la que se conciben a s� mismos como pueblo, como unidad, en tanto parte de un mundo completo y no fragmentado. Los hombres dioses, los h�roes y dioses antiguos de Chiapas han seguido existiendo en ese territorio y han dado fuerza y cohesi�n a la rebeli�n ind�gena. Una rebeli�n que se basa en el recuerdo, en la memoria como reelaboraci�n constante del mito, para fundamentar y dar ra�z a su existencia. Por ello, durante siglos, la memoria de los mitos se resguard� en la oscuridad y la tradici�n oral. En la colonia, los chamanes o h�roes gu�as de los pueblos indios fueron perseguidos por hechicer�a y acusados de ser nahualistas, diablos encarnados en figuras animales. Pero ellos siempre resistieron. Escondidos entre la selva, en los troncos y las ra�ces de las ceibas sagradas, donde resid�a el origen de su linaje. De esta forma, hicieron posible la resistencia ante el conquistador y la sobre vivencia del ind�gena ante la despiadada explotaci�n del ayer y del ahora. Por eso, el movimiento zapatista no pod�a haber existido sin Marcos y Marcos no pod�a haber sido sin los zapatistas. Marcos debi� ser endiosado, enmascarado como Vot�n Zapata, el coraz�n del pueblo y los dem�s h�roes m�ticos del pasado ind�gena, para seguir emitiendo la fuerza liberadora de Kukulk�n, el viento, �el que es siete veces siete�, el provocador del movimiento y de la palabra ind�gena.
S�lo a partir de este endiosamiento, enmascaramiento de Marcos, el Sup pudo integrarse a la cosmovisi�n india y absorberla desde adentro, beber la savia de su conocimiento y convertirse en parte de esa idea originaria y total de un mundo: la visi�n india. Marcos se puso la m�scara para borrar su identidad occidental y sumergirse en la realidad de los mayas. Para llevar, como los jaguares y dioses, los ojos y la mirada descubierta y la identidad escondida, portada hacia adentro. S�lo integr�ndose a este mundo, a esa visi�n india e identific�ndose con ella, pudo convertirse Marcos en espejo y mira, en cerradura y ventana, para que los hombres de oro, los que vivimos en la acumulaci�n y el consumo, los que vivimos siendo una carga en las espaldas del pobre y del campesino, pudi�ramos ver y o�r la palabra verdadera, la palabra ind�gena.


Proceso
3. La memoria
 
Los ind�genas somos los guardianes de la historia. En nuestra memoria guardamos todos los colores, todas las rutas, todas las palabras y todos los silencios. Vivimos para que viva la memoria y viva no se pierda.
Subcomandante Marcos
Tehuacan, Puebla, 27 de febrero de 2001


En un momento en el cual parece que nos hemos perdido a nosotros mismos, en un mundo donde los abismos de la desigualdad se han ensanchado hasta llegar a l�mites inconcebibles para el g�nero humano, Bush y sus aliados destruyen una de las ciudades donde tuvo su origen la humanidad misma. Sus argumentos, que no nos interesan, son los mismos que esgrim�an los caballeros espa�oles en el pasado colonial. Hoy en d�a se justifica la conquista y destrucci�n en nombre de la libertad y el progreso, entonces se conquistaba en nombre de Dios y la civilizaci�n. Jam�s en la historia de la humanidad un s�lo poder pol�tico hab�a dominado al mundo conocido, en la forma m�s absoluta y c�nica en que Estados Unidos lo domina hoy. Jam�s en la historia humana hab�amos vivido m�s distantes de la humanidad.

    La utop�a zapatista es hoy el sue�o de un otro mundo, en el cual la memoria sea de nuevo ra�z para agarrarnos a la tierra. Y no es casualidad que en su estrategia medi�tica Marcos haya escogido el nombre de "la marcha del color de la tierra" para calificar a los ind�genas y su lucha. Pues, no s�lo en la mitolog�a maya el origen del linaje reside en la savia que nutre las ra�ces de las ceibas, no s�lo los hombres verdaderos se concibieron hechos de ma�z y paridos por nuestra santa madre, Jch�ulme�tik, sino sobre todo porque los zapatistas, como sus antecesores en Morelos, luchan por la Tierra misma, por el territorio como unidad cultural y fundamento mismo de la vida ind�gena. Los zapatistas luchan por el derecho a conservar y proteger la forma de vida ind�gena y en esta lucha, el territorio, la naturaleza, la memoria y la palabra como sustentos y bases de la existencia humana.

    Chiapas es  uno de los �ltimos yacimientos petrol�feros inexplotados en Am�rica Latina. Sus suelos son ricos en plutonio y sus bosques y selvas poseen maderas preciosas. Sus r�os generan m�s del 80% de la energ�a el�ctrica del pa�s y sin embargo, el estado es uno de los m�s pobres de la Rep�blica Mexicana y con los niveles m�s altos de analfabetismo y miseria. Pero sobre todo, Chiapas es v�ctima de la miseria del abandono y del descuido.

    Los zapatistas, con Marcos a la cabeza, se encuentran hoy en la dif�cil situaci�n de poder ser muy pronto clasificados como grupo terrorista, en la medida en que sus estrategias de resistencia se oponen directamente a los intereses del mercado libre y los pol�ticos de la regi�n. Ante el impase de las negociaciones de paz, que ha sido provocado por el gobierno federal y estatal, as� como por los ganaderos y terratenientes de la regi�n en varias ocasiones a lo largo del proceso de conflicto, la sociedad civil en M�xico comienza a cansarse del tema zapatista y a ignorarlo, en oposici�n a la gran atenci�n medi�tica que se le otorg� internacionalmente en febrero y marzo del 2001, durante la famosa Marcha del Color de la Tierra o Marcha por la Dignidad Ind�gena. Las bases zapatistas o comunidades ind�genas en resistencia desde el 94, son continuamente agredidas por los militares, quienes aliados al narcotr�fico internacional, as� como a los caciques de la regi�n, siguen despojando a los indios de sus territorios y formas de vida, tal como lo hicieron en la conquista, para poder dominarlos y esclavizarlos.


4. La resistencia

Ante la situaci�n mundial y la amenaza constante hacia la ecolog�a y los derechos ind�genas que representa el Plan Puebla Panam� planeado por el presidente Fox para el desarrollo de Chiapas, la posici�n del EZLN es cr�tica. Hasta ahora, una cosa los ha salvado del desastre: el inter�s internacional. Hoy d�a el EZLN se ha convertido en punta de lanza de un movimiento ideol�gico novedoso y vital a nivel planetario. Ll�mese globalifobia, lucha contra el neoliberalismo, conciencia global, o como sea, hoy, a diferencia de los a�os ochentas y noventas, en que los paradigmas del socialismo se hab�an derrumbado con el muro de Berl�n y la apat�a contempor�nea se apoder� de las conciencias de los j�venes, hoy comienza a sentirse y a definirse el nacimiento de un nuevo paradigma, una nueva utop�a global: la confianza en que la transformaci�n del mundo es posible y deseable. Y en esta transformaci�n de las conciencias, el EZLN ha jugado un papel principal.

