Presencia de Elisa Lipkau en Concordia University
Montreal, marzo de 2003
Memoria, dignidad y resistencia
El sueño zapatista: una guerra contra el olvido
1. El origen | 5. La lucha | 09. La muerte |
2. La máscara | 6. La estrategia | 10. La palabra |
3. La memoria | 7. La mirada | 11. El silencio |
4. La resistencia | 8. La paciencia | 12. La dignidad |
Cuando el universo Osil Balamil fue formado, cuando tuvo su origen de la oscuridad profunda, cuando surgió con su cauda de animales, cometas, rayos y centellas del bastón de la deidad dual creadora, sólo las fuerzas de la maldad y el Poslob recorrían los valles y montes en forma de bolas de fuego o tigres devoradores.En aquel tiempo antiguo, "Tiempo todavía sin tiempo", antes aún de que el sol fuera concebido. En este tiempo en que las palabras carecían de significado y las cosas aún no tenían su nombre, los primeros hombres fueron fabricados por los guardianes del cielo, moldeados en madera o en barro, pereciendo después al no resistir al fuego o al agua. Sólo cuando su carne fue hecha de maíz, resistió y adquirió su verdadera esencia cultivadora y colectiva...
La luna, las estrellas y plantas, vivían entonces como los hombres de maíz sobre la tierra nocturna, cautivos de deidades que tomaban su fuerza de la oscuridad. Los santos también recorrían el mundo; un planeta todavía blando, cuyas piedras se moldeaban con los dedos y en el que un sólo dios o un sólo hombre podían fabricar a soplos un templo de piedra...
Pero cuando el sol, la luna y las estrellas alumbraron todo, la tierra se endureció perdiendo sus secretos. Las acciones que antes eran fáciles se convirtieron en milagros y prodigios. Los hombres de maíz, los hombres verdaderos y únicos, siguieron comunicándose con los dioses idos. En los tiempos arduos de la colonización española se les propició en escondrijos o grutas, se les veneró en la forma de santos sustitutos[...] Se acudió a su encuentro en cuevas, árboles, montañas y antiguos templos destruidos. Como dioses ubicuos corrían en la savia de las ceibas sagradas que sombreaban cada plaza. Así, decía Núñez de la Vega en 1702: "Las sahuman con braseros y tienen asentado que en las raíces de aquellas ceibas son por donde tienen su linaje" [...]
Los dioses fueron entonces dioses enmascarados, ocultos para eludir la mirada del colonizador, salvados ahora como salvadores que habían sido del género humano en el principio del mundo [...]. Sus hazañas portentosas siguen siendo el hilo conductor entre ese antiguo millenium indio, esa larga noche de resurrecciones, esa supuesta edad de oro destruida por la conquista y reinterpretada en la época colonial con ayuda de algunos clérigos "amigos de desórdenes y desobediencia".
En este
recuento histórico poético de Antonio García de León reside la
esencia del pensamiento mítico maya, así como la descripción
poética de la invención zapatista. La lucha de los indígenas
de Chiapas tiene su origen en el origen mismo de estos pueblos
y para ellos, como para cualquier otro pueblo indígena, la
tradición y el mito, es decir, las palabras sagradas que
refieren orígenes, pero que sobre todo, hacen "nacer mundos",
son las creadoras, las provocadoras de la historia. De ahí que
el Subcomandante Marcos le otorgue cada vez mayor peso a la
palabra y la poesía vital indígena, no sólo como base y
fundamento de sus comunicados, sino del movimiento zapatista
en sí.
Los zapatistas son guerreros simbólicos de un mundo indígena que está despertando hacia una realidad vital globalizada, en la cual la civilización, el progreso, o como queramos llamar a esta compleja red de compraventa que rige el mundo, ha llegado a un punto de encaje; tal como lo hubiera concebido Carlos Castaneda. Si desde hace casi 500 años, los mayas, en conjunto con todos los pueblos indios de México, han sido esclavizados, despojados, explotados en aras de esta supuesta civilización; ahora más que nunca, los pueblos indios viven bajo la amenaza constante de perder la raíz de su esencia vital, de su etnicidad, de su Ser indio: la Tierra, la Santa Madre original que dio su vida al hombre y que habrá también de devorarlo si no aprende las lecciones de los antiguos dioses, para respetarla y cuidarla.
La lucha indígena, expresada en su matiz más poético y articulado en el movimiento zapatista, no es una lucha por el poder, no es una guerrilla destructiva y provocada por intereses extranjeros, como muchos mexicanos de la clase media pudiente e intelectuales diversos pero cercanos al poder, han llegando a afirmarlo. La lucha indígena es una realidad vital de supervivencia, es una expresión sagrada del porqué humano, es la manifestación del gran Espíritu actuando en sus hijos: los hombres y mujeres verdaderos, aquellos que llegaron a la Tierra para luchar por ella, para protegerla y vivir rectamente; aquellos que luchan por conservar su pasado y con él los orígenes; aquellos que han resistido 500 años de opresión y aislamiento, los que fueron conquistados para decirles qué había que hacer y cómo había que pensar y quienes, paradójicamente, ahora nos enseñan lo que es la belleza de la Tierra, del mundo, la lucha por la justicia, la libertad y la democracia para todos.
La lucha indígena que es la lucha zapatista, es una guerra de amor por la manera colectiva de ver a la Tierra y a la vida misma, en contra de una visión individualista y homogénea que los dueños del poder y el dinero han querido imponernos desde siempre. El movimiento zapatista es la representación post-global de la resistencia indígena de siempre y Marcos es su Director de Escena. En sus mitos y en sus símbolos se sustenta, en las raíces de la memoria colectiva, en la tradición oral que pasa de familia en familia y que nos hace humanos. En sus palabras y sus símbolos se sustenta una lucha por la humanidad entera, por la creación colectiva de un mundo renacido y nuevo; un mundo donde quepan muchos mundos diferentes y donde el hombre no domine más a la Naturaleza y a los demás hombres, sino que pueda convivir con ellos en armonía.
2. La máscara
Así como en el principio del mundo, los dioses dieron origen al hombre de la masa del maíz y le otorgaron el soplo de la vida a través de la energía solar que hicieron fluir por su cabeza. Del mismo modo en que los mayas prehispánicos veneraban a las ceibas como el árbol sagrado por cuya savia mágica corría su linaje, así, después de la conquista siguieron apareciendo y siendo venerados en cuevas y raíces de árboles, en los ríos y los parajes selváticos, los antiguos dioses. Y ahí, como dice Antonio García de León, entre los árboles, las raíces, se escondieron durante la larga noche de los quinientos años, los dioses y héroes indígenas, como nahuales, como espíritus de animales ocultos, para provocar y mantener viva, la resistencia indígena.
O quizás sea al revés y serían los hombres verdaderos, los que se llaman a sí mismos Tojol Winik, o los hombres de palabra genuina, los Tojol Ab'al, quienes escondieron en las cuevas a sus dioses y héroes del tiempo mítico, para poder seguir recordando el momento del origen y a través del recuerdo y la memoria mítica, hacer posible la sobre vivencia de aquella resistencia sagrada que daba su esencia al mundo y a los pueblos indios. Pero una cosa es segura y Antonio García de León lo deja muy claro: entre la explotación del pasado y la explotación del presente, en Chiapas, una misma resistencia ha seguido existiendo. La lucha zapatista no es sino la continuación y la nueva etapa de la resistencia indígena primigenia. Las profecías, metáforas y palabras de Marcos son reflejo de antiguas profecías indígenas, de profetas que advertían sobre futuros liberadores, como un espejo de antiguos sueños conservados por siglos en la memoria colectiva; memoria de hombres dominados pero de espíritus siempre libres.
