Varias novelistas peruanas de la
generación del 70 del siglo XIX escribieron con
conciencia intelectual y responsabilidad ética
sobre la condición de los infantes en la sierra y
en la costa, los atropellos de la sociedad
clasista e injusta frente a los indígenas y a las
mujeres, la ambición de los políticos, el abuso y
la crueldad de las autoridades religiosas hacia
las poblaciones desposeídas, la necesidad del
aprendizaje de la lengua quechua en el destino del
Perú andino, la urgencia de la educación de las
mujeres, la inmovilidad social debido a prejuicios
y racismo, entre otros temas. Fruto de ese
acucioso trabajo de observación literaria y
compromiso social aparece una novela fundamental:
Aves sin nido (1892) de la cuzqueña Clorinda Matto
de Turner que produce un revuelo en las capas
dominantes del Perú porque la obra acusa
directamente a sacerdotes de la Iglesia de haber
abusado sexualmente de las mujeres serranas y al
Estado de haber abandonado a sus niños en los
brazos de los gamonales.
Obras literarias del siglo XX de la
talla de Paco Yunque (1950) de César
Vallejo, El retoño (1950) de Julián
Huanay, Gregorillo (1955) de Francisco
Izquierdo Ríos y Todas las sangres
(1964) de José María Arguedas narran las
alambicadas interrelaciones socio-raciales, las
tensiones y los conflictos dramáticos que se
producen en la comunidad por el choque entre la
modernidad y las prácticas culturales
ancestrales. También abordan la problemática
infantil, la adquisición de las modalidades del
género y la conformación de la sexualidad. Dicha
literatura contribuye a comprender las
dificultades, los desafíos y las complejidades
de cómo se forjan las identidades
socio-culturales en los niños que pertenecen a
grupos étnicos que, a partir del modelo
occidental hispano, son confinados a sobrevivir
como alteridades que se juzgan “salvajes”, se
rechazan y odian, quieren destruir; pero se los
explota económicamente. En este sentido, Doña
Shabi, la novela de Caller explora las
maneras en que se configuran las identidades de
diferentes personajes que evolucionan en
interconexión estrecha con los discursos y las
prácticas culturales sobre raza, clase social,
poder, saber, sexualidad y género.
La crítica
literaria todavía no ha emprendido estudios
sobre Doña Shabi (1956) de Clorinda
Caller Iberico,_1__una novela de contenido social
que denuncia con gran ironía a los patrones
nacionales involucrados en el comercio de las
niñas aborígenes en la selva peruana; ni sobre
los testimonios de mujeres andinas que la
escritora Ana Gutiérrez recopiló y editó con el
nombre del anuncio, Se necesita muchacha
(1983). En ambos libros se narra cómo la mayoría
de mestizos y hasta ciertos indígenas han
dislocado las identidades de las niñas serranas
o selváticas, han maltratado sus cuerpos y sus
espíritus y las han sometido a un esclavismo sin
nombre. La novela y los testimonios de
domésticas centran su atención en asuntos
cruciales como el comercio de niñas indígenas y
los cautiverios inhumanos. Los cautiverios
desfiguran las identidades culturales de los
grupos indígenas de la sociedad peruana. En este
ensayo me concentro en los discursos racistas y
neo-coloniales en Doña Shabi mediante los cuales
se construye una figura del indio sin valor, se
mercantiliza el cuerpo femenino, se imponen los
discursos y el poder autoritarios de los
mestizos y se fractura psicológicamente a un
sector de la población infantil que se considera
inferior: las niñas que provienen de grupos
étnicos de la selva.
La diégesis narrativa de Doña
Shabi transcurre en Shiringal un pueblo
localizado en un puerto oriental en los bordes
del río Ucayali, cuyas condiciones infrahumanas
de pobreza, escasez, analfabetismo y aislamiento
geográfico favorecen la explotación infantil en
las primeras décadas del siglo XX –se menciona al final de la
obra la elección de los apristas-._2__Caller narra la compra y venta
de niñas que pertenecen a los grupos indígenas,
destinados por esa razón a todo tipo de
vejación, a la dependencia doméstica de sus
patrones y a un trato esclavista despiadado.