    No obstante, la sociedad mexicana cada vez entiende menos el conflicto y se queja m�s de que los zapatistas "no han hecho nada para mejorar su situaci�n", es decir; que no han aceptado las migajas y los enga�os del gobierno. El mexicano promedio no entiende la estrategia zapatista como una estrategia de resistencia. �Resistencia de qu�?-se preguntan. Las llamadas bases de apoyo, las comunidades ind�genas "en resistencia" son aquellas comunidades que siguen el modelo zapatista y resisten presiones del gobierno para vivir como municipios aut�nomos. Estas bases zapatistas son constantemente agredidas y sus dirigentes asesinados porque no aceptan las reglas del juego pol�tico de la regi�n y desprecian las prebendas del gobierno; como el ofrecimiento de construcci�n de escuelas, las despensas de comida, el dinero de programas como Solidaridad de Carlos Salinas, etc�tera.

    Desde 1994 la lucha ind�gena ha sido una lucha de resistencia por conservar y proteger sus territorios y sus maneras tradicionales de vida. Ha sido la resistencia por la sobre vivencia de un ideal: la forma de vida de los hombres del ma�z, tal como lo expresaron los delegados ind�genas de Milpa Alta a la llegada del EZ en marzo de 2001, durante la marcha por la dignidad ind�gena:

�Ya desde la conquista nuestra gente ha sido llamada la gente del Alt�petl. Esta palabra que podr�a significarse �en las aguas, en los montes�, equivale a la palabra pueblo y expresa la indisoluble unidad de nuestros hombres y mujeres con la tierra, con el agua, con los montes. Esta es la ra�z primera de los pueblos primeros del An�huac que la conquista no pudo matar, que las instituciones y la religi�n del espa�ol no pudieron asesinar, que la doctrina del liberal y del conservador, del maderista y del carrancista no pudieron destruir. Esta es la ra�z que sigue viva, este es el camino que caminan nuestros pueblos�.
La lucha de resistencia ind�gena ha sido una lucha de resistencia por la protecci�n y conservaci�n del Alt�petl y la forma de vida ind�gena, la cultura y las tradiciones; por el resguardo de la memoria y contra el olvido; por la protecci�n y cuidado de la Tierra sagrada y por la forma comunitaria de vivir y compartir la vida. Ha sido esta una lucha centenaria por que el Estado y la Naci�n mexicana reconozcan su derecho principal a los pueblos: el derecho de mantener vivos su territorio y sus formas de vida. La lucha por la autonom�a ind�gena no es la b�squeda por implementar un modelo extranjero, probado en otras latitudes; es la exigencia de un reconocimiento legal, constitucional a la forma en que ancestralmente y desde la conquista los pueblos indios han venido existiendo, han conservado por siglos sus tradiciones, sus formas de vivir, trabajar la tierra, comunicarse, vestirse y gobernarse a s� mismos.

    Desde 1994, esta lucha ind�gena, articulada por el movimiento zapatista, ha sido una lucha  por y para el di�logo: las distintas iniciativas que han llevado a cabo para lograr su cometido han buscado siempre el di�logo con el gobierno y la sociedad mexicana, as� como la internacional. Pero como su lema lo dice, ellos quieren paz, que s�lo se lograr� con justicia y dignidad. El di�logo s�lo podr� ser si por primera vez los pol�ticos y los mexicanos en general comienzan a ver a los pueblos indios de frente, como iguales en derechos y diferentes en cultura: es decir; verlos con respeto.

    Tal como lo expresa claramente uno de los dirigentes ind�genas m�s importantes del CNI, el abogado mixe Adelfo Regino:

�La autonom�a constituye una experiencia ancestral. Gracias a sus valores, nuestras comunidades han sabido salir adelante con el esfuerzo propio y as� se han construido con los tequios, - los trabajos comunitarios- los palacios municipales, las escuelas, los templos.
Nos preocupa el fortalecimiento de nuestra autonom�a a nivel institucional, que la autonom�a que ya se da de hecho sea reconocida de derecho y ampliada a nivel regional. Porque hemos sido marginados e ignorados hist�ricamente, por ello es preciso que se instituya una asimetr�a positiva entre los pueblos ind�genas y los dem�s sectores sociales del Estado mexicano, que haga posible que paulatinamente nos vayamos equiparando al resto de la naci�n, en el disfrute de nuestros derechos colectivos�.
As� pues, la lucha del EZ y de los pueblos ind�genas ha sido una lucha por el reconocimiento y el respeto de sus derechos. Una lucha por que se comprenda y se defienda constitucionalmente su derecho a la diferencia y en esta defensa de la diferencia puedan por fin, tener los mismos derechos que todos los mexicanos. La lucha ind�gena, como la lucha de EZ es as� una guerra de paradojas. Pero esta lucha no ha sido siempre la misma ni ha seguido los mismos caminos. Desde su nacimiento en 1994 la transformaci�n y el desarrollo de la lucha zapatista ha ido de la mano con el desarrollo del movimiento ind�gena nacional y en esta b�squeda de ya casi 10 a�os, juntos han ido definiendo con el paso del tiempo sus m�todos y estrategias.

5. La lucha
 

"Si alguien se pregunta- -qu� es lo que quiere esta marcha de la dignidad ind�gena- la marcha del color de la tierra, aqu� est� la respuesta: Ni m�s ni menos que voltear el pa�s entero y hacerlo por fin el �rbol donde los todos que somos diferentes tengamos ma�ana com�n  como naci�n que, adem�s, es el �nico ma�ana posible. Un ma�ana donde los mexicanos todos, incluidos los ind�genas, tengamos democracia, libertad y justicia.
El poderoso nos llama ignorantes y dice que nuestro pensamiento de trabajo y beneficio colectivo  es producto de ideas extranjeras, comunistas, subversivas. Tal vez ignoran que en estas tierras el trabajo y el beneficio colectivo ya exist�an mucho antes de que el extranjero nos "descubriera". No, no queremos volver al pasado. Que no se cansen mucho pensando esos pensamientos comprados. En el pasado vivimos. Coas tenemos y no tractores...
Queremos vivir en el presente y construirnos con todos un futuro. Lo que no queremos es dejar de ser ind�genas. Estamos orgullosos de serlo. Orgullosos de nuestra lengua. Orgullosos de nuestra cultura. Orgullosos de nuestro vestido. Orgullosos de nuestra lucha como mujeres y como ind�genas y como pobres... Orgullosos, al fin, de ser el color de la tierra. Por eso queremos la autonom�a ind�gena. No para separarnos del pa�s y agregar otra naci�n pobre a las que ya hay en abundancia. La queremos para cuidar con sabidur�a la tierra. Para hacerla rica y pr�spera para nosotros y para todo el pa�s. Para evitar que la saqueen y la destruyan y la maten".
Discurso del Subcomandante Insurgente Marcos
Oaxaca, 26 de febrero de 2001


Este discurso de Marcos en el cual ya se ven claramente definidos los prop�sitos e ideales y las formas de lucha del EZ, difiere radicalmente de los primeros discursos, un tanto anquilosados, del Ej�rcito Zapatista en 1994. La lucha del EZLN, como cualquier movimiento pol�tico y revolucionario, debi� irse recreando y transformando en el camino, con el aprendizaje del momento y como respuesta a la respuesta del pueblo.