El
hombre maya, el indígena chol, tojolabal, mame, zoque, así
como el huichol, wisrarika, tarahumara o cualquier otro, vive
una existencia que aún no podemos comprender muy cabalmente,
porque es radicalmente distinta a la nuestra; una existencia
en la que se conciben a sí mismos como pueblo, como unidad, en
tanto parte de un mundo completo y no fragmentado. Los hombres
dioses, los héroes y dioses antiguos de Chiapas han seguido
existiendo en ese territorio y han dado fuerza y cohesión a la
rebelión indígena. Una rebelión que se basa en el recuerdo, en
la memoria como reelaboración constante del mito, para
fundamentar y dar raíz a su existencia. Por ello, durante
siglos, la memoria de los mitos se resguardó en la oscuridad y
la tradición oral. En la colonia, los chamanes o héroes guías
de los pueblos indios fueron perseguidos por hechicería y
acusados de ser nahualistas, diablos encarnados en
figuras animales. Pero ellos siempre resistieron. Escondidos
entre la selva, en los troncos y las raíces de las ceibas
sagradas, donde residía el origen de su linaje. De esta forma,
hicieron posible la resistencia ante el conquistador y la
sobre vivencia del indígena ante la despiadada explotación del
ayer y del ahora. Por eso, el movimiento zapatista no podía
haber existido sin Marcos y Marcos no podía haber sido sin los
zapatistas. Marcos debió ser endiosado, enmascarado como Votán
Zapata, el corazón del pueblo y los demás héroes míticos
del pasado indígena, para seguir emitiendo la fuerza
liberadora de Kukulkán, el viento, “el que es
siete veces siete”, el provocador del movimiento y de la
palabra indígena.
Sólo a partir
de este endiosamiento, enmascaramiento de Marcos, el Sup
pudo integrarse a la cosmovisión india y absorberla desde
adentro, beber la savia de su conocimiento y convertirse en
parte de esa idea originaria y total de un mundo: la visión
india. Marcos se puso la máscara para borrar su identidad
occidental y sumergirse en la realidad de los mayas. Para
llevar, como los jaguares y dioses, los ojos y la mirada
descubierta y la identidad escondida, portada hacia adentro.
Sólo integrándose a este mundo, a esa visión india e
identificándose con ella, pudo convertirse Marcos en espejo y
mira, en cerradura y ventana, para que los hombres de oro, los
que vivimos en la acumulación y el consumo, los que vivimos
siendo una carga en las espaldas del pobre y del campesino,
pudiéramos ver y oír la palabra verdadera, la palabra
indígena.
Los indígenas somos los guardianes de la historia. En nuestra memoria guardamos todos los colores, todas las rutas, todas las palabras y todos los silencios. Vivimos para que viva la memoria y viva no se pierda.
En un momento
en el cual parece que nos hemos perdido a nosotros mismos, en
un mundo donde los abismos de la desigualdad se han ensanchado
hasta llegar a límites inconcebibles para el género humano,
Bush y sus aliados destruyen una de las ciudades donde tuvo su
origen la humanidad misma. Sus argumentos, que no nos
interesan, son los mismos que esgrimían los caballeros
españoles en el pasado colonial. Hoy en día se justifica la
conquista y destrucción en nombre de la libertad y el
progreso, entonces se conquistaba en nombre de Dios y la
civilización. Jamás en la historia de la humanidad un sólo
poder político había dominado al mundo conocido, en la forma
más absoluta y cínica en que Estados Unidos lo domina hoy.
Jamás en la historia humana habíamos vivido más distantes de
la humanidad.
La utopía zapatista es hoy el sueño de un otro mundo, en el cual la memoria sea de nuevo raíz para agarrarnos a la tierra. Y no es casualidad que en su estrategia mediática Marcos haya escogido el nombre de "la marcha del color de la tierra" para calificar a los indígenas y su lucha. Pues, no sólo en la mitología maya el origen del linaje reside en la savia que nutre las raíces de las ceibas, no sólo los hombres verdaderos se concibieron hechos de maíz y paridos por nuestra santa madre, Jch´ulme´tik, sino sobre todo porque los zapatistas, como sus antecesores en Morelos, luchan por la Tierra misma, por el territorio como unidad cultural y fundamento mismo de la vida indígena. Los zapatistas luchan por el derecho a conservar y proteger la forma de vida indígena y en esta lucha, el territorio, la naturaleza, la memoria y la palabra como sustentos y bases de la existencia humana.
Chiapas es uno de los últimos yacimientos petrolíferos inexplotados en América Latina. Sus suelos son ricos en plutonio y sus bosques y selvas poseen maderas preciosas. Sus ríos generan más del 80% de la energía eléctrica del país y sin embargo, el estado es uno de los más pobres de la República Mexicana y con los niveles más altos de analfabetismo y miseria. Pero sobre todo, Chiapas es víctima de la miseria del abandono y del descuido.
Los zapatistas, con Marcos a la cabeza, se encuentran hoy en la difícil situación de poder ser muy pronto clasificados como grupo terrorista, en la medida en que sus estrategias de resistencia se oponen directamente a los intereses del mercado libre y los políticos de la región. Ante el impase de las negociaciones de paz, que ha sido provocado por el gobierno federal y estatal, así como por los ganaderos y terratenientes de la región en varias ocasiones a lo largo del proceso de conflicto, la sociedad civil en México comienza a cansarse del tema zapatista y a ignorarlo, en oposición a la gran atención mediática que se le otorgó internacionalmente en febrero y marzo del 2001, durante la famosa Marcha del Color de la Tierra o Marcha por la Dignidad Indígena. Las bases zapatistas o comunidades indígenas en resistencia desde el 94, son continuamente agredidas por los militares, quienes aliados al narcotráfico internacional, así como a los caciques de la región, siguen despojando a los indios de sus territorios y formas de vida, tal como lo hicieron en la conquista, para poder dominarlos y esclavizarlos.
4. La resistencia
Ante la situación mundial y la amenaza constante hacia la ecología y los derechos indígenas que representa el Plan Puebla Panamá planeado por el presidente Fox para el desarrollo de Chiapas, la posición del EZLN es crítica. Hasta ahora, una cosa los ha salvado del desastre: el interés internacional. Hoy día el EZLN se ha convertido en punta de lanza de un movimiento ideológico novedoso y vital a nivel planetario. Llámese globalifobia, lucha contra el neoliberalismo, conciencia global, o como sea, hoy, a diferencia de los años ochentas y noventas, en que los paradigmas del socialismo se habían derrumbado con el muro de Berlín y la apatía contemporánea se apoderó de las conciencias de los jóvenes, hoy comienza a sentirse y a definirse el nacimiento de un nuevo paradigma, una nueva utopía global: la confianza en que la transformación del mundo es posible y deseable. Y en esta transformación de las conciencias, el EZLN ha jugado un papel principal.