Abundan en el relato naturalista fuertes
imágenes y relaciones de violencia física,
asalto sexual, abuso verbal, crueldad mental y
crímenes pintados con un crudo realismo que
perturban al lector en la medida en que se
atenta en contra de una población indígena que
se muestra impotente ante el despojo de sus
hijas. En Doña Shabi los actos brutales
-que van del rapto de las niñas, castigos,
acosos y asaltos sexuales- reinan de manera
impune porque los personajes mestizos construyen
su poder financiero mediante el cautiverio, la
rapiña y los crímenes que atentan contra la
identidad cultural y la sexualidad de las niñas
indígenas.
La antropóloga Marcela Lagarde y de
los Ríos analiza, en su libro Los
cautiverios de las mujeres: madresposas,
monjas, putas, presas y locas (2001), los
referentes simbólicos del patriarcalismo que
subyacen en los estereotipos sociales y
culturales. Éstos ayudan a entender mejor la
situación de las niñas en la novela de Caller.
Para Lagarde el “cautiverio es la categoría
antropológica que sintetiza el hecho cultural
que define el estado de las mujeres en el mundo
patriarcal: se concreta políticamente en la
relación específica de las mujeres con el poder
y se caracteriza por la privación de la
libertad” (151). La historia del Perú muestra
con claridad las formas y los discursos
colonialistas que, apoyándose en una retórica
comparativa, utilizaron los españoles para
reducir a la servidumbre a los pueblos Incas y a
los otros. Pero todavía no se ha estudiado el
papel de las mujeres mestizas contemporáneas en
el sometimiento de sus propias conciudadanas. De
allí el interés de la novela de Caller que
retrata a una mujer peruana de la primera mitad
del siglo XX que moldea su comportamiento en
patrones patriarcales colonialistas y ejerce
pleno dominio sobre cinco maridos, un amante,
cuatro domésticas adultas, la maestra y tres
niñas del oriente. El cautiverio infantil se
teje alrededor de las carencias: las niñas
carecen de todo derecho individual para
desarrollarse humanamente, de libertad para
actuar y de protección social para
defenderse. Utilizaré el
término cautivar en el sentido figurado de
conquistar ya que el acto bélico reduce a otras
personas a ser cautivas. El derivado cautivo
proviene del latín captivus que señala
la condición del prisionero de guerra que cae en
poder del enemigo._3_
Doña Shabi no deja otra
alternativa que una lectura de mundos rivales:
las patronas contra las esclavas, la identidad
contra la alteridad, el yo narcisista de la
mestiza contra la otra aborigen devaluada. El
concepto de la identidad es un proceso
individual que el sujeto adquiere en un medio
social específico y se encuentra ligado a la
representación de sí. De su parte, el
antropólogo y psicoterapeuta Luis Cencillo en Sexo,
comunicación y símbolo (1993) puntualiza
al respecto que “el sujeto humano es un ser
constitutivamente carencial:
prácticamente todo ha de venirle dado
por el entorno social, aunque todo también haya
de ser transformado constitutivamente al
integrarse en la identidad subjetal” (235). En Doña
Shabi, el personaje colonizador es la
mestiza que asume los postulados patriarcales,
rompe el modelo femenino del ser pasivo, realiza
su deseo conquistador, adopta el logos y el
discurso occidentales de la
civilización/barbarie para gobernar, construye
su emporio financiero e impone su poder a las
niñas cautivas.