    Para comprender esta transformaci�n, es necesario recordar un poco los or�genes del movimiento:

"En los a�os ochentas, un peque�o grupo de estudiantes universitarios, na�fragos de los movimientos estudiantiles y pol�ticos de los 70�s y persuadidos por la figura del Che Guevara y la teor�a del foco revolucionario, se trasladan a Chiapas para llevar a cabo un trabajo de convencimiento pol�tico entre los indios y campesinos. Algunos de ellos constituir�n las llamadas Fuerzas de Liberaci�n Nacional que dar�n origen al EZ. Entre 1983 y 1990 las FLN hacen su labor de proselitismo entre tzeltales, tzotziles y tojolabales. Para mejor asimilarse al mundo que pretenden radicalizar, aprenden las lenguas y costumbres ind�genas y hacen suya la vida de miseria y carencia de las comunidades".
Pero en el trayecto, los organizadores de la rebeli�n aceptan su equivocaci�n fundamental. "Al principio", -le refiere Marcos a Ivon Le Bot en "El sue�o zapatista"- "en nuestra perspectiva de guerrilleros (los ind�genas) eran gente explotada que hab�a que organizar y mostrarle el camino. Ponte en nuestro lugar: �Nosotros �ramos la luz del mundo! Y ellos eran ciegos a los que hab�a que abrirles los ojos". Pero esto da un vuelco al aparecer el viejo Antonio, "enlace de comunidades, con su mundo y con la ra�z ind�gena. El Ejercito Zapatista de Liberaci�n Nacional, a trav�s de �l, a trav�s de esos l�deres pol�ticos y jefes de las comunidades, empieza a entender su historia de fundaci�n pol�tica, su conciencia hist�rica, su enorme conocimiento. Y el resultado es que no est�bamos hablando con un movimiento ind�gena que estaba esperando un salvador, sino con un movimiento ind�gena con mucha tradici�n de lucha, muy resistente y muy inteligente tambi�n, al que simplemente le serv�amos de algo as� como un brazo armado" (Proceso, edici�n especial, enero de 1999).

    Marcos y los dirigentes guerrilleros comenzaron entonces a aprender de los ind�genas; sus formas de lucha, su cosmovisi�n, su mirada po�tica ante la vida. Y si en un principio, el movimiento hablaba de revoluci�n con tintes socialistas, de tumbar al gobierno federal y tomar la capital de la Rep�blica, pronto, el discurso zapatista fue transform�ndose a s� mismo, a partir del desarrollo y liberaci�n de la capacidad literaria de Marcos. El desarrollo del movimiento zapatista corre paralelamente al crecimiento de Marcos como escritor indio. Y en la medida en que la sociedad civil responde a su llamado, Marcos comprende que el �nico destino del movimiento es transformarse parad�jicamente en una guerrilla pac�fica.

    Desde sus or�genes, los zapatistas se desvincularon del resto de las guerrillas latinoamericanas no recibiendo apoyo ni dinero del narcotr�fico. Tambi�n se desvincularon a trav�s de una de sus armas m�s poderosas, los fusiles silenciosos. Pues, si en un principio, durante la toma de San Crist�bal de las Casas el 1o de enero del 94, los zapatistas, (cuyo nombre lo ir�a tambi�n definiendo m�s tarde la sociedad civil), utilizaron las armas para apoderarse del palacio de gobierno y gritar su "YA BASTA" a la azorada prensa nacional e internacional, tan s�lo unos 10 d�as despu�s, ya con unas 200 bajas, numerosos heridos y 20 mil ind�genas desplazados de sus pueblos, los zapatistas reciben y abrazan el apoyo de la sociedad civil, para pasar de las armas de la guerra a la lucha pac�fica por el di�logo. Comienza as� la historia del movimiento zapatista como una historia de paradojas.

    En la Primera Declaraci�n de la Selva Lacandona los zapatistas no reivindicaban siquiera lo ind�gena del movimiento. Hablaban de liberar a los pueblos del mal gobierno y permitirles elegir democr�ticamente sus propias autoridades. Hablaban de formar nuevas filas con todos los mexicanos que manifestasen su apoyo a la causa y juraran responder a las �rdenes de la "Comandancia General del EZLN". Sin embargo, apenas pasados los balazos y al aclararse la nula respuesta social a la insurrecci�n armada y el apoyo extraordinario a las demandas ind�genas, lo revolucionario (la toma violenta del poder) se hizo definitivamente a un lado y se comenz� a definir la lucha del EZ como una revoluci�n sui g�neris. Una revoluci�n de conciencias tendiente a transformar a M�xico de una manera radical, pero sobre todo, a trasformar la visi�n del mexicano y el mundo hacia el ind�gena.

6.  La estrategia:  una guerra de s�mbolos

Aunque las estrategias de lucha del EZ se ir�an transformando junto con su discurso, vale la pena notar que desde antes de su aparici�n formal en 1994, los guerrilleros utilizaron el s�mbolo como arma principal de su lucha.

"El 12 de octubre de 1992 llegaron a San Crist�bal de las Casas m�s de 5 mil ind�genas, algunos con taparrabos y arcos y flechas. Rodearon la estatua del conquistador Diego de Mazariegos, fundador de la ciudad, emitiendo gritos y discursos contra la celebraci�n del Quinto Centenario y la falta de derechos de los ind�genas. Luego destruyeron la estatua y se retiraron, tan silenciosamente como hab�an llegado. Sin que nadie lo anunciase, hac�a su debut el Ej�rcito Zapatista de Liberaci�n Nacional" (Proceso, edici�n especial, enero de 1999).
Tras la toma de San Crist�bal de las Casas en 1994 y la violenta respuesta gubernamental, la presi�n de la sociedad civil mexicana para detener la matanza en Chiapas hizo que el presidente Salinas decretase un alto al fuego y advirtiera a los revoltosos que les dar�a el perd�n si entregaban las armas. El discurso de Marcos como respuesta a Salinas, publicado el 21 de enero, marca el principio del proceso de definici�n del movimiento zapatista y de la enorme simpat�a popular hacia los rebeldes:
"�De qu� nos van a perdonar?- pregunta Marcos. �De no morirnos de hambre? �De no callarnos en nuestra miseria? �De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga hist�rica de desprecio y abandono �De haber demostrado al resto del pa�s y al mundo que la dignidad humana vive a�n y est� en sus habitantes m�s empobrecidos?..."
Que la voz de la sangre que nos uni� cuando la tierra y los cielos no eran propiedad de grandes se�ores, nos llame otra vez; que nuestros corazones junten sus pasos; que los poderosos tiemblen; que se alegre su coraz�n del peque�o y miserable; que tengan vida los muertos de siempre. No nos abandonen, no nos dejen morir solos, no dejen nuestra lucha en el vac�o de los grandes se�ores".
Con este discurso Marcos se aleja definitivamente del anquilosado ideal guerrillero guevarista y comienza a creer en la posibilidad de formar un movimiento nuevo y verdaderamente ind�gena, a partir de la palabra y el s�mbolo. Marcos es sin duda, el dise�ador de esta estrategia zapatista. Desde el 1�  de enero �l es uno de los pocos encapuchados y en ese mismo d�a, -ante los turistas y sancristobalenses-, el Sup comienza a utilizar su gran capacidad literaria y su manejo esc�nico para darle un importante impulso medi�tico al movimiento.