No obstante, la sociedad mexicana cada vez entiende menos el conflicto y se queja más de que los zapatistas "no han hecho nada para mejorar su situación", es decir; que no han aceptado las migajas y los engaños del gobierno. El mexicano promedio no entiende la estrategia zapatista como una estrategia de resistencia. ¿Resistencia de qué?-se preguntan. Las llamadas bases de apoyo, las comunidades indígenas "en resistencia" son aquellas comunidades que siguen el modelo zapatista y resisten presiones del gobierno para vivir como municipios autónomos. Estas bases zapatistas son constantemente agredidas y sus dirigentes asesinados porque no aceptan las reglas del juego político de la región y desprecian las prebendas del gobierno; como el ofrecimiento de construcción de escuelas, las despensas de comida, el dinero de programas como Solidaridad de Carlos Salinas, etcétera.
Desde 1994 la lucha indígena ha sido una lucha de resistencia por conservar y proteger sus territorios y sus maneras tradicionales de vida. Ha sido la resistencia por la sobre vivencia de un ideal: la forma de vida de los hombres del maíz, tal como lo expresaron los delegados indígenas de Milpa Alta a la llegada del EZ en marzo de 2001, durante la marcha por la dignidad indígena:
La lucha de resistencia indígena ha sido una lucha de resistencia por la protección y conservación del Altépetl y la forma de vida indígena, la cultura y las tradiciones; por el resguardo de la memoria y contra el olvido; por la protección y cuidado de la Tierra sagrada y por la forma comunitaria de vivir y compartir la vida. Ha sido esta una lucha centenaria por que el Estado y la Nación mexicana reconozcan su derecho principal a los pueblos: el derecho de mantener vivos su territorio y sus formas de vida. La lucha por la autonomía indígena no es la búsqueda por implementar un modelo extranjero, probado en otras latitudes; es la exigencia de un reconocimiento legal, constitucional a la forma en que ancestralmente y desde la conquista los pueblos indios han venido existiendo, han conservado por siglos sus tradiciones, sus formas de vivir, trabajar la tierra, comunicarse, vestirse y gobernarse a sí mismos.“Ya desde la conquista nuestra gente ha sido llamada la gente del Altépetl. Esta palabra que podría significarse “en las aguas, en los montes”, equivale a la palabra pueblo y expresa la indisoluble unidad de nuestros hombres y mujeres con la tierra, con el agua, con los montes. Esta es la raíz primera de los pueblos primeros del Anáhuac que la conquista no pudo matar, que las instituciones y la religión del español no pudieron asesinar, que la doctrina del liberal y del conservador, del maderista y del carrancista no pudieron destruir. Esta es la raíz que sigue viva, este es el camino que caminan nuestros pueblos”.
Desde 1994, esta lucha indígena, articulada por el movimiento zapatista, ha sido una lucha por y para el diálogo: las distintas iniciativas que han llevado a cabo para lograr su cometido han buscado siempre el diálogo con el gobierno y la sociedad mexicana, así como la internacional. Pero como su lema lo dice, ellos quieren paz, que sólo se logrará con justicia y dignidad. El diálogo sólo podrá ser si por primera vez los políticos y los mexicanos en general comienzan a ver a los pueblos indios de frente, como iguales en derechos y diferentes en cultura: es decir; verlos con respeto.
Tal como lo expresa claramente uno de los dirigentes indígenas más importantes del CNI, el abogado mixe Adelfo Regino:
Así pues, la lucha del EZ y de los pueblos indígenas ha sido una lucha por el reconocimiento y el respeto de sus derechos. Una lucha por que se comprenda y se defienda constitucionalmente su derecho a la diferencia y en esta defensa de la diferencia puedan por fin, tener los mismos derechos que todos los mexicanos. La lucha indígena, como la lucha de EZ es así una guerra de paradojas. Pero esta lucha no ha sido siempre la misma ni ha seguido los mismos caminos. Desde su nacimiento en 1994 la transformación y el desarrollo de la lucha zapatista ha ido de la mano con el desarrollo del movimiento indígena nacional y en esta búsqueda de ya casi 10 años, juntos han ido definiendo con el paso del tiempo sus métodos y estrategias.“La autonomía constituye una experiencia ancestral. Gracias a sus valores, nuestras comunidades han sabido salir adelante con el esfuerzo propio y así se han construido con los tequios, - los trabajos comunitarios- los palacios municipales, las escuelas, los templos.
Nos preocupa el fortalecimiento de nuestra autonomía a nivel institucional, que la autonomía que ya se da de hecho sea reconocida de derecho y ampliada a nivel regional. Porque hemos sido marginados e ignorados históricamente, por ello es preciso que se instituya una asimetría positiva entre los pueblos indígenas y los demás sectores sociales del Estado mexicano, que haga posible que paulatinamente nos vayamos equiparando al resto de la nación, en el disfrute de nuestros derechos colectivos”.
5. La lucha
"Si alguien se pregunta- -qué es lo que quiere esta marcha de la dignidad indígena- la marcha del color de la tierra, aquí está la respuesta: Ni más ni menos que voltear el país entero y hacerlo por fin el árbol donde los todos que somos diferentes tengamos mañana común como nación que, además, es el único mañana posible. Un mañana donde los mexicanos todos, incluidos los indígenas, tengamos democracia, libertad y justicia.
El poderoso nos llama ignorantes y dice que nuestro pensamiento de trabajo y beneficio colectivo es producto de ideas extranjeras, comunistas, subversivas. Tal vez ignoran que en estas tierras el trabajo y el beneficio colectivo ya existían mucho antes de que el extranjero nos "descubriera". No, no queremos volver al pasado. Que no se cansen mucho pensando esos pensamientos comprados. En el pasado vivimos. Coas tenemos y no tractores...
Queremos vivir en el presente y construirnos con todos un futuro. Lo que no queremos es dejar de ser indígenas. Estamos orgullosos de serlo. Orgullosos de nuestra lengua. Orgullosos de nuestra cultura. Orgullosos de nuestro vestido. Orgullosos de nuestra lucha como mujeres y como indígenas y como pobres... Orgullosos, al fin, de ser el color de la tierra. Por eso queremos la autonomía indígena. No para separarnos del país y agregar otra nación pobre a las que ya hay en abundancia. La queremos para cuidar con sabiduría la tierra. Para hacerla rica y próspera para nosotros y para todo el país. Para evitar que la saqueen y la destruyan y la maten".
Este discurso
de Marcos en el cual ya se ven claramente definidos los
propósitos e ideales y las formas de lucha del EZ, difiere
radicalmente de los primeros discursos, un tanto anquilosados,
del Ejército Zapatista en 1994. La lucha del EZLN, como
cualquier movimiento político y revolucionario, debió irse
recreando y transformando en el camino, con el aprendizaje del
momento y como respuesta a la respuesta del pueblo.
