El viaje al
otro:
reflexiones
sobre Étoile d’eau/Estrella de agua
de Lady Rojas
Benavente
Hugh Hazelton
Departamento de Estudios Clásicos,
Lenguas Modernas y Lingüística
Concordia University
Lady Rojas Benavente tiene una larga trayectoria como
autora a la vez dentro de la gran tradición literaria peruana y de la nueva
corriente de literatura latinocanadiense que ha brotado aquí dentro de los
últimos años. También, por supuesto, es una conocida figura en la crítica
literaria y la enseñanza de la literatura latinoamericana, especialmente del
boom y de la obra feminista. Es con gran agrado, entonces, que acogemos su
primer poemario, Étoile d’eau/Estrella de
agua (2006), que incluye una gama de poemas que ella ha escrito a través de
muchos años.
Una de las características de Étoile d’eau/Estrella de agua es su lirismo y lo cristalino del
lenguaje poético. No es una poesía de palabra rebuscada u oscurantista, sino de
una translucidez en que la palabra incluye al otro (el lector) y realza los
vínculos que existen entre el autor, el sujeto, el lector y los seres humanos
en general. Sin embargo, hay un juego complejo lingüístico que incluye
neologismos, palabras del quechua, registros diferentes, coloquialismos, y
yuxtaposiciones de imágenes oníricas y surrealistas. En un sentido profundo, es
una poesía que subraya la humanidad compartida y que valoriza la experiencia
individual de la persona —cada persona— y la solidaridad política en su
aceptación más grande.
Lo que también impresiona inmediatamente en este
libro es la heterogeneidad y amplitud de la temática, algo que se refleja en la
división del libro en cuatro secciones —“Oramor”, “Horas—Historias negras”,
“Otredad” y “Otrora”— y que indica los temas de amor, la interacción de la
historia personal con la común, la transculturación y la celebración del
pasado. Dentro de cada tema el lector se encuentra con sujetos poéticos que se
enfrentan al mundo con un espíritu sumamente abierto —hasta idealista o
inherentemente altruista— y que tienen confianza en el universo aunque sepan
que la justicia vital no exista necesariamente: son sujetos a la vez tiernos y
fuertes, meditativos y valerosos. Son también sujetos hondamente femeninos que
proyectan muy naturalmente la experiencia y el punto de vista de la mujer en el
mundo.
Los poemas de amor que comienzan el libro ya ubican
el lector dentro de un universo en que la atracción y la unión sexual forman
parte del flujo e intercambio de energía y materia que también permean el mundo
natural. Aquí la característica esencialmente imagenista de la poética es un
elemento esencial: la autora yuxtapone y sobrepone una series de imágenes y
deja que ellas le hablen al lector. No hay explicaciones o afirmaciones
generalizadoras que impidan la transparencia de la visión de elementos
naturales —aguas, estrellas, aire, montañas y mar— y de sensaciones corporales.
El primer poema, por ejemplo, “Estrella de agua”, es en el fondo un poema de
amor entre una mujer y la naturaleza, entre el agua y los sentidos, en que la
naturaleza y la mujer llegan a mezcalarse e identificarse mutuamente: me hace
pensar en el cuento “Las aguas del mundo”, de la autora brasileña Clarice
Lispector. Luego, en los poemas que siguen, esta sensibilidad y sutileza casi
zen se aplican a la relación con el amante. La energía erótica y fecundidad
implícita que comienzan “en mi Lima limonera” donde “las primas / como yo /
pierden la vera” (“Otra primavera” 14) finalmente se realizan en el nacimiento
del hijo: la creación del otro (“A mi amante” 30). Este proceso armoniza los
lejanos mundos naturales sudamericano y boreal, simbolizados por árboles tales
como el arándano y el manzano (“Arándano” 34, “Me queda el manzanero” 36, 38).
Hay que notar, sin embargo, que los amantes nunca se separan del resto de la
humanidad para refugiarse en un paraíso privado: el sujeto siempre establece
vínculos firmes con el mundo exterior y con sus otros habitantes, tanto por una
imagen (“Atrás se quedan las montañas / senos desnudos y puños al aire”) (“Otro
silencio blanco” 16) como por una referencia más directa:
Nos acostamos
de cara al Perú
con un arce en el corazón
que se hará bebé hombre
en los bosques de Amos.
Quisimos desplumar
al ave de la guerra
en América central. (“A mi
amante” 30, 32)
No todas las historias de las “Horas—Historias
negras” de la segunda parte del libro son tan negras como uno podría imaginar:
continúa la identificación entre la naturaleza (la “madre-marea” de “Estación
océano Pacífico” (42)) y el sujeto, pero ahora la narradora hace un esfuerzo
sobrehumano (e irónico) por reconciliar el sentido de unión entre el mundo
natural y la rudeza del invierno quebequense. No obstante, la mayor parte de la
sección va más allá del personal y se transforma en una meditación sobre la
historia peruana, especialmente de la conquista y la opresión de la
civilización indígena por la española, lo que engendra no solamente la tragedia
histórica sino también la separación del equilibrio sexual: “El macho se separó
de su hembra” (“La vara mágica” 50). Personajes míticos como la Pachamama, la
encarnación de la madre tierra, han podido lograr la reconciliación de las
razas, pero sólo a través de duras penas. En una extensión genial y muy
natural, la lucha contra la opresión se transfiere del pasado al presente:
Huimos nuevamente
del Cusco a Vitcos
de Vitcos a Vilcabamba
de Vilcabamba al monte,
del monte a la barriada.
(“Idolatría insurreccional” 66)
Luego la denuncia se aplica también
a la guerra y la agresión armada en el mundo actual, con varios poemas en
contra de la primera guerra del Golfo y el bombardeo de Iraq, un poema para
conmemorar la masacre de las estudiantes en la Escuela Politécnica de la
Universidad de Montreal, y otros sobre las contradicciones y dificultades de la
inmigrante en Quebec.
Las dos últimas secciones del poemario, “Otredad” y
“Otrora”, juntan poemas sobre la condición inmigrante con otros que celebran
las figuras clave del pasado personal —los padres y abuelos—, así como las
experiencias de la juventud y la adolescencia. Se destaca aquí la ambigüedad
irónica de la vida de la inmigrante, en que los mismos desafíos y frustraciones
de la simultánea aceptación y rechazo que la sociedad le ofrece se contrastan
con el valor empedernido y resuelto de la recién llegada en radicarse en el
nuevo ambiente, una relación bien establecida en el título francés del poema
“¿A quién es ésta?”: “Ce n’est pas le Pérou !” (92). Al final, el sujeto debe
enfrentarse a la diferencia entre el recuerdo y la realidad, simbolizada por el
río Rímac que, al comienzo del poema del mismo nombre, el sujeto interpela,
diciéndole que “coqueteas / silbando entre la maleza” de Lima, pero que al
final describe como un riachuelo que “ya no hace cauce / sino un basural
inmenso / que como gangrena / va borrando tu ‘fina estampa’” (132). Es por esa
misma mezcla de realismo y lirismo, de fe tenaz en el amor y en la capacidad
humana de superar la dificultad y el infortunio, de empleo acertado de la
imagen y de las connotaciones que desencadena, y de gran sensibilidad
lingüística y poética, que Étoile
d’eau/Estrella de agua se destaca como obra de poesía.
Bibliografia
Rojas Benavente Lady. Étoile d’eau/ Estrella
de agua. Paris : L’Harmattan, 2006.