Entre las criaturas novelescas
de Caller destaca doña Shabi, denominada matrona
(105) del pueblo de Shiringal. Se menciona “que
no era del lugar” (19), y que “sus viajes por el
extranjero le hicieron aprender, acaso,
procedimientos más expeditivos y directos para
el gobierno ajeno” (41). Sus antecedentes de
niña huérfana y joven delincuente no presagian
ningún futuro positivo en la narrativa. Sin
embargo, los complejos de abandono y de
inferioridad no le impiden alcanzar su
independencia financiera, salvo que lo hace con
métodos que vejan a sus trabajadores, prueban su
falta de moral y su necesidad de afirmarse a
cualquier precio. Doña Shabi a los ojos de los
pobladores de Shiringal es una enemiga porque se
dedica al comercio de niñas indígenas o
“posesión de los salvajes” como si se tratara de
productos de su fundo que intercambia por armas,
trabajo o dinero. Todas las condiciones son
favorables al comercio de niñas; por un lado,
existe una gran demanda en el mercado nacional e
internacional, tiene la protección de los
políticos de Lima; y, por otro lado, si las
familias de la selva se atrevieran a denunciar
el cautiverio de sus hijas, no contarían con
ningún recurso de defensa legal. Su tráfico florece a vista y
paciencia de gente que la ayuda a prosperar y
está involucrada en el cautiverio y la venta de
niñas inocentes que “son amarradas, a manera de
ganado” (23) para que no huyan. La conquista
mercantilista de doña Shabi se encuadra,
primero, en un marco de liberalismo económico
fomentado por el gobierno central del Perú._4__En segundo lugar, la ausencia de
legislación sobre los indígenas favorece los
medios violentos a los que recurre la mestiza
para que el shipibo Sabo rapte y reduzca las
niñas al esclavismo._5_
Las contradicciones ideológicas de la
era decimonónica que redujo el debate del indio
a la noción de ser salvaje y ser inferior a la
gente civilizada sirven a doña Shabi, así impone
su posición racista, marca su superioridad y
actúa en función de sus intereses capitalistas.
Me apoyo en los planteamientos de Nelson
Manrique para entender la dinámica del racismo.
Manrique afirma en la introducción de su libro La
piel y la pluma. Escritos sobre literatura,
etnicidad y racismo (1999), “El racismo
peruano es, en esencia, un racismo colonial” que
se teoriza, pero también se pone en práctica de
manera social y comprende: “un sentido común,
actitudes no racionalizadas, en buena medida
inconscientes, [el racismo está] profundamente
enraizado en las vivencias cotidianas.” Doña
Shabi transmite discursivamente y mediante actos
el racismo y saca provecho de él. Cuando se
dirige a una de sus cuatro sirvientas que le ha
servido durante ocho años, la amenaza y humilla
con insultos, “¡te mato a palos, india bruta”
(30).
La patrona fabrica la Otredad de
las mujeres autóctonas a partir de una matriz
imperial y cultural que sella la falta de
humanidad. Dice “todo lo hacen mecánicamente, no
tienen sentimientos” ni tampoco inteligencia
para aprender (95). El diálogo entre doña Shabi
y su quinto esposo, el italiano Henry que saca
madera del bosque y explota las materias primas
del Ucayali, resulta
ilustradora de dos posiciones irreconciliables
sobre los aborígenes del Oriente._6__Mientras que para el aventurero
de Europa, los campas, chamas y cocamas, “todos
trabajan cuando se les trata bien. Los campas
son muy inteligentes y resistentes. Los chamas
son algo flojos, pero se desempeñan bien... Aman
con pasión la libertad, son pescadores por
excelencia” (100); la patrona peruana exclama
con una retórica dualista y rotundo desprecio
racista ante un acto de desesperación de los
aborígenes para comer, “-¡Qué bárbaros son
éstos! Y así habrá gente que proteste por lo
bien que les tratamos nosotros los civilizados”.
El hombre extranjero que ama a una campa, tiene
con ella una hija, comprende las diferencias
culturales, muestra una actitud paternalista,
liberal y compasiva con la gente con quien
trabaja, “-¡Ellos prefieren su vida así, y hay
que dejarlos. En nada nos hacen daño con ser
distintos a nosotros” (101).
La ideología conquistadora de doña
Shabi justifica la explotación del trabajo de
sus domésticas, maridos y Sabao, -su amante
cashibo que administra el negocio hace veinte
años-, y de la maestra Esperanza. Un gesto de
doña Shabi como ser estéril -no concibió hijo
con ninguno de sus maridos ni con Sabao-, que
acentúa su posición racista, la define cuando
adopta una hija de piel clara y la pone a
estudiar en un colegio de monjas de Lima.
Inclusive ese acto lo hace con propósitos
pecuniarios ya que quiere heredarle su empresa.
Doña Shabi concibe que la educación es un
derecho cultural para que los blancos y mestizos
se civilicen y progresen, asegurándose así un
estatus social y laboral. El efecto perverso de
esa sociedad jerárquica margina a la población
aborigen mayoritaria y la mantiene analfabeta.