Para comprender esta transformación, es necesario recordar un poco los orígenes del movimiento:
Pero en el trayecto, los organizadores de la rebelión aceptan su equivocación fundamental. "Al principio", -le refiere Marcos a Ivon Le Bot en "El sueño zapatista"- "en nuestra perspectiva de guerrilleros (los indígenas) eran gente explotada que había que organizar y mostrarle el camino. Ponte en nuestro lugar: ¡Nosotros éramos la luz del mundo! Y ellos eran ciegos a los que había que abrirles los ojos". Pero esto da un vuelco al aparecer el viejo Antonio, "enlace de comunidades, con su mundo y con la raíz indígena. El Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, a través de él, a través de esos líderes políticos y jefes de las comunidades, empieza a entender su historia de fundación política, su conciencia histórica, su enorme conocimiento. Y el resultado es que no estábamos hablando con un movimiento indígena que estaba esperando un salvador, sino con un movimiento indígena con mucha tradición de lucha, muy resistente y muy inteligente también, al que simplemente le servíamos de algo así como un brazo armado" (Proceso, edición especial, enero de 1999)."En los años ochentas, un pequeño grupo de estudiantes universitarios, naúfragos de los movimientos estudiantiles y políticos de los 70´s y persuadidos por la figura del Che Guevara y la teoría del foco revolucionario, se trasladan a Chiapas para llevar a cabo un trabajo de convencimiento político entre los indios y campesinos. Algunos de ellos constituirán las llamadas Fuerzas de Liberación Nacional que darán origen al EZ. Entre 1983 y 1990 las FLN hacen su labor de proselitismo entre tzeltales, tzotziles y tojolabales. Para mejor asimilarse al mundo que pretenden radicalizar, aprenden las lenguas y costumbres indígenas y hacen suya la vida de miseria y carencia de las comunidades".
Marcos y los dirigentes guerrilleros comenzaron entonces a aprender de los indígenas; sus formas de lucha, su cosmovisión, su mirada poética ante la vida. Y si en un principio, el movimiento hablaba de revolución con tintes socialistas, de tumbar al gobierno federal y tomar la capital de la República, pronto, el discurso zapatista fue transformándose a sí mismo, a partir del desarrollo y liberación de la capacidad literaria de Marcos. El desarrollo del movimiento zapatista corre paralelamente al crecimiento de Marcos como escritor indio. Y en la medida en que la sociedad civil responde a su llamado, Marcos comprende que el único destino del movimiento es transformarse paradójicamente en una guerrilla pacífica.
Desde sus orígenes, los zapatistas se desvincularon del resto de las guerrillas latinoamericanas no recibiendo apoyo ni dinero del narcotráfico. También se desvincularon a través de una de sus armas más poderosas, los fusiles silenciosos. Pues, si en un principio, durante la toma de San Cristóbal de las Casas el 1o de enero del 94, los zapatistas, (cuyo nombre lo iría también definiendo más tarde la sociedad civil), utilizaron las armas para apoderarse del palacio de gobierno y gritar su "YA BASTA" a la azorada prensa nacional e internacional, tan sólo unos 10 días después, ya con unas 200 bajas, numerosos heridos y 20 mil indígenas desplazados de sus pueblos, los zapatistas reciben y abrazan el apoyo de la sociedad civil, para pasar de las armas de la guerra a la lucha pacífica por el diálogo. Comienza así la historia del movimiento zapatista como una historia de paradojas.
En la Primera Declaración de la Selva Lacandona los zapatistas no reivindicaban siquiera lo indígena del movimiento. Hablaban de liberar a los pueblos del mal gobierno y permitirles elegir democráticamente sus propias autoridades. Hablaban de formar nuevas filas con todos los mexicanos que manifestasen su apoyo a la causa y juraran responder a las órdenes de la "Comandancia General del EZLN". Sin embargo, apenas pasados los balazos y al aclararse la nula respuesta social a la insurrección armada y el apoyo extraordinario a las demandas indígenas, lo revolucionario (la toma violenta del poder) se hizo definitivamente a un lado y se comenzó a definir la lucha del EZ como una revolución sui géneris. Una revolución de conciencias tendiente a transformar a México de una manera radical, pero sobre todo, a trasformar la visión del mexicano y el mundo hacia el indígena.
6. La estrategia: una guerra de símbolos
Aunque las estrategias de lucha del EZ se irían transformando junto con su discurso, vale la pena notar que desde antes de su aparición formal en 1994, los guerrilleros utilizaron el símbolo como arma principal de su lucha.
Tras la toma de San Cristóbal de las Casas en 1994 y la violenta respuesta gubernamental, la presión de la sociedad civil mexicana para detener la matanza en Chiapas hizo que el presidente Salinas decretase un alto al fuego y advirtiera a los revoltosos que les daría el perdón si entregaban las armas. El discurso de Marcos como respuesta a Salinas, publicado el 21 de enero, marca el principio del proceso de definición del movimiento zapatista y de la enorme simpatía popular hacia los rebeldes:"El 12 de octubre de 1992 llegaron a San Cristóbal de las Casas más de 5 mil indígenas, algunos con taparrabos y arcos y flechas. Rodearon la estatua del conquistador Diego de Mazariegos, fundador de la ciudad, emitiendo gritos y discursos contra la celebración del Quinto Centenario y la falta de derechos de los indígenas. Luego destruyeron la estatua y se retiraron, tan silenciosamente como habían llegado. Sin que nadie lo anunciase, hacía su debut el Ejército Zapatista de Liberación Nacional" (Proceso, edición especial, enero de 1999).
Con este discurso Marcos se aleja definitivamente del anquilosado ideal guerrillero guevarista y comienza a creer en la posibilidad de formar un movimiento nuevo y verdaderamente indígena, a partir de la palabra y el símbolo. Marcos es sin duda, el diseñador de esta estrategia zapatista. Desde el 1º de enero él es uno de los pocos encapuchados y en ese mismo día, -ante los turistas y sancristobalenses-, el Sup comienza a utilizar su gran capacidad literaria y su manejo escénico para darle un importante impulso mediático al movimiento."¿De qué nos van a perdonar?- pregunta Marcos. ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono ¿De haber demostrado al resto del país y al mundo que la dignidad humana vive aún y está en sus habitantes más empobrecidos?..."
Que la voz de la sangre que nos unió cuando la tierra y los cielos no eran propiedad de grandes señores, nos llame otra vez; que nuestros corazones junten sus pasos; que los poderosos tiemblen; que se alegre su corazón del pequeño y miserable; que tengan vida los muertos de siempre. No nos abandonen, no nos dejen morir solos, no dejen nuestra lucha en el vacío de los grandes señores".
Tras lanzar su discurso del 21 de enero, dándole un lugar a la palabra y la metáfora indígena, pidiendo el apoyo de la sociedad civil y respondiendo con dignidad y altanería ante el poderoso, Marcos se gana la voluntad de la sociedad mexicana, quien desde entonces se convertiría en la fuerza principal del EZ. La sociedad civil, esta "gran señora" desilusionada y apática desde el 68 toma un gran impulso y cohesión a partir del nacimiento del movimiento zapatista y es un actor principal para conseguir el alto al fuego y la realización de las primeras conversaciones de paz entre los indios alzados y el gobierno.
El día de la inauguración de estas primeras conversaciones de paz con el gobierno, el 21 de febrero, en la Catedral de San Cristóbal, el Sup comienza a desplegar por primera vez su estrategia mediática, conformando un espacio totalmente teatral y donde lo simbólico juega un papel prominente. Los indios aparecen todos enmascarados, pero vestidos con sus trajes típicos. Entre ellos se encuentra la comandanta Ramona, como un pequeño testigo femenino de ojos abiertos y brillantes. Al frente y rodeado por todos está Marcos, quien será el que lleve a cabo la mayor parte de los discursos. Los zapatistas, junto con Samuel Ruiz y el Comisionado para la Paz, Manuel Camacho Solís, todos se sientan en una mesa debajo del altar de la iglesia y con la bandera nacional de fondo. Los medios saturan por completo todo el espacio de la Catedral y los camarógrafos se empujan unos a otros para estar más cerca del espectáculo. Allí donde hace 500 años los indios fueron adoctrinados y conquistados espiritualmente ahora se sientan a una misma mesa para hablar y dialogar con el gobierno y el representante de la Iglesia cristiana en Chiapas, Samuel Ruiz, quien ha sido uno de los principales impulsores del encuentro.