    Tras lanzar su discurso del 21 de enero, d�ndole un lugar a la palabra y la met�fora ind�gena, pidiendo el apoyo de la sociedad civil y respondiendo con dignidad y altaner�a ante el poderoso, Marcos se gana la voluntad de la sociedad mexicana, quien desde entonces se convertir�a en la fuerza principal del EZ. La sociedad civil, esta "gran se�ora" desilusionada y ap�tica desde el 68 toma un gran impulso y cohesi�n a partir del nacimiento del movimiento zapatista y es un actor principal para conseguir el alto al fuego y la realizaci�n de las primeras conversaciones de paz entre los indios alzados y el gobierno.

    El d�a de la inauguraci�n de estas primeras conversaciones de paz con el gobierno, el 21 de febrero, en la Catedral de San Crist�bal, el Sup comienza a desplegar por primera vez su estrategia medi�tica, conformando un espacio totalmente teatral y donde lo simb�lico juega un papel prominente. Los indios aparecen todos enmascarados, pero vestidos con sus trajes t�picos. Entre ellos se encuentra la comandanta Ramona, como un peque�o testigo femenino de ojos abiertos y brillantes. Al frente y rodeado por todos est� Marcos, quien ser� el que lleve a cabo la mayor parte de los discursos. Los zapatistas, junto con Samuel Ruiz y el Comisionado para la Paz, Manuel Camacho Sol�s, todos se sientan en una mesa debajo del altar de la iglesia y con la bandera nacional de fondo. Los medios saturan por completo todo el espacio de la Catedral y los camar�grafos se empujan unos a otros para estar m�s cerca del espect�culo. All� donde hace 500 a�os los indios fueron adoctrinados y conquistados espiritualmente ahora se sientan a una misma mesa para hablar y dialogar con el gobierno y el representante de la Iglesia cristiana en Chiapas, Samuel Ruiz, quien ha sido uno de los principales impulsores del encuentro.

    En medio de este escenario supremo, con toda la atenci�n internacional sobre sus espaldas, el Sup despliega el primer s�mbolo zapatista: la bandera nacional. En ese instante, el 1er Comisionado para la Paz en Chiapas, Camacho Sol�s, se apresura a tomar el pedazo de tela por su lado rojo para salir en la foto, sin darse cuenta de que al hacerlo estaba cayendo en la trampa ind�gena. La bandera, con sus tres colores y el s�mbolo de la anunciaci�n tenochca como escudo, representaba la patria, la naci�n y su suelo, el territorio, comprendido desde la perspectiva ind�gena, con toda la carga ecol�gica y simb�lica que ello implica. Por todo eso luchaban los zapatistas al enarbolar la bandera como su s�mbolo y Camacho, al sostenerla, validaba la estrategia y justa indignaci�n de los indios, al sentirse siempre expulsados y exiliados en su propia tierra.

    Desde entonces, la lucha del EZ se defini� como una lucha medi�tica. Pero sobre todo como una lucha por la palabra y el respeto. En un momento sin duda hist�rico, como dijo el obispo Samuel Ruiz, en aquellas primeras Jornadas por la Paz algo nunca antes visto sucedi�, como una revoluci�n silenciosa y pac�fica: el hecho de que miles de mexicanos blancos y mestizos, como nunca antes, escucharan �vidos por la televisi�n a ind�genas mayas hablando en tzotzil, tojolabal, tzeltal, chol. Nunca antes, tantos ausentes y presentes hab�an o�do de modo tan absorto idiomas para ellos incomprensibles. Las conversaciones de San Crist�bal fueron la primera plataforma que oblig� al pa�s a ver a los ind�genas de frente, con admiraci�n y respeto. Pero, sobre todo, a escucharlos.

    Desde entonces, la estrategia medi�tica de Marcos y los principios de lucha del zapatismo quedaron definidos y ser�an estos, en colaboraci�n con la reci�n organizada sociedad civil, quienes har�an posible la mojada Convenci�n de Aguascalientes. Esta convenci�n posmoderna convocada y planeada por Marcos, reuni� a miles de personas e intelectuales en medio de la selva y fue tambi�n conocida como Convenci�n Nacional Democr�tica o Primer Encuentro Intergal�ctico contra el Neoliberalismo. Tal como la nave de Fitzcarraldo sobre el oc�ano azul de la Selva Lacandona, a lo largo de 28 d�as, en jornadas de 14 horas, 600 hombres y mujeres zapatistas construyeron un enorme anfiteatro con forma de barco y la bandera nacional como velamen, en medio de la selva. Sin embargo, seis mil o siete mil invitados, desbordaron la capacidad del escenario montado por los rebeldes. La lluvia sorprendi� a los cansados viajeros, que llevaban m�s de 34 horas e innumerables retenes zapatistas para llegar, y la humedad les hac�a recordar su condici�n burguesa.

    Despu�s de la llegada agotadora y el sue�o reparador, una larga espera de horas prepar� la expectativa. El Subcomandante Marcos ide� a la perfecci�n la puesta en escena de aquella gran representaci�n: miles de ind�genas armados y vestidos con el uniforme guerrillero, pero tambi�n muchos ni�os y mujeres con el rostro tapado con paliacates aparecieron desfilando ante el p�blico que derramaba l�grimas y aplausos exaltados, ante la manifestaci�n de la fuerza y la dignidad de aquellos miles de ojos observ�ndolos desde sus m�scaras. Pero ante la enorme fuerza de esa presencia india, el caos organizativo del evento, reflejaba tambi�n los ca�ticos resultados de la primera Convenci�n Nacional Democr�tica.