La orden que da a la maestra traduce su odio a
las cautivas y la necesidad de conservar el
gobierno de las capas dominantes, “-Oiga,
Esperanza, nada de enseñarles a leer, eso las
malogra y las hace más burras” (52).
¿Cómo se lleva a cabo la captura, el
cautiverio y el asalto sexual de las niñas? ¿Qué
consecuencias en la personalidad y en la
identidad infantiles se derivan de la violencia?
Doña Shabi pone en funcionamiento un sistema de
coerción que asegura su autoridad absoluta sobre
las victimarias con la convicción de que las
niñas y mujeres indígenas deben aceptar
pasivamente cualquier maltrato. Doña Shabi
subyuga y domestica a los miembros de las tribus
selváticas con un arma poderosa: el suplicio y
el castigo físico que enseña a sus fieles
seguidores. En su red colonizadora cuenta con el
trabajo sucio del cashibo Sabao, un doméstico
que traiciona a su comunidad étnica e inflige la
violencia que recibió injustamente de uno de los
maridos de su patrona.
Sabao rapta a las niñas de los grupos
shipibos, conibos, cashibos y campas. Por lo
general, el brazo derecho de doña Shabi arranca
violentamente a las hijas de sus padres y
aniquila con sangre fría a los que se le oponen
(112). En la trama novelística, Sabao trae, para
incrementar el negocio de doña Shabi, a tres
niñas prisioneras: Mama Ocllo de doce años,
Salomé de once y Esparta de solamente siete.
Esta última se diferencia de las otras porque
tiene piel blanca como su padre Henry que la
engendró en una chama. La dueña de Shiringal
posee en su casa un “calabozo” oscuro en donde
encierra a “las salvajes” para que se
acostumbren al cautiverio y terror. Durante la
noche Sabao les demuestra el sufrimiento que les
espera en la casa “civilizada” de doña Shabi.
Viola a Mama Ocllo “con ferocidad de animal
salvaje” como si fuera un rito de virilidad
masculina y de dominio sobre su presa. A Salomé
“la destrozó con furia... y sintiéndose invadido
por su ancestro antropofágico saboreó la sangre
caliente de la indiecita” (34). Con la menor
Esparta, Sabao se divirtió sádicamente, la
torturó y le mutiló los órganos genitales con un
cuchillo. El narrador califica de “sangrienta
orgía” la violencia del cashibo Sabao.
La escena narrativa de la mañana
siguiente cuando doña Shabi encuentra a las tres
niñas ensangrentadas y adoloridas muestra su
indiferencia y sangre fría. Sabe y acepta que
Sabao tenga el derecho feudal de pernada. Su
carácter hipócrita, sin embargo, la empuja a
ganarse la confianza de las niñas a través de un
falso trato de amabilidad. Les promete que a su
lado estarán bien porque las consideraría como a
sus propias hijas. No obstante, abandona
rápidamente su actitud materna y amenaza
verbalmente a Ocllo que acusa el comportamiento
sanguinario del amante, “Te repito, por última
vez, que no hables de Sabao, porque, de lo
contrario, te cortaré la lengua y te partiré la
cabeza con un palo” (39); sella de esa forma su
brutalidad y autoritarismo.