En medio de este escenario supremo, con toda la atención internacional sobre sus espaldas, el Sup despliega el primer símbolo zapatista: la bandera nacional. En ese instante, el 1er Comisionado para la Paz en Chiapas, Camacho Solís, se apresura a tomar el pedazo de tela por su lado rojo para salir en la foto, sin darse cuenta de que al hacerlo estaba cayendo en la trampa indígena. La bandera, con sus tres colores y el símbolo de la anunciación tenochca como escudo, representaba la patria, la nación y su suelo, el territorio, comprendido desde la perspectiva indígena, con toda la carga ecológica y simbólica que ello implica. Por todo eso luchaban los zapatistas al enarbolar la bandera como su símbolo y Camacho, al sostenerla, validaba la estrategia y justa indignación de los indios, al sentirse siempre expulsados y exiliados en su propia tierra.
Desde entonces, la lucha del EZ se definió como una lucha mediática. Pero sobre todo como una lucha por la palabra y el respeto. En un momento sin duda histórico, como dijo el obispo Samuel Ruiz, en aquellas primeras Jornadas por la Paz algo nunca antes visto sucedió, como una revolución silenciosa y pacífica: el hecho de que miles de mexicanos blancos y mestizos, como nunca antes, escucharan ávidos por la televisión a indígenas mayas hablando en tzotzil, tojolabal, tzeltal, chol. Nunca antes, tantos ausentes y presentes habían oído de modo tan absorto idiomas para ellos incomprensibles. Las conversaciones de San Cristóbal fueron la primera plataforma que obligó al país a ver a los indígenas de frente, con admiración y respeto. Pero, sobre todo, a escucharlos.
Desde entonces, la estrategia mediática de Marcos y los principios de lucha del zapatismo quedaron definidos y serían estos, en colaboración con la recién organizada sociedad civil, quienes harían posible la mojada Convención de Aguascalientes. Esta convención posmoderna convocada y planeada por Marcos, reunió a miles de personas e intelectuales en medio de la selva y fue también conocida como Convención Nacional Democrática o Primer Encuentro Intergaláctico contra el Neoliberalismo. Tal como la nave de Fitzcarraldo sobre el océano azul de la Selva Lacandona, a lo largo de 28 días, en jornadas de 14 horas, 600 hombres y mujeres zapatistas construyeron un enorme anfiteatro con forma de barco y la bandera nacional como velamen, en medio de la selva. Sin embargo, seis mil o siete mil invitados, desbordaron la capacidad del escenario montado por los rebeldes. La lluvia sorprendió a los cansados viajeros, que llevaban más de 34 horas e innumerables retenes zapatistas para llegar, y la humedad les hacía recordar su condición burguesa.
Después de la llegada agotadora y el sueño reparador, una larga espera de horas preparó la expectativa. El Subcomandante Marcos ideó a la perfección la puesta en escena de aquella gran representación: miles de indígenas armados y vestidos con el uniforme guerrillero, pero también muchos niños y mujeres con el rostro tapado con paliacates aparecieron desfilando ante el público que derramaba lágrimas y aplausos exaltados, ante la manifestación de la fuerza y la dignidad de aquellos miles de ojos observándolos desde sus máscaras. Pero ante la enorme fuerza de esa presencia india, el caos organizativo del evento, reflejaba también los caóticos resultados de la primera Convención Nacional Democrática.
En este encuentro los grupos políticos no podían definirse. El tono de las discusiones, por primera ocasión en un acto tan político, iba por otro lado y la desconfianza hacia los partidos se expresaba rencorosamente. Las exigencias se desbordaron y los acuerdos eran tan generales que nadie quedó satisfecho. Todos vociferaban sus demandas a la vez: "¡Que se expulse al partido de Estado!" "¡Que se convoque un congreso constituyente!" "¡Que se enjuicie a Salinas!" "¡Que se combata la homofobia!" "¡Que se respeten los derechos de homosexuales y lesbianas!"...
Después de la lluvia, entre el lodo y la incomodidad general de los visitantes e indígenas, tras dos días de caos, se aprobó todo en lo general y nada en lo particular. Sin embargo, esta fue la primera oportunidad en México para hacer surgir este tipo de demandas, que hace unas cuantas décadas hubieran sido intocables. La lucha del EZ, demostraba así su segunda paradoja: que al luchar por el resguardo de la tradición y la memoria indígena, provocaría la trasformación y la apertura de la sociedad civil mexicana.
La popularidad de Marcos fue acrecentada e impulsada indirectamente por los distintos presidentes mexicanos que han tenido que lidiar con su estrategia gerrillera. Uno de los movimientos sociales de apoyo al Sup más fuertes que se generaron en México fue resultado de la estrategia sucia del gobierno zedillista para "desenmascarar" a Marcos. El 9 de febrero de 1995, cuando se suponía que existía un diálogo con el gobierno que había comenzado en la Catedral de San Cristóbal el año anterior, ante las cámaras de televisión, el presidente Zedillo declaró la guerra al EZ y descubrió, según él, la identidad del Subcomandante.
Se afirmó que Marcos era en realidad Rafael Sebastián Guillén Vicente, de 38 años, oriundo de Tampico, licenciado en filosofía y maestro de la UAM. El presidente ordenó cumplir órdenes de aprehensión contra él y los demás comandantes zapatistas por traición a la Patria. La Secretaria de Gobernación informó de más de 110 denuncias de la población civil en el periodo de enero a septiembre del 94, que incluían toma de poblaciones, saqueos de comercios, secuestros, etc y se calificó a los zapatistas como viles maleantes, atribuyéndoseles todos esos crímenes. La orden presidencial se transformaría en una ofensiva militar contra las comunidades zapatistas.
No obstante, la escapatoria de Marcos que se internaría en la selva infranqueable de los Montes Azules, hizo que se acrecentase su popularidad y la sociedad civil comenzó a organizar marchas multitudinarias para reclamar que se cancelaran las órdenes de aprensión contra él y otros zapatistas presos. Nadie, hasta el día de hoy se refiere a Marcos con el nombre de Rafael Guillén y en aquellos días la gente se cubría el rostro con pasamontañas y desbordaba las avenidas principales de la ciudad de México al grito enardecido de ¡¡Todos Somos Marcos¡¡. De esta forma, el Sup se entronizaría como una nueva estrella en el firmamento de la lucha social de México. Ante las cámaras y la imaginación de los jóvenes aparecería desde entonces como un nuevo Santo, “el enmascarado de plata” y héroe nacional por excelencia en la lucha libre en los años 70´s.