    En este encuentro los grupos pol�ticos no pod�an definirse. El tono de las discusiones, por primera ocasi�n en un acto tan pol�tico, iba  por otro lado y la desconfianza hacia los partidos se expresaba rencorosamente. Las exigencias se desbordaron y los acuerdos eran tan generales que nadie qued� satisfecho. Todos vociferaban sus demandas a la vez: "�Que se expulse al partido de Estado!" "�Que se convoque un congreso constituyente!" "�Que se enjuicie a Salinas!" "�Que se combata la homofobia!" "�Que se respeten los derechos de homosexuales y lesbianas!"...

    Despu�s de la lluvia, entre el lodo y la incomodidad general de los visitantes e ind�genas, tras dos d�as de caos, se aprob� todo en lo general y nada en lo particular. Sin embargo, esta fue la primera oportunidad en M�xico para hacer surgir este tipo de demandas, que hace unas cuantas d�cadas hubieran sido intocables. La lucha del EZ, demostraba as� su segunda paradoja: que al luchar por el resguardo de la tradici�n y la memoria ind�gena, provocar�a la trasformaci�n y la apertura de la sociedad civil mexicana.

7. La mirada

La popularidad de Marcos fue acrecentada e impulsada indirectamente por los distintos presidentes mexicanos que han tenido que lidiar con su estrategia gerrillera. Uno de los movimientos sociales de apoyo al Sup m�s fuertes que se generaron en M�xico fue resultado de la estrategia sucia del gobierno zedillista para "desenmascarar" a Marcos. El 9 de febrero de 1995, cuando se supon�a que exist�a un di�logo con el gobierno que hab�a comenzado en la Catedral de San Crist�bal el a�o anterior, ante las c�maras de televisi�n, el presidente Zedillo declar� la guerra al EZ y descubri�, seg�n �l, la identidad del Subcomandante.

    Se afirm� que Marcos era en realidad Rafael Sebasti�n Guill�n Vicente, de 38 a�os, oriundo de Tampico, licenciado en filosof�a y maestro de la UAM. El presidente orden� cumplir �rdenes de aprehensi�n contra �l y los dem�s comandantes zapatistas por traici�n a la Patria. La Secretaria de Gobernaci�n inform� de m�s de 110 denuncias de la poblaci�n civil en el periodo de enero a septiembre del 94, que inclu�an toma de poblaciones, saqueos de comercios, secuestros, etc y se calific� a los zapatistas como viles maleantes, atribuy�ndoseles todos esos cr�menes. La orden presidencial se transformar�a en una ofensiva militar contra las comunidades zapatistas.

    No obstante, la escapatoria de Marcos que se internar�a en la selva infranqueable de los Montes Azules, hizo que se acrecentase su popularidad y la sociedad civil comenz� a organizar marchas multitudinarias para reclamar que se cancelaran las �rdenes de aprensi�n contra �l y otros zapatistas presos. Nadie, hasta el d�a de hoy se refiere a Marcos con el nombre de Rafael Guill�n y en aquellos d�as la gente se cubr�a el rostro con pasamonta�as y desbordaba las avenidas principales de la ciudad de M�xico al grito enardecido de ��Todos Somos Marcos��. De esta forma, el Sup se entronizar�a como una nueva estrella en el firmamento de la lucha social de M�xico. Ante las c�maras y la imaginaci�n de los j�venes aparecer�a desde entonces como un nuevo Santo, �el enmascarado de plata� y h�roe nacional por excelencia en la lucha libre en los a�os 70�s.

    La sociedad civil se hab�a enamorado as� de aquel que cubri� su rostro, para que a trav�s de su mirada pudi�semos ver la realidad ind�gena. El 1�  de marzo, una multitud se concentr� en el Z�calo para manifestarse contra la guerra y d�as m�s tarde el Congreso de la Uni�n aprob� la Ley para el Di�logo, la Conciliaci�n y la Paz Digna en Chiapas, que suspend�a las �rdenes de aprensi�n y establec�a las reglas de la negociaci�n. Hasta entonces, la estrategia sucia del gobierno s�lo hab�a provocado que los zapatistas se multiplicaran en M�xico y en el mundo y ese apoyo de los zapatistas civiles hizo posible el inicio de una tercera paradoja: la guerra de los indios ante el Estado y la sociedad mexicana era una guerra pac�fica, una guerra de tierna furia que exig�a respeto. Y en esta lucha Marcos era Vot�n Zapata, el coraz�n del pueblo.


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8. La paciencia

Los zapatistas caminan con paciente paso y resisten la guerra de exterminio y violencia constante del gobierno. En abril del 95 se reinician los di�logos de paz en San Andr�s Sacamchen o San Andr�s de los Pobres y las primeras caravanas de ayuda de la sociedad civil llegan a las comunidades en resistencia. Los indios resisten organizados en trabajos comunitarios, con el apoyo de las ONG�s y personas generosas de todo el mundo, que llegan a la zona de conflicto para ayudar a las comunidades con talleres culturales, construcci�n de escuelas, hospitales donde se rescata el uso de la medicina tradicional, desarrollo de proyectos de explotaci�n autosustentable, etc�tera.

    Los siguientes meses son de largos acuerdos y desacuerdos, entre los representantes zapatistas y del gobierno federal en San Andr�s Sacamchen. M�s de tres meses pasan �nicamente para definir los procedimientos para el di�logo. Por fin, el 18 de octubre se instala en San Andr�s la primera mesa de di�logo entre los zapatistas y la COCOPA, (Comisi�n de Concordia y Pacificaci�n), la representante del gobierno federal. La mesa se instala con el tema de Derechos y Cultura Ind�genas. Despu�s de varios meses m�s de negociaciones, el 1�  de enero del 96 el EZLN emite la Cuarta Declaraci�n de la Selva Lacandona que incluye la respuesta de los zapatistas a una consulta nacional realizada por ellos en agosto. En este documento el EZ llama a formar una nueva fuerza pol�tica nacional independiente y aut�noma, civil y pac�fica, que no sea un partido pol�tico y que no aspire a la toma del poder.

    El 16 de febrero del 96 se firman los acuerdos de San Andr�s Larrainzar, entre el gobierno y el EZLN, pero con la presencia de muchas organizaciones ind�genas de toda la Rep�blica. Estos acuerdos ser�an retomados en octubre, cuando se re�ne el primer Congreso Nacional Ind�gena en la zona arqueol�gica de Cuicuilco en el Distrito Federal. En esta reuni�n novedos�sima para el pa�s, los representantes de cada etnia retomaron los acuerdos provocados por el EZ como base para la lucha por la autonom�a y el respeto a los derechos ind�genas. El CNI se llevar�a a cabo con el lema "Nunca m�s un M�xico sin nosotros" y la presencia de la comandanta Ramona. Todo esto fue un gran �xito, pues por primera vez casi todos los pueblos indios del pa�s se hab�an puesto de acuerdo sobre un tema crucial: la lucha por la defensa del territorio y la identidad ind�gena.