Salta a la vista que las niñas
“conquistadas” y exiliadas en un espacio ajeno
carecen de padres que las protejan, no tienen
derecho a protestar contra comportamientos
malsanos ni a expresarse en su dialecto. Doña
Shabi les asegura “dentro de unos meses estarán
hablando en castellano” (39) destruyendo el
sustrato lingüístico de su identidad. Pone las
bases de la aculturización occidental y edifica
una otredad enajenada. Además del trauma del
rapto, la violación sexual, doña Shabi las priva
de voz en su lengua materna, las inserta en una
cultura ajena, causando más rupturas en la
psiquis infantil. Sus cuerpos heridos y
lacerados en su sexualidad por el shipibo,
manifiestan miedo y en forma defensiva callan y
aguantan la violencia de los verdugos. La
matrona las sanciona incluso cuando hacen bien
la labor con el fin de que no pierdan la
costumbre de ser golpeadas y sepan quiénes
mandan en la casa y en Shiringal. La carencia
afectiva familiar, el abuso sexual, el horror
del asalto masculino y los castigos de la
matrona que se repiten diariamente debilitan el
tejido de la psiquis de las niñas. Al respecto
Boris Cyrulnik en Merveilleux malheur
(1999) expresa, “Lo que se inscribe en el niño,
es bien entendido lo real, cuando la frustración
es enorme, pero es sobre todo el sentimiento de
sí bajo la mirada del otro... El
sentimiento de sí llega a ser un tipo de premisa
de identidad, como una imagen de sí plantada en
el niño por la mirada del otro” (67)._7__¿Qué pasa cuando esa imagen fija
y desvaloriza a las niñas, les impide ser en
función de sí, porque sólo sirven como pilares
familiares y económicos desde los cuales se
construye el progreso de una nación mestiza? El
maltrato del cuerpo productivo, vejado y
sometido de las aborígenes no se circunscribe a
la casa de doña Shabi, se ha vuelto una
costumbre y un mal crónicos de todos los
habitantes del pueblo. Inclusive el más pobre
dispone de una doméstica a quien su patrón raja
sexualmente para darse placer y la familia
golpea para desahogar frustraciones.
En la novela de Caller, así como en
toda la historia de la colonización española,
brotan amagos de rebeldía y de venganza ante la
autoridad despiadada de la matrona, de parte de
un sacerdote vasco, del padre de Ocllo, pero no
de las niñas. A pesar de que Ocllo, Salomé y
Esparta son vendidas, brutalmente abusadas, no
tienen voz propia que muestren sus puntos de
vistas ante tanta crueldad, no se limitan a ser
víctimas expiatorias del apetito sexual y
comercial de sus patrones. Ocllo se queja del
maltrato del cashibo Sabao cuando llega a la
casa de Shabi, pero ésta la silencia. Salomé
sufre los celos de Sabao quien le muerde los
senos y expone su cuerpo en una canoa para que
los pescados carniceros la devoren. Solamente a
través de la evolución del personaje Esparta, el
lector se da cuenta cómo mediante la resiliencia
psicológica la mestiza abusada sobrevive y
supera los traumas de su infancia mortífera y
recompone su identidad. El neuro-psiquiatra
Cyrulnik cita a Stefan Vanistendael para quien
la resiliencia “es la capacidad a salir
adelante, a vivir y a desarrollarse
positivamente, de manera aceptable en la
sociedad, a pesar de la tensión o de una
adversidad que comportan normalmente el riesgo
grave de un resultado negativo” (10). De su
lado, Rosette Poletti, autora con Barbara Dobbs
del libro La résilience, l'art de rebondir (2002)
afina la definición, “La resiliencia, es la
capacidad de rebotar…Desde hace veinte años, los
psicólogos emplean igualmente la palabra para
significar la capacidad de los seres humanos a
resistir a la destrucción, a protegerse de la
adversidad y de situaciones difíciles”. Para
Poletti los factores esenciales de la
resiliencia se resumen en cinco aspectos y los
mismos caracterizan la personalidad de Esparta:
1. La capacidad de comunicar que
permite contarse, decir lo que se desea, pedir
ayuda, tener humor.
2. La voluntad de dirigir su destino,
negarse a ser una víctima eternamente, tomar
iniciativas.
3. No aceptar el sentimiento de
"culpabilidad".
4. Las convicciones: dicho de otra
manera creer en algo, que sea en su familia, en
Dios, en un sistema filosófico… Todo lo que
aporta sentido a la vida inclusive a las
situaciones más abominables.
5. La compasión: según el escritor
Elie Wiesel, el mejor medio de sobrellevar una
desesperanza es ayudando a los otros a
sobrellevar la suya. Stefan Vanistendael y Jorge
Lecomte (Leer el libro: La felicidad es
siempre posible, en las ediciones Bayard,
2000) que han seguido la trayectoria de los
niños de la calle en América del Sur, observan
que aquellos que deben proteger a un hermanito o
hermanita salen adelante mejor que los otros.