La sociedad civil se había enamorado así de aquel que cubrió su rostro, para que a través de su mirada pudiésemos ver la realidad indígena. El 1º de marzo, una multitud se concentró en el Zócalo para manifestarse contra la guerra y días más tarde el Congreso de la Unión aprobó la Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas, que suspendía las órdenes de aprensión y establecía las reglas de la negociación. Hasta entonces, la estrategia sucia del gobierno sólo había provocado que los zapatistas se multiplicaran en México y en el mundo y ese apoyo de los zapatistas civiles hizo posible el inicio de una tercera paradoja: la guerra de los indios ante el Estado y la sociedad mexicana era una guerra pacífica, una guerra de tierna furia que exigía respeto. Y en esta lucha Marcos era Votán Zapata, el corazón del pueblo.
8. La paciencia
Los zapatistas caminan con paciente paso y resisten la guerra de exterminio y violencia constante del gobierno. En abril del 95 se reinician los diálogos de paz en San Andrés Sacamchen o San Andrés de los Pobres y las primeras caravanas de ayuda de la sociedad civil llegan a las comunidades en resistencia. Los indios resisten organizados en trabajos comunitarios, con el apoyo de las ONG´s y personas generosas de todo el mundo, que llegan a la zona de conflicto para ayudar a las comunidades con talleres culturales, construcción de escuelas, hospitales donde se rescata el uso de la medicina tradicional, desarrollo de proyectos de explotación autosustentable, etcétera.
Los siguientes meses son de largos acuerdos y desacuerdos, entre los representantes zapatistas y del gobierno federal en San Andrés Sacamchen. Más de tres meses pasan únicamente para definir los procedimientos para el diálogo. Por fin, el 18 de octubre se instala en San Andrés la primera mesa de diálogo entre los zapatistas y la COCOPA, (Comisión de Concordia y Pacificación), la representante del gobierno federal. La mesa se instala con el tema de Derechos y Cultura Indígenas. Después de varios meses más de negociaciones, el 1º de enero del 96 el EZLN emite la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona que incluye la respuesta de los zapatistas a una consulta nacional realizada por ellos en agosto. En este documento el EZ llama a formar una nueva fuerza política nacional independiente y autónoma, civil y pacífica, que no sea un partido político y que no aspire a la toma del poder.
El 16 de febrero del 96 se firman los acuerdos de San Andrés Larrainzar, entre el gobierno y el EZLN, pero con la presencia de muchas organizaciones indígenas de toda la República. Estos acuerdos serían retomados en octubre, cuando se reúne el primer Congreso Nacional Indígena en la zona arqueológica de Cuicuilco en el Distrito Federal. En esta reunión novedosísima para el país, los representantes de cada etnia retomaron los acuerdos provocados por el EZ como base para la lucha por la autonomía y el respeto a los derechos indígenas. El CNI se llevaría a cabo con el lema "Nunca más un México sin nosotros" y la presencia de la comandanta Ramona. Todo esto fue un gran éxito, pues por primera vez casi todos los pueblos indios del país se habían puesto de acuerdo sobre un tema crucial: la lucha por la defensa del territorio y la identidad indígena.
Sin embargo, el gran avance del diálogo se suspende cuando un juez condena a Javier Elorriaga y Sebastián Entzin (antiguos miembros activos del EZ) por los delitos de rebelión y conspiración. A raíz de esto, en septiembre el diálogo queda indefinidamente suspendido. La Comisión de Concordia y Pacificación COCOPA entrega entonces los Acuerdos de San Andrés a Zedillo, para que se integren a la Constitución nacional; de ahí que a partir de entonces se les conozca también como Iniciativa o Ley COCOPA. No obstante, Zedillo manifiesta su desinterés por la cuestión indígena retrasando hasta el 19 de diciembre su respuesta, para entregar una contra-propuesta a los indígenas, a través de la misma comisión presidencial. Los rebeldes la rechazan totalmente, pues la llamada ley Zedillo no menciona en ningún punto los términos autonomía, territorio o identidad indígena y no reconoce a los pueblos indios como sujetos de derecho.
En su sucia política gubernamental, Zedillo utiliza esta jugarreta para afirmar que los indígenas no tienen voluntad de diálogo y en los distintos medios de comunicación comienzan a surgir todo tipo de voces sobre el tema de los derechos indígenas y la autonomía. Principalmente el debate gira en torno a la afirmación estatal de que la autonomía de las etnias puede provocar "una balcanización del país".
En 1997 los 1,111 salen de Chiapas. La cuarta etapa de esta guerra de símbolos comienza. 2222 pies descalzos, forrados de rudos guaraches o frágiles zapatitos de plástico, hacen retumbar los suelos de Oaxaca, Puebla, Morelos y el Distrito Federal. En el abarrotado zócalo de la ciudad de México el 12 de septiembre, los zapatistas, los de palabra verdadera, avanzan caminando en filas interminables y silenciosas. Los sonidos imperceptibles de sus pies despiertan un clamor que ensordece al gobierno: "Cumplan los acuerdos o hablen claro". Los indígenas, portando en alto su rostro encapuchado sorprenden a la ciudad y a los hombres del negocio, que desde los altos y espejeados edificios de Reforma, dejan sus trabajos para observar a aquellos que nunca antes habían visto desfilar por la avenida principal de México, con la frente y la dignidad tan altas.
9. La muerte
El desprecio hacia los indígenas y su justa lucha por la dignidad y el reconocimiento de sus derechos se ha manifestado desde siempre con la muerte y la represión del gobierno y los paramilitares, al servicio de los caciques y terratenientes de la región. El 20 de noviembre de 1997 los paramilitares de Chenalhó inician una ofensiva contra zapatistas e indígenas cercanos a la diócesis de San Cristóbal asentados en el pueblo de Polhó. Destruyen e incendian sus casas. La imagen de los desplazados en la televisión conmueve al país, pero las advertencias que los observadores internacionales hacen al gobierno caen al vacío. "Habrá una matanza"-dicen. El 22 de diciembre, 45 personas, -21 mujeres, 14 niños, un bebé y nueve hombres- del grupo Las Abejas, bases de apoyo del EZ, son asesinados en la iglesia de Acteal, mientras rezan hincados en el suelo.
Palabras sobran para recordar esta infamia.
La muerte y la infamia recubren los suelos de Chiapas, desde la conquista hasta hoy. Justo serían el odio y el desprecio de los indígenas hacia un país y una civilización que los ha maltratado y negado por siglos, que los ha intentado humillar por siglos. Sin embargo, los zapatistas siguen resistiendo la muerte y el maltrato, la pobreza, en una de las tierras más ricas del país. Los poderosos siguen, en cambio, con su matanza y su mal gobierno. Su desvergüenza. Y muchas veces esta desvergüenza es apoyada y sostenida por los medios de comunicación, como el diario La Crónica de Carlos Salinas de Gortari que el jueves 10 de junio del 98 afirmaba en primera plana: "El EZLN se enfrenta al gobierno: 9 muertos".
La verdadera y no manipulada crónica de aquella infamia, la matanza de 9 indígenas zapatistas en El Bosque, la mandó el periodista Hermann Bellinghaussen a La Jornada:
Simbólicamente, San Juan de la Libertad era el nombre que esta comunidad se dio a sí misma al declarar su autonomía, como tantos otros pueblos zapatistas en los últimos años. La guerra del gobierno se ha dado contra estos indígenas que deciden rebelarse para autogobernarse, para poder elegir por sí mismos su destino. Como en tantas otras ocasiones, la matanza de El Bosque fue una manera del gobierno de advertirle a la comandancia general del EZ y a Marcos que ellos son más fuertes y no tienen piedad.San Cristóbal de las Casas, Chiapas. 10 de junio."El escenario estaba puesto. Albores [recién electo gobernador del Estado] no pudo esperar ni a que pasara el primer partido del campeonato Mundial de Futbol. De inmediato se hizo cargo, como de costumbre, por el cruento ataque ocurrido hoy contra el municipio autónomo de San Juan de la Libertad".
