LAURA
HERNÁNDEZ MUÑOZ
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Los demonios íntimos
de Inés Arredondo
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___________________________________________________“Voy
hablar de lo otro, de lo que generalmente se calla,
___________________________________________________de
lo que se piensa y lo que se siente cuando no se piensa”.*
Domesticidad
domesticada, sueños que parten de la vigilia y desaparecen al cerrar
los ojos. Crueldad, amor y desencanto; almas que juegan a ser vértices
en triángulos de silencios y escapes por laberintos borgianos son
las características de los cuentos de Inés Arredondo. Ella
arrastra con inocencia perversa a sus personajes por la corriente de un
río oculto, que solo se puede escuchar poniendo el oído atento
a los murmullos de los pensamientos que se agazapan en las cavernas
que les sirven de lecho. Pasión y razón, equivalencia
y ambivalencia. Demonios que la autora trató de exorcizar a través
de los hombres y mujeres que pueblan sus relatos. ¿Cómo logró
Inés Arredondo desde su equilibrio personal manejar los hilos enredados
de las mentes atormentadas de sus marionetas sin quedar atrapada en ellos?
¿Fue un juego, mero ensayo psicológico o aguda penetración
de quien tiene conocimiento de causa, y lo utiliza para condenar a otros
por sus infiernos vividos? Ella logra que lo cotidiano se vuelva importante
en las vidas-sombras de cada una de ellas.
El incesto,
la homosexualidad, deseo y rechazo a la pureza original, demonios que Inés
Arredondo utiliza con habilidad para introducir una nueva escritura criptografica,
bajo la aparente resignación de los espíritus que deambulan
por sus cuentos y aceptan su destino con fatalidad griega.
La
tentación del incesto es considerada así como una inclinación
natural originalmente, producto de la sexualidad pura, indiferenciada,
que no reconoce limitaciones hasta que éstas le son impuestas al
hombre por una fuerza exterior. 1
En
los siguientes relatos Inés Arredondo presenta al incesto como un
ser esquizofrénico jugando con la pregunta: ¿quién
soy o bajo qué apariencia me escondo?
Soy: “El estío”. Madre-mujer separadas por un eros y thanatos que
luchan contra el amor sensual -meta inhibida- transformándolo en
afecto y ternura. Soy una yocasta dolida que ciega busca en otro
cuerpo a la carne contigua.
En
medio de aquel beso único en mi soledad, de aquél vértigo
blando, mis dedos tantearon el torso como un árbol, aquel cuerpo
jóven me pareció río fluyendo igualmente secreto bajo
el sol dorado y en la ceguera de la noche. Y pronuncié el nombre
sagrado. 2
En este
cuento, Inés retoma las palabras de Tomás Segovia:
“El
incesto es uno de los polos ideales de todo amor. Representa la pureza
noble, es decir, la fidelidad a una pureza originaria”.
Fabbiene Bradu añade sobre el tema del incesto en la obra de Inés
Arredondo:
Inés
logra crear la existencia de un tema sin consumar la posibilidad que lo
vuelva tangible. Esta ambigüedad, este frágil equilibrio se
vuelve patente con gran audacia tocando los límites que oscilan
entre la normalidad y la insania. 3
La
tarea de la autora -escribió María del Carmen Millán-
“consiste en reconstruir las sensaciones físicas producto del deslumbramiento
del amor; describir el halo impalpable que comunica dos cuerpos; acechar
el chispazo de un presentimiento que en una mirada se adueña de
la voluntad y vacía el pensamiento; señalar las verdades
ásperas por las cuales el deseo tropieza y se encarniza con sus
víctimas”. 4
En “Apunte Gótico”, Inés se adentra en el mundo de los primeros
impulsos sexuales de una niña que duerme junto a su padre
semidesnudo y es despertada por la fuerza de su mirada. Ella también
lo observa iluminado por la luz parpadeante de una vela sobre la mesa de
noche que agiganta su figura. Él la mira y se deja mirar. Ella recorre
su cuerpo medio cubierto por la sábana. Son momentos suspendidos,
pegados al cuerpo, ninguno de los dos se mueve.
Algo
dulce y espeso, en el centro, que hacía extraño mi cuerpo
y singularmente conocido el suyo. Mi cuerpo hipnotizado y atraído
. . . Me mira y no me toca: no es muerte lo que estamos compartiendo. Es
otra cosa que nos une. 5
En este
párrafo descubre una implicación o vivencia muy íntima
de la autora, como si aflorara un demonio dormido de otros tiempos
en su mente, y para desterrarlo utiliza la imagen de una rata asquerosa
que sube por el cuerpo del padre, separándolos:
Con
sus manos sucias se aferra al flanco blanco sus rodillas raspadas se hincan
en la ingle, metiéndose bajo la sábana. Manotea, abre la
bocaza, su garganta gotea sonidos que no conozco. 6
Inés
Arredondo da un nombre a la rata: Adelina, hija de la fregona, obviando
en ello a una memoria. La figura del padre deseado sin ser poseído,
el hombre cercano y distante. Electra angustiada que prefiere verlo muerto
que tocado por otra:
Ahora
sí creo que mi padre está muerto. Pero no en este preciso
instante, dulcemente, sonríe: complacido. O me lo ha hecho creer
la oscilación de la vela. 7
La autora
descendió al punto medular del incesto: la conciencia de la atracción
entre el padre e hija, y el dolor brutal del rechazo por parte de él,
hacia ella, hace que deambule como Eva desterrada pariendo hijas sin padre,
mujeres sin hombres, amores truncados por un pecado original que nunca
se cometió, pero sí se deseó.
En “La sunamita”,
Inés Arredondo esconde al incesto bajo la bendecida legalidad del
matrimonio para convertir a la sobrina-hija, en sobrina-esposa y así
soltar al demonio de la lujuria encarnado en el tío Apolonio, que
se aferra a las carnes tersas y firmes de Luisa, transformándose
en el esposo Polo. La farsa, preparada por Inés, para que envuelva
hábilmente a la inocente comparsa en manos de anciano moribundo,
no es perfecta del todo, porque ahora, la mujer que ocupará la cama
ya no es una niña asombrada y atraída; ahora es adulta, y
siente asco y rechazo por el tío-padre-esposo, decrépito
y agonizante que se nutrirá de su juventud para no morir. Sin embargo,
la que aprende a respirar con ritmo entrecortado de estertores, es ella,
aceptando su papel de esposa que languidece atrapada por las circunstancias
de una obligación moral más parecida a un suicidio. Y al
final de cuento es donde Inés vuelve a dejar escapar su memoria:
utiliza las mismas palabras para describir la muerte del padre incestuoso
en “Apunte gótico” y la de Apolonio.
Murió
tranquilo, dulce, él mismo. 8
En “Orfandad”,
proyecta a un subconsciente en forma de un cuerpo mutilado y un rostro
deformado, que no puede ser reconocido ni amado, pero que en sueños,
se ve hermosa y buscada. Lo onírico encubre la verdad: el rechazo
paterno la deja sin brazos para alcanzarlo, ni piernas para seguirlo. Está
atada en una cama llena de excremento. Esta imagen que nos da Inés
se puede entender como el tálamo sucio por lo que se nos pudre dentro;
lo que pensamos es malo y debemos ser castigados por ello, siendo
abandonadas en una soledad dolorosa que aparece en “Canción de cuna”
-aquí no se esconde el incesto, pero si la lejanía del posible
abuelo-padre, rechazado por la hija adolescente que será madre-hermana
de su pecado. En este cuento Inés Arredondo maneja la regresión
ocasionada por la culpa, de no haber sido reconocida, ni amada,
por un hombre: su padre - de la hija-hermana, que ya siendo abuela quiere
ser madre sin semilla en su seno, pero que busca en ese embarazo gestarse
a sí misma y darse a luz para que todos la reconozcan y dejar
de ser la amada desconocida, a la que le negaron un padre que la tuviera
por hija; ahora ella busca dentro de sí -en una demencia temporal-
un nuevo alumbramiento que justifique su presencia. En este cuento de estructura
circular, vemos venir el nacimiento de la mano de la muerte, y sólo
librándose del primero, la madre-abuela se salvará de morir:
La
curación fue rápida. Ella misma pidió que le extirparan
“aquello” que no era más que un pólipo. Salió del
sanatorio serena, mansamente alegre: abuela solamente.
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Haciendo
una relación sobre los tres relatos: “Apunte gótico”,
Orfandad” y “Canción de cuna” -al margen del incesto- encontramos
una continuidad del sentimiento de orfandad paterna originaria.
En “Mariposas
nocturnas”, Inés Arredondo soslaya al incesto en la relación
que se crea entre Hernán y Lía. Él, un hombre viejo
que le gusta jugar el juego del Minotauro: por las noches es llevada a
su laberinto una joven virgen, casi adolescente, preparada con ritos de
purificación y aliño. Él la enjoya, rinde pleitesía
y la admira, sin permitir ser tocado. Aquí la autora hace guardar
la distancia entre don Hernán-padre, e hija-Lía, pero el
trato y la cercanía hacen crecer en ella -no sólo su cuerpo,
si no también sus deseos- y al atreverse a tocarlo, es rechazada
y expulsada del paraíso.
Esta
vez, como las otras, Lía, desnuda, parecía una estatua. Él
le abrochó al cuello un collar de esmeraldas de las compradas en
el viaje. Comenzaba el rito acostumbrado.
Pero cuando,
con otro collar en las manos, se acercó a ella de frente, para colocárselo,
la estatua se movió intempestivamente y sus brazos rodearon
a don Hernán atrayéndolo hacia sí. Hubo un momento
infinito en el que no se movieron, luego el la rechazo con violencia haciéndolo
caer hacia atrás. 10
Inés
retoma el tema del abandono cuando la mujer-hija reclama sus derechos de
ser amada. Lía, transgrede la frontera, ignorante de la razón
secreta que tiene don Hernán, para no tocarla ni dejarse tocar:
la homosexualidad triangulada por el fiel Lótar, quien los observa
con placer voyerista. Inés Arredondo utiliza el recurso de la homosexualidad
para evitar el incesto, y tocando el tema del sexo sin género, la
inocencia del origen del hombre que como los dioses mitológicos,
se aparean sin sentido de culpa, nos introducen a “Sombras entre sombras”,
que es la continuación de esquema del relato anterior, pero dejando
atrás al demonio del incesto, se desborda en una continuación
de imágenes, en las que desfila el viejo Ermilo cortejando a Laura
-treinta y dos años más joven-. La cubre de regalos y atenciones.
Su riqueza es el sustituto de la juventud. La madre de la muchacha ve la
oportunidad de asegurar su futuro, y la convence para que se case con él.
La ambición une a Laura con su padre-esposo, que la llevara a conocer
ámbitos aberrantes del sexo, implicándolo en sus prácticas
homosexuales. La autora, con justo manejo del lenguaje, nos describe las
orgías, de las cuales sale siempre airosa la mujer, porque ella
ama sinceramente al amante compartido, y sabiendo que la única manera
de estar con él es ésa, la acepta:
Ahora
tengo setenta y dos años. Él apenas cincuenta y nueve. No
tengo dientes, sólo puedo chupar y ya no hago nada para disimular
mi edad, pero Samuel me ama, no hay duda de eso. Después de una
bacanal en la que me descuartizan, me hieren, cumplen conmigo sus más
abyectas y feroces fantasías, Samuel me mete a la cama y me mima
con ternura sin límites, me baña y me cuida como una
cosa preciosa. 11
Inés
Arredondo se apiada de la mujer y le concede la exquisita crueldad de erguirse,
con restos de dignidad sobre la inmundicia moral que la rodea.
Inés
Arredondo aplicó en sus relatos las palabras de Tomás de
Segovia:
El
amor auténtico, es decir, personal, es pues un atentado a la sociedad,
porque sucede antes o después o fuera de ella, porque traspasa
o se salta la enajenación que es la estructura misma de lo social.
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Y por eso
se atrevió a tocar el tema del amor en todas sus formas, sin juzgar
las conductas de sus personajes que como apunté al principio; son
sólo marionetas con sus hilos enredados. Sin embargo, Ella, la autora
queda íntimamente involucrada con cada uno de los demonios que dejó
salir de su infierno particular.
El incesto,
la homosexualidad, el deseo y el rechazo, la