La resiliencia de Esparta -a quien su
nueva patrona Esperanza le ha rapado la cabeza por
celos- se desenvuelve bien porque logra aliarse a
escondidas a un grupo de protestantes
estadounidenses a quienes confía su condición
cautiva, aprende con ellos la lengua inglesa,
parte a otro país para evitar ser desfigurada por
una bruja y asaltada por el extranjero Charles. En
el último capítulo XXII de Doña Shabi se
presenta a la joven Esparta en pleno poder de sí
misma que critica la fe ciega en la religión, se
encuentra “lista a actuar” en bien de “semejantes
con quienes solidarizarse en la lucha común por
nobles ideales” (154). El sufrimiento le permite
manifestar empatía hacia todos los seres humanos y
su espíritu altruista se contrapone a la actitud
egoísta y mutiladora de sus matronas, dando
sentido a los proyectos de vida para ella y para
los demás. Su trabajo como enfermera y misionera
en el continente asiático la llevan a calmar el
dolor. Su alegría de vivir con sinceridad se
manifiesta en la utopía que traza así, “Llegará
una época ideal en que el placer será como un
elemento de concierto con el placer de los demás”
(156). Esparta encuentra un sentido a la
representación de sí y de esa manera reconoce la
riqueza de su cultura aborigen en la configuración
de su propia historia. Shiringal “era un retazo de
la selva, que ella sentía latir en su vida y que
se desbordaría como una alborada nueva, plena de
amor para todos los de su raza” (153). A pesar de
todos los logros y crecimiento humano, la joven
que escapa del cautiverio de doña Shabi pasa a ser
dependiente de los protestantes que la ayudaron a
escapar del Perú. En contacto con la literatura
incentiva sus “inquietudes de carácter
político-social”. El deseo de regresar a Shiringal
para ayudar a su gente se posterga. Los pastores
le impiden ir a su país de origen porque piensan
que su idea libertadora “constituía un peligro
para la religión y para la organización estatal”
(154). Para que olvide su proyecto, la envían como
misionera a la China.
Para concluir, puedo decir que
Clorinda Caller Iberico expone y condena en Doña
Shabi la narrativa racista y el trato
inhumano que las mestizas y los indígenas
infligen a las niñas aborígenes. Se inclina por
Esparta una mestiza cultivada que se casa con un
francés con quien se siente dichosa, estudia en
el país más rico de las Américas, trabaja como
enfermera en Asia y sueña que salvará a su
pueblo. En efecto, a los ojos del narrador,
Esparta personifica lo que podría significar el
progreso, la cultura occidental y la futura
libertad de Shiringal. Me interesa destacar el
caso único de resiliencia de Esparta que indica
que ciertos niños violentados pueden sanar sus
llagas y reconstituirse una identidad multiforme
que desafìe los clichés dualistas y racistas del
discurso colonial imperialista y las prácticas
retrógradas. Según Cyrulnik, “Visto del
interior, [la frecuencia de la resiliencia] se
estructura como un oximoron que revela la
división interior del hombre herido, la
cohabitación del Cielo y del Infierno, la
felicidad al filo de la navaja” (16). En ese
sentido, Esparta reflexiona sobre su pasado,
acepta el crisol del dolor infantil y del placer
juvenil como elementos de su identidad mutante,
sabe que no fue responsable de la violencia,
retoma el control de su vida y educación,
recupera la voz después de que ha inmigrado a
los Estados Unidos, viaja por Indochina y China
sanando a los enfermos y como mujer, sujeto de
sí, sostiene una filosofía solidaria para
conseguir el bienestar de la humanidad lejos de
su país de origen.
Me pregunto si la escritora Caller no
convierte a Shiringal en la metáfora de una
nación mestiza que corresponde a una realidad de
la primera mitad del siglo XX con prácticas
colonizadoras y neo-feudales, relaciones
sociales injustas de poder en las que los
conquistadores mestizos empujaron a las minorías
étnicas a renunciar a su identidad cultural para
convertirlas en las alteridades bastardas del
Perú a punta de paliza, terror y domesticación.
La lectura de Doña Shabi de Caller
Iberico nos sumerge en la crueldad más espantosa
de un sistema que destruye las capas
identitarias, lingüísticas y culturales de niñas
de etnias aborígenes. También critica a los
gobernantes que cerraron los ojos y no quisieron
ver que las niñas serranas o selváticas se
vendían y compraban como animales de carga para
beneficio financiero de comerciantes zenofóbicos
e imperialistas. La novela genera desagrado y
total rechazo del comportamiento corrupto y
vergonzoso de personajes claves de centros
sociales, económicos, culturales y políticos
hacia niñas cautivas de la selva, violentadas
por ser aborígenes para aceitar con su sudor
gratis, cuerpo y sangre baratos el engranaje del
proceso industrializador, la ideología
patriarcal y las prácticas racistas y
discriminatorias de la historia del Perú.