De acuerdo con La Crónica, al filo de las 7 de la mañana, "las fuerzas de seguridad se aprestaban a efectuar 15 órdenes de aprehensión y fueron recibidas por zapatistas armados, lo que generó choques en los que intervino el ejército hasta el medio día". En esta acción, que de acuerdo con el gobierno fue con el objeto de reestablecer el estado de derecho, más de mil soldados y agentes divididos en tres grupos atacaron a la comunidad antes de que el día "clareara" por completo. Las fuerzas del órden, los militares llegaron en la madrugada para sorprender en el momento más vulnerable. Las órdenes de aprehensión iban dirigidas contra los jefes de la comunidad, que se mantenía autónoma en rebeldía hasta ver aceptada su capacidad y derecho de gobernarse a sí misma.
La historia de asesinatos del gobierno contra las comunidades indígenas luchando por su autonomía y derechos culturales ha continuado desde el 94, aún cuando el gobierno afirme desde entonces que quiere la paz y reconoce "las justas demandas de los indígenas".
Durante el último mes de diciembre, mientras morían más de 30 niños en el hospital de Comitán, sin motivo aparente más que el descuido, el gobierno federal desalojó a varias comunidades zapatistas, cuya lucha de resistencia por la autonomía y la eterna respuesta de persecución y violencia del gobierno, los había orillado a exiliarse y protegerse en la selva. Su antiguo y legítimo territorio. El gobierno afirmó que aquellos "hermanos indígenas" (siguiendo las falsas maneras de hablar de Fox), estaban ocupando un terreno que era "reserva ecológica nacional" y cuya conservación y cuidado estaba en manos del Estado. Por supuesto, nunca dijeron que su cuidado implicaba una de las fuentes más extensas y productivas de maderas finas en el país.
10. La palabra
"Dicen los más grandes abuelos que los dos que son siete veces uno, se llamaron entre sí en el Hurakán, que es otra forma de llamar al 'corazón del cielo'. Y dicen los más antiguos que nacer el mundo no es fácil, que varios se necesitan, que la palabra es herramienta y material de construcción y que es en el tiempo de Hurakán cuando se nacen las palabras, que por las palabras nacen acuerdos y que los acuerdos amanecen mundos...
Así dijo el viejo Antonio para que nosotros supiéramos, para que nosotros camináramos ese tiempo de ciclones y huracanes no sólo con el dolor que moja nuestros suelos y cielos, también para que con la luz que regala ahora el Caculhá Hurakán, con ustedes nos habláramos y con palabras nos acordáramos y planeáramos algo simple: nacernos otro mundo, uno mejor, uno más bueno, uno donde haya lugar, respeto, oído y voz para todos los otros que somos todos".
Durante todo el
proceso de conflicto, a pesar de asesinatos y guerra de
exterminio en su contra, los zapatistas han resistido
constantemente, llevando una vida de carencias y pobreza, pero
de pobreza digna.
En 1999 los zapatistas lanzan una quinta iniciativa por el diálogo y la paz. Pero esta vez no acuden al gobierno para llevarla a cabo. La Consulta Nacional del 21 de marzo congrega a tres millones de personas. Los 5 mil delegados zapatistas acuden a todo el país para organizarla. Los tres millones que contestan al cuestionario de los encapuchados, apoyan la lucha por el reconocimiento de los derechos indígenas y la necesidad de que se modifique la Constitución para lograrlo. La Consulta no tiene resultados prácticos inmediatos, pero sienta un antecedente crucial, como un nuevo acto en la representación de la guerra zapatista, el penúltimo acto donde la palabra es la guía.
El último de estos actos de heroísmo indígena, que han provocado la atención de miles de personas en todo el mundo fue de nuevo una enorme marcha, pero más grande y mediatizada que la del los 1111 y más potente que aquella, ya que recorrió casi toda la República y abrazó a miles de mexicanos y extranjeros que la siguieron a lo largo de todo el camino. La Marcha del Color de la Tierra, mal llamada por los medios "Zapatour", fue una proeza enorme, ya que implicó que miles de personas siguieran a lo largo de casi un mes a los 23 comandantes indígenas y el Subcomandante Marcos, desde el corazón de la zona zapatista en La Realidad, pasando por los estados de Oaxaca, Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Querétaro, Michoacán, el Estado de México y el Distrito Federal, hasta llegar al corazón de la antigua Tenochtitlan: la ciudad de México. Esta gran peregrinación política e indígena emuló ante todo la esperanza que aún reside en los corazones de los mexicanos, fue signo y ejemplo de que la lucha zapatista es como una manda y hasta que no se cumpla no habrá futuro para el nosotros que somos ustedes.
Como lo han hecho durante años, el Zapatour tenía una sola voluntad, un solo propósito: el reconocimiento constitucional a los acuerdos de San Andrés firmados por la COCOPA y el EZLN el 16 de febrero del 96, que fueron rechazados y transformados después por el presidente Zedillo.
El Zapatour fue una marcha sui géneris integrada por tantos vehículos motorizados que parecían formar un enorme gusano posmoderno cruzando las carreteras de México, en uno de los últimos símbolos utilizados por los zapatistas para reconstruir a nuestra Patria. Tal como los gusanos cambian de piel, así este gusano mediático formado por miles de periodistas, grupos indígenas, intelectuales, artistas y tantos otros locos que siguieron a los comandantes zapatistas en su viaje, hicieron posible con esta acción performática darle uno de los impulsos más fuertes a la necesaria transformación de la conciencia nacional. Una especie de cambio de piel, de metamorfosis en la conciencia hacia el indígena y hacia el mundo. Hasta hace no muchos años los indígenas vivían, como dice Marcos, en el cuarto de servicio del mundo y del país. Ahora, después de gritar y susurrar su "palabra verdadera", su YA BASTA ante tantos pueblos, ante tantas cámaras, ellos, los más pequeños, los más despreciados, se habían convertido de pronto, en los más grandes, los más famosos, los más escuchados. Y su mensaje era claro: respeto, dignidad, autonomía.
La gran Marcha del Color de la Tierra llamó tanto la atención que hizo posible un hecho histórico. Después de esperar durante días y luchar contra el desprecio de los diputados y senadores panistas que no querían dejarlos entrar al Congreso de la Unión, por primera vez en el devenir de nuestro país colonizado y aún colonial, los indios, los comandantes zapatistas, subieron a la tribuna del Palacio Legislativo para hablar y defender sus derechos e iluminar el recinto con su palabra verdadera. La palabra que sonó entonces, ese histórico día, fue la palabra india, la palabra del ejército zapatista a través de los labios de Esther:
Pero los diputados y senadores, los que hacen las leyes de nuestro país, no escucharon a Esther, como nunca han escuchado a los indígenas. No podían escuchar a esta mujer del pueblo que les hablaba con su acento indígena y su emoción auténtica y humilde. No podían hacer otra cosa que bostezar y transformar luego la ley COCOPA, nacida de los Acuerdos de San Andrés, para disfrazarla con un poco de lenguaje legislativo de una supuesta "reforma a los derechos indígenas" que fue aprobada por todos los partidos políticos en Abril del 2001. Esta ley, como una farsa más del gobierno hacia los pueblos indios, cancelaba en el plano de la praxis las reivindicaciones fundamentales que habían llevado a los zapatistas hasta el Congreso."La palabra que trae nuestra voz es un clamor. Pero nuestra palabra es de respeto para esta tribuna y para todos y todas los que nos escuchan...La palabra que traemos es verdadera. No venimos a humillar a nadie. No venimos a suplantar a nadie. No venimos a legislar. Venimos a que nos escuchen y a escucharlos a ustedes..."
Tras semejante burla, los zapatistas optaron por retornar a sus comunidades en silencio y esperar la respuesta de las demás comunidades indígenas a la falsa reforma. Esta no se hizo esperar y para julio del mismo año más de 330 municipios indígenas de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Veracruz, Puebla, Morelos, Estado de México, Michoacán y Jalisco presentaron controversias constitucionales pues la tal reforma no había sido consultada con los representantes de las comunidades en cada estado de la república. Las comunidades pedían entonces a la Suprema Corte de Justicia que invalidara la falsa reforma, pues no reformaba nada y en la práctica hacía inoperante la principal demanda de las comunidades y los zapatistas: el respeto y reconocimiento constitucional a una práctica ancestral: la autonomía.
Los principales argumentos contra esta Reforma a los Derechos y Cultura Indígena era que los legisladores y el Poder Ejecutivo Federal, al aprobarla, violaron los procedimientos para reformar la Constitución Política y las leyes orgánicas de cada estado. Con ello, el Estado nacional anuló derechos que ya estaban reconocidos en la ley suprema e incumplió convenios internacionales firmados previamente por las autoridades mexicanas, como el 169 de la OIT. Sin embargo, a pesar del gran avance en la organización indígena que implicó el último Congreso Nacional Indígena, realizado durante la Marcha del Color de la Tierra, en Nurío, Michoacán, las distintas controversias contra la reforma fueron presentadas ante la Suprema Corte sin una organización que las englobara a todas. Este pudo ser uno de los pretextos utilizados para fundamentar la invalidez de las mismas y en septiembre del 2002 la Suprema Corte rechazó las controversias argumentando que a ella no le correspondía revisarlas y que no podía intervenir en la actividad del Poder Legislativo.
La luz de la esperanza se alejaba así de nuevo para los pueblos indios de México. No obstante, el sueño zapatista sigue vivo, sigue luchando por la búsqueda de "un mundo donde quepan muchos mundos", un mundo donde vivan las palabras verdaderas, donde el diálogo suene siendo costumbre y no excepción, donde los unos se escuchen a los otros y se reconozcan escuchándose a su vez. Y este es un sueño realizable; pues si la palabra dio origen al mundo, así la palabra deberá también otorgarle su nuevo origen. Sin embargo, según parece, hasta que los indígenas mexicanos no tomen el poder Ejecutivo y Legislativo como en Bolivia o Ecuador, el sueño de poder gobernarse a sí mismos les va a seguir siendo tan difícil y doloroso como lo ha sido hasta ahora.
11. El silencio
A lo largo de todo el conflicto la estrategia zapatista ha transitado como un pendón entre dos extremos, entre una dualidad poética. La palabra y el silencio. Hace ya 9 años los zapatistas explotaron para gritar un ¡YA BASTA! rotundo y ardiente contra el desprecio, la humillación y la dominación de siempre. Después, hubo diálogo en la Catedral de San Cristóbal. Pero tras cada intento de diálogo, ha habido una respuesta violenta del gobierno y desde entonces el acoso constante de los paramilitares y el ejército federal hacia las comunidades ha hecho que estas retornen periódicamente al silencio.
Marcos ha actuado de la misma manera. Después de cada gran estrategia mediática un gran silencio. Será que entonces se retira el Sup a fumar su pipa y observar encantado la mar ondulada de los Montes Azules, que le explica en el silencio de la noche, la realidad y la profundidad de ese silencio. Será que cada vez que Marcos termina de producir una de sus grandiosas puestas en escena, se retira al camerino zapatista, para desde ahí, contemplar y entender la realidad nacional. Así, él mismo, explicó tras casi dos años de transcurrido el Zapatour, su silencio y su palabra.
"Esa marcha, dice la mano que ahora hojea una bocanada de humo. Lo más importante de esa marcha no fue lo que dijimos...Lo más importante fue lo que, callando, miramos. Si esos señores y señoras que se dicen pensantes hubieran visto con nuestros ojos lo que miramos callando, tal vez entenderían nuestro silencio de después y nuestra palabra de ahora. Pero no. Piensan que piensan. Y piensan que les debemos algo. Pero nada debemos a ellos. A quienes sí debemos, y mucho, es a quienes callados miramos callando. Para ellos fue nuestro silencio. Para ellos es nuestra palabra. Con ellos y para ellos son nuestras miradas y nuestras manos".
Para terminar,
quiero leer un último texto del Sup; uno de los tantos textos
que llevaron su luz al pueblo de México y a los pueblos del
mundo, durante la Marcha por la Dignidad Indígena en febrero y
marzo del 2001.
SOBRE LA DIGNIDAD
Discurso del Subcomandante Marcos
Puebla de los Ángeles, 27 de febrero de 2001"[Nosotros somos] palabra que mira muy adelante. Palabra que tal vez no encuentre en lo inmediato su verdadero sentido. Palabra que requiere del tiempo y del viento para encontrar su lugar en el corazón de los todos que somos. Palabra que habla mañana. Palabra que viene de muy atrás y por eso camina muy delante nuestro [...] Palabra que sólo habla en común, que exige el andar de todos para poder ser pronunciada. "Dignidad", así habla esta palabra.
Y la dignidad es un puente. Quiere dos lados que, siendo diferentes, distintos y distantes, se hacen uno en el puente sin dejar de ser diferentes y distintos, pero dejando ya de ser distantes.
Cuando el puente de la dignidad se tiende, se habla el nosotros que somos y se habla el otro que no somos nosotros. En el puente que es la dignidad hay el uno y el otro. Y el uno no es más o mejor que el otro, ni el otro es más o mejor que el uno.
La dignidad exige que seamos nosotros. Pero la dignidad no es que sólo seamos nosotros. Para que haya dignidad es necesario el otro. Porque somos nosotros siempre en relación al otro. Y el otro es en relación a nosotros.
La dignidad es entonces una mirada. Una mirada a nosotros que también mira al otro mirándose y mirándonos. La dignidad es entonces reconocimiento y respeto. Reconocimiento de lo que somos y respeto a eso que somos, sí, pero también reconocimiento de lo que es el otro y respeto a lo que es el otro.
La dignidad es entonces puente y mirada y reconocimiento y respeto. Entonces la dignidad es el mañana. Pero el mañana no puede ser si no es para todos, para los que somos nosotros y para los que son otros.
La dignidad es entonces una casa que incluye al otro y a nosotros. Entonces la dignidad debiera ser el mundo, un mundo donde quepan muchos mundos.
La dignidad entonces no es todavía. Entonces la dignidad está por ser. La dignidad entonces es luchar porque la dignidad sea por fin en el mundo. Un mundo donde quepan muchos mundos.
Entonces la dignidad es y está por hacer. Es camino por recorrer. La dignidad es el mañana".