    Sin embargo, el gran avance del di�logo se suspende cuando un juez condena a Javier Elorriaga y Sebasti�n Entzin (antiguos miembros activos del EZ) por los delitos de rebeli�n y conspiraci�n. A ra�z de esto, en septiembre el di�logo queda indefinidamente suspendido. La Comisi�n de Concordia y Pacificaci�n COCOPA entrega entonces los Acuerdos de San Andr�s a Zedillo, para que se integren a la Constituci�n nacional; de ah� que a partir de entonces se les conozca tambi�n como Iniciativa o Ley COCOPA. No obstante, Zedillo manifiesta su desinter�s por la cuesti�n ind�gena retrasando hasta el 19 de diciembre su respuesta, para entregar una contra-propuesta a los ind�genas, a trav�s de la misma comisi�n presidencial. Los rebeldes la rechazan totalmente, pues la llamada ley Zedillo no menciona en ning�n punto los t�rminos autonom�a, territorio o identidad ind�gena y no reconoce a los pueblos indios como sujetos de derecho.

    En su sucia pol�tica gubernamental, Zedillo utiliza esta jugarreta para afirmar que los ind�genas no tienen voluntad de di�logo y en los distintos medios de comunicaci�n comienzan a surgir todo tipo de voces  sobre el tema de los derechos ind�genas y la autonom�a. Principalmente el debate gira en torno a la afirmaci�n estatal de que la autonom�a de las etnias puede provocar "una balcanizaci�n del pa�s".

    En 1997 los 1,111 salen de Chiapas. La cuarta etapa de esta guerra de s�mbolos comienza. 2222 pies descalzos, forrados de rudos guaraches o fr�giles zapatitos de pl�stico, hacen retumbar los suelos de Oaxaca, Puebla, Morelos y el Distrito Federal. En el abarrotado z�calo de la ciudad de M�xico el 12 de septiembre, los zapatistas, los de palabra verdadera, avanzan caminando en filas interminables y silenciosas. Los sonidos imperceptibles de sus pies despiertan un clamor que ensordece al gobierno: "Cumplan los acuerdos o hablen claro". Los ind�genas, portando en alto su rostro encapuchado sorprenden a la ciudad y a los hombres del negocio, que desde los altos y espejeados edificios de Reforma, dejan sus trabajos para observar a aquellos que nunca antes hab�an visto desfilar por la avenida principal de M�xico, con la frente y la dignidad tan altas.


La Jornada

9. La muerte

El desprecio hacia los ind�genas y su justa lucha por la dignidad y el reconocimiento de sus derechos se ha manifestado desde siempre con la muerte y la represi�n del gobierno y los paramilitares, al servicio de los caciques y terratenientes de la regi�n. El 20 de noviembre de 1997 los paramilitares de Chenalh� inician una ofensiva contra zapatistas e ind�genas cercanos a la di�cesis de San Crist�bal asentados en el pueblo de Polh�. Destruyen e incendian sus casas. La imagen de los desplazados en la televisi�n conmueve al pa�s, pero las advertencias que los observadores internacionales hacen al gobierno caen al vac�o. "Habr� una matanza"-dicen. El 22 de diciembre, 45 personas, -21 mujeres, 14 ni�os, un beb� y nueve hombres- del grupo Las Abejas, bases de apoyo del EZ, son asesinados en la iglesia de Acteal, mientras rezan hincados en el suelo.

    Palabras sobran para recordar esta infamia.

    La muerte y la infamia recubren los suelos de Chiapas, desde la conquista hasta hoy. Justo ser�an el odio y el desprecio de los ind�genas hacia un pa�s y una civilizaci�n que los ha maltratado y negado por siglos, que los ha intentado humillar por siglos. Sin embargo, los zapatistas siguen resistiendo la muerte y el maltrato, la pobreza, en una de las tierras m�s ricas del pa�s. Los poderosos siguen, en cambio, con su matanza y su mal gobierno. Su desverg�enza. Y muchas veces esta desverg�enza es apoyada y sostenida por los medios de comunicaci�n, como el diario La Cr�nica de Carlos Salinas de Gortari que el jueves 10 de junio del 98 afirmaba en primera plana: "El EZLN se enfrenta al gobierno: 9 muertos".

    La verdadera y no manipulada cr�nica de aquella infamia, la matanza de 9 ind�genas zapatistas en El Bosque, la mand� el periodista Hermann Bellinghaussen a La Jornada:

San Crist�bal de las Casas, Chiapas. 10 de junio.

"El escenario estaba puesto. Albores [reci�n electo gobernador del Estado] no pudo esperar ni a que pasara el primer partido del campeonato Mundial de Futbol. De inmediato se hizo cargo, como de costumbre, por el cruento ataque ocurrido hoy contra el municipio aut�nomo de San Juan de la Libertad".

Simb�licamente, San Juan de la Libertad era el nombre que esta comunidad se dio a s� misma al declarar su autonom�a, como tantos otros pueblos zapatistas en los �ltimos a�os. La guerra del gobierno se ha dado contra estos ind�genas que deciden rebelarse para autogobernarse, para poder elegir por s� mismos su destino. Como en tantas otras ocasiones, la matanza de El Bosque fue una manera del gobierno de advertirle a la comandancia general del EZ y a Marcos que ellos son m�s fuertes y no tienen piedad.

    De acuerdo con La Cr�nica, al filo de las 7 de la ma�ana, "las fuerzas de seguridad se aprestaban a efectuar 15 �rdenes de aprehensi�n y fueron recibidas por zapatistas armados, lo que gener� choques en los que intervino el ej�rcito hasta el medio d�a". En esta acci�n, que de acuerdo con el gobierno fue con el objeto de reestablecer el estado de derecho,  m�s de mil soldados y agentes divididos en tres grupos atacaron a la comunidad antes de que el d�a "clareara" por completo. Las fuerzas del �rden, los militares llegaron en la madrugada para sorprender en el momento m�s vulnerable. Las �rdenes de aprehensi�n iban dirigidas contra los jefes de la comunidad, que se manten�a aut�noma en rebeld�a hasta ver aceptada su capacidad y derecho de gobernarse a s� misma.

    La historia de asesinatos del gobierno contra las comunidades ind�genas luchando por su autonom�a y derechos culturales ha continuado desde el  94, a�n cuando el gobierno afirme desde entonces que quiere la paz y reconoce "las justas demandas de los ind�genas".

    Durante el �ltimo mes de diciembre, mientras mor�an m�s de 30 ni�os en el hospital de Comit�n, sin motivo aparente m�s que el descuido, el gobierno federal desaloj� a varias comunidades zapatistas, cuya lucha de resistencia por la autonom�a y la eterna respuesta de persecuci�n y violencia del gobierno, los hab�a orillado a exiliarse y protegerse en la selva. Su antiguo y leg�timo territorio. El gobierno afirm� que aquellos "hermanos ind�genas" (siguiendo las falsas maneras de hablar de Fox), estaban ocupando un terreno que era "reserva ecol�gica nacional" y cuya conservaci�n y cuidado estaba en manos del Estado. Por supuesto, nunca dijeron que su cuidado implicaba una de las fuentes m�s extensas y productivas de maderas finas en el pa�s.

10. La palabra

"Dicen los m�s grandes abuelos que los dos que son siete veces uno, se llamaron entre s� en el Hurak�n, que es otra forma de llamar al 'coraz�n del cielo'. Y dicen los m�s antiguos que nacer el mundo no es f�cil, que varios se necesitan, que la palabra es herramienta y material de construcci�n y que es en el tiempo de Hurak�n cuando se nacen las palabras, que por las palabras nacen acuerdos y que los acuerdos amanecen mundos...
As� dijo el viejo Antonio para que nosotros supi�ramos, para que nosotros camin�ramos ese tiempo de ciclones y huracanes no s�lo con el dolor que moja nuestros suelos y cielos, tambi�n para que con la luz que regala ahora el Caculh� Hurak�n, con ustedes nos habl�ramos y con palabras nos acord�ramos y plane�ramos algo simple: nacernos otro mundo, uno mejor, uno m�s bueno, uno donde haya lugar, respeto, o�do y voz para todos los otros que somos todos".
Comit� Clandestino Revolucionario Ind�gena
San Crist�bal de las Casas, Chiapas, 20 de Noviembre de 1998


Durante todo el proceso de conflicto, a pesar de asesinatos y guerra de exterminio en su contra, los zapatistas han resistido constantemente, llevando una vida de carencias y pobreza, pero de pobreza digna.

    En 1999 los zapatistas lanzan una quinta iniciativa por el di�logo y la paz. Pero esta vez no acuden al gobierno para llevarla a cabo. La Consulta Nacional del 21 de marzo congrega a tres millones de personas. Los 5 mil delegados zapatistas acuden a todo el pa�s para organizarla. Los tres millones que contestan al cuestionario de los encapuchados, apoyan la lucha por el reconocimiento de los derechos ind�genas y la necesidad de que se modifique la Constituci�n para lograrlo. La Consulta no tiene resultados pr�cticos inmediatos, pero sienta un antecedente crucial, como un nuevo acto en la representaci�n de la guerra zapatista, el pen�ltimo acto donde la palabra es la gu�a.

    El �ltimo de estos actos de hero�smo ind�gena, que han provocado la atenci�n de miles de personas en todo el mundo fue de nuevo una enorme marcha, pero m�s grande y mediatizada que la del los 1111 y m�s potente que aquella, ya que recorri� casi toda la Rep�blica y abraz� a miles de mexicanos y extranjeros que la siguieron a lo largo de todo el camino. La Marcha del Color de la Tierra, mal llamada por los medios "Zapatour", fue una proeza enorme, ya que implic� que miles de personas siguieran a lo largo de casi un mes a los 23 comandantes ind�genas y el Subcomandante Marcos, desde el coraz�n de la zona zapatista en La Realidad, pasando por los estados de Oaxaca, Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Quer�taro, Michoac�n, el Estado de M�xico y el Distrito Federal, hasta llegar al coraz�n de la antigua Tenochtitlan: la ciudad de M�xico. Esta gran peregrinaci�n pol�tica  e ind�gena emul� ante todo la esperanza que a�n reside en los corazones de los mexicanos, fue signo y ejemplo de que la lucha zapatista es como una manda y hasta que no se cumpla no habr� futuro para el nosotros que somos ustedes.

    Como lo han hecho durante a�os, el Zapatour ten�a una sola voluntad, un solo prop�sito: el reconocimiento constitucional a los acuerdos de San Andr�s firmados por la COCOPA y el EZLN el 16 de febrero del 96, que fueron rechazados y transformados despu�s por el presidente Zedillo.

    El Zapatour fue una marcha sui g�neris integrada por tantos veh�culos motorizados que parec�an formar un enorme gusano posmoderno cruzando las carreteras de M�xico, en uno de los �ltimos s�mbolos utilizados por los zapatistas para reconstruir a nuestra Patria. Tal como los gusanos cambian de piel, as� este gusano medi�tico formado por miles de periodistas, grupos  ind�genas, intelectuales, artistas y tantos otros locos que siguieron a los comandantes zapatistas en su viaje, hicieron posible con esta acci�n perform�tica darle uno de los impulsos m�s fuertes a la necesaria transformaci�n de la conciencia nacional. Una especie de cambio de piel, de metamorfosis en la conciencia hacia el ind�gena y hacia el mundo. Hasta hace no muchos a�os los ind�genas viv�an, como dice Marcos, en el cuarto de servicio del mundo y del pa�s. Ahora, despu�s de gritar y susurrar su "palabra verdadera", su YA BASTA ante tantos pueblos, ante tantas c�maras, ellos, los m�s peque�os, los m�s despreciados, se hab�an convertido de pronto, en los m�s grandes, los m�s famosos, los m�s escuchados. Y su mensaje era claro: respeto, dignidad, autonom�a.

    La gran Marcha del Color de la Tierra llam� tanto la atenci�n que hizo posible un hecho hist�rico. Despu�s de esperar durante d�as y luchar contra el desprecio de los diputados y senadores panistas que no quer�an dejarlos entrar al Congreso de la Uni�n, por primera vez en el devenir de nuestro pa�s colonizado y a�n colonial, los indios, los comandantes zapatistas, subieron a la tribuna del Palacio Legislativo para hablar y defender sus derechos e iluminar el recinto con su palabra verdadera. La palabra que son� entonces, ese hist�rico d�a, fue la palabra india, la palabra del ej�rcito zapatista  a trav�s de los labios de Esther:

"La palabra que trae nuestra voz es un clamor. Pero nuestra palabra es de respeto para esta tribuna y para todos y todas los que nos escuchan...La palabra que traemos es verdadera. No venimos a humillar a nadie. No venimos a suplantar a nadie. No venimos a legislar. Venimos a que nos escuchen y a escucharlos a ustedes..."
Pero los diputados y senadores, los que hacen las leyes de nuestro pa�s, no escucharon a Esther, como nunca han escuchado a los ind�genas. No pod�an escuchar a esta mujer del pueblo que les hablaba con su acento ind�gena y su emoci�n aut�ntica y humilde. No pod�an hacer otra cosa que bostezar y transformar luego la ley COCOPA, nacida de los Acuerdos de San Andr�s, para disfrazarla con un poco de lenguaje legislativo de una supuesta "reforma a los derechos ind�genas" que fue aprobada por todos los partidos pol�ticos en Abril del 2001. Esta ley, como una farsa m�s del gobierno hacia los pueblos indios, cancelaba en el plano de la praxis las reivindicaciones fundamentales que hab�an llevado a los zapatistas hasta el Congreso.

    Tras semejante burla, los zapatistas optaron por retornar a sus comunidades en silencio y esperar la respuesta de las dem�s comunidades ind�genas a la falsa reforma. Esta no se hizo esperar y para julio del mismo a�o m�s de 330 municipios ind�genas de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Veracruz, Puebla, Morelos, Estado de M�xico, Michoac�n y Jalisco presentaron controversias constitucionales pues la tal reforma no hab�a sido consultada con los representantes de las comunidades en cada estado de la rep�blica. Las comunidades ped�an entonces a la Suprema Corte de Justicia que invalidara la falsa reforma, pues no reformaba nada y en la pr�ctica hac�a inoperante la principal demanda de las comunidades y los zapatistas: el respeto y reconocimiento constitucional a una pr�ctica ancestral: la autonom�a.

    Los principales argumentos contra esta Reforma a los Derechos y Cultura Ind�gena era que los legisladores y el Poder Ejecutivo Federal, al aprobarla, violaron los procedimientos para reformar la Constituci�n Pol�tica y las leyes org�nicas de cada estado. Con ello, el Estado nacional anul� derechos que ya estaban reconocidos en la ley suprema e incumpli� convenios internacionales firmados previamente por las autoridades mexicanas, como el 169 de la OIT. Sin embargo, a pesar del gran avance en la organizaci�n ind�gena que implic� el �ltimo Congreso Nacional Ind�gena, realizado durante la Marcha del Color de la Tierra, en Nur�o, Michoac�n, las distintas controversias contra la reforma fueron presentadas ante la Suprema Corte sin una organizaci�n que las englobara a todas. Este pudo ser uno de los pretextos utilizados para fundamentar la invalidez de las mismas y en septiembre del 2002 la Suprema Corte rechaz� las controversias argumentando que a ella no le correspond�a revisarlas y que no pod�a intervenir en la actividad del Poder Legislativo.

    La luz de la esperanza se alejaba as� de nuevo para los pueblos indios de M�xico. No obstante, el sue�o zapatista sigue vivo, sigue luchando por la b�squeda de "un mundo donde quepan muchos mundos", un mundo donde vivan las palabras verdaderas, donde el di�logo suene siendo costumbre y no excepci�n, donde los unos se escuchen a los otros y se reconozcan escuch�ndose a su vez. Y este es un sue�o realizable; pues si la palabra dio origen al mundo, as� la palabra deber� tambi�n otorgarle su nuevo origen. Sin embargo, seg�n parece, hasta que los ind�genas mexicanos no tomen el poder Ejecutivo y Legislativo como en Bolivia o Ecuador, el sue�o de poder gobernarse a s� mismos les va a seguir siendo tan dif�cil y doloroso como lo ha sido hasta ahora.

11. El silencio

A lo largo de todo el conflicto la estrategia zapatista ha transitado como un pend�n entre dos extremos, entre una dualidad po�tica. La palabra y el silencio. Hace ya 9 a�os los zapatistas explotaron para gritar un �YA BASTA! rotundo y ardiente contra el desprecio, la humillaci�n y la dominaci�n de siempre. Despu�s, hubo di�logo en la Catedral de San Crist�bal. Pero tras cada intento de di�logo, ha habido una respuesta violenta del gobierno y desde entonces el acoso constante de los paramilitares y el ej�rcito federal hacia las comunidades ha hecho que estas retornen peri�dicamente al silencio.

    Marcos ha actuado de la misma manera. Despu�s de cada gran estrategia medi�tica un gran silencio. Ser� que entonces se retira el Sup a fumar su pipa y observar encantado la mar ondulada de los Montes Azules, que le explica en el silencio de la noche, la realidad y la profundidad de ese silencio. Ser� que cada vez que Marcos termina de producir una de sus grandiosas puestas en escena, se retira al camerino zapatista, para desde ah�, contemplar y entender la realidad nacional. As�, �l mismo, explic� tras casi dos a�os de transcurrido el Zapatour, su silencio y su palabra.

"Esa marcha, dice la mano que ahora hojea una bocanada de humo. Lo m�s importante de esa marcha no fue lo que dijimos...Lo m�s importante fue lo que, callando, miramos. Si esos se�ores y se�oras que se dicen pensantes hubieran visto con nuestros ojos lo que miramos callando, tal vez entender�an nuestro silencio de despu�s y nuestra palabra de ahora. Pero no. Piensan que piensan. Y piensan que les debemos algo. Pero nada debemos a ellos. A quienes s� debemos, y mucho, es a quienes callados miramos callando. Para ellos fue nuestro silencio. Para ellos es nuestra palabra. Con ellos y para ellos son nuestras miradas y nuestras manos".
 
12. La dignidad

Para terminar, quiero leer un �ltimo texto del Sup; uno de los tantos textos que llevaron su luz al pueblo de M�xico y a los pueblos del mundo, durante la Marcha por la Dignidad Ind�gena en febrero y marzo del 2001.
 

SOBRE LA DIGNIDAD
Discurso del Subcomandante Marcos
Puebla de los �ngeles, 27 de febrero de 2001

"[Nosotros somos] palabra que mira muy adelante. Palabra que tal vez no encuentre en lo inmediato su verdadero sentido. Palabra que requiere del tiempo y del viento para encontrar su lugar en el coraz�n de los todos que somos. Palabra que habla ma�ana. Palabra que viene de muy atr�s y por eso camina muy delante nuestro [...] Palabra que s�lo habla en com�n, que exige el andar de todos para poder ser pronunciada. "Dignidad", as� habla esta palabra.
Y la dignidad es un puente. Quiere dos lados que, siendo diferentes, distintos y distantes, se hacen uno en el puente sin dejar de ser diferentes y distintos, pero dejando ya de ser distantes.
Cuando el puente de la dignidad se tiende, se habla el nosotros que somos y se habla el otro que no somos nosotros. En el puente que es la dignidad hay el uno y el otro. Y el uno no es m�s o mejor que el otro, ni el otro es m�s o mejor que el uno.
La dignidad exige que seamos nosotros. Pero la dignidad no es que s�lo seamos nosotros. Para que haya dignidad es necesario el otro. Porque somos nosotros siempre en relaci�n al otro. Y el otro es en relaci�n a nosotros.
La dignidad es entonces una mirada. Una mirada a nosotros que tambi�n mira al otro mir�ndose y mir�ndonos. La dignidad es entonces reconocimiento y respeto. Reconocimiento de lo que somos y respeto a eso que somos, s�, pero tambi�n reconocimiento de lo que es el otro y respeto a lo que es el otro.
La dignidad es entonces puente y mirada y reconocimiento y respeto. Entonces la dignidad es el ma�ana. Pero el ma�ana no puede ser si no es para todos, para los que somos nosotros y para los que son otros.
La dignidad es entonces una casa que incluye al otro y a nosotros. Entonces la dignidad debiera ser el mundo, un mundo donde quepan muchos mundos.
La dignidad entonces no es todav�a. Entonces la dignidad est� por ser. La dignidad entonces es luchar porque la dignidad sea por fin en el mundo. Un mundo donde quepan muchos mundos.
Entonces la dignidad es y est� por hacer. Es camino por recorrer. La dignidad es el ma�ana".