Reconocimiento: Mi
agradecimiento sincero a la Dra. Celia
Rojas-Viger que compartió conmigo sus
ideas para mejorar el presente ensayo.
NOTAS:
_1__La
novelista cuzqueña Clorinda Caller Iberico se
formó intelectualmente en las Universidades del
Cusco, Arequipa, San Marcos de Lima y de
Santiago de Chile. También ha publicado un libro
sobre María Reiche y los Dioses de Nasca,
Lima: Editorial Horizonte, 1984._Regresar
_2__Según
la
información del APRA en la historia del Perú,
“Implicated in acts of political terror, the
Apristas were outlawed from 1931 to 1945. While
underground, the Apristas engaged in continual
gun battles with the military, thus creating an
enduring enmity between the two groups. In 1945
the party was legalized, and joined in a
coalition government under José Luis Bustamente.
In 1948, an abortive revolt of dissident
Apristas in the port city of Callao brought the
country to the verge of civil war, sparking a
coup by General Manuel Odría; APRA was again
outlawed. The party was legalized (1956) when
Manuel Prado, a conservative, was elected
president with its support.”_http://www.1upinfo.com/encyclopedia/A/APRA.html._Regresar
_3__Según
el
Diccionario Thésaurus, el término
“cautivo” posee afinidades con sumisión,
esclavismo, cadena, dependencia, alienación. Ver
en Bibliorom Larousse._Regresar
_4__El
análisis de la OEA sobre el período republicano
ilustra claramente la política colonizadora de
la selva peruana en favor de la inmigración
europea: alemana, austriaca y otra; y de las
empresas extranjeras agropecuarias y
explotadoras del caucho. Véase en el Internet,_http://www.oas.org/usde/publications/Unit/oea27s/ch11.htm._Regresar
_5__En
el documento de la OEA se expone el contexto
actual de la región boscosa de la selva cuyos
22,000 habitantes forman parte de 1320
comunidades nativas y 56 grupos
etnolingüísticos. Ibid._Regresar
_6__De
acuerdo al estudio de la OEA, los campas
ocupaban “las cuencas de los ríos Chanchamayo,
Perené, Pichis, Bajo Urubamba y Alto Ucayali, y
las regiones de Satipo y del Gran Pajonal”
cuando llegaron los españoles a la Selva
Central. Ibid._Regresar
_7__La
traducción de las citas de las obras en francés
al español es mía._Regresar
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
- http://www.1upinfo.com/encyclopedia/A/APRA.html_-_Bibliorom
Larousse.
Dictionnaire Trésaurus. Cdrom.
- Caller Iberico, Clorinda. Doña
Shabi. Lima: Gráficos P.L. Villanueva,
1956.
- Cencillo, Luis. Sexo,
comunicación y símbolo. Barcelona:
Anthropos, 1993.
- Cyrulnik, Boris. Un merveilleux
malheur. Paris: Éditions Odile Jacob,
1999.
- Lagarde y de los Ríos, Marcela. Los
cautiverios de las mujeres: madresposas,
monjas, putas, presas y locas.
México, D. F.: UNAM, 2001.
- Manrique, Nelson. La piel y la
pluma. Escritos sobre literatura, etnicidad
y racismo. Lima: Centro de Informe y
Desarrollo Integral de Autogestión-CIDIAG y
SUR Casa de Estudios del Socialismo, 1999.
- http://www.andes.missouri.edu/andes/breviario/sur_pielypluma.html
- OEA. Perú._http://www.oas.org/usde/publications/Unit/oea27s/ch11.htm
- Poletti, Rosette & Barbara
Dobbs. La résilience, l'art de rebondir.
Paris: Éditions Odile Jacob, 2002. Entrevista
de Poletti con Bénédicte Fiquet, en_http://www.medecines-douces.com/impatient/295dec02/resilience.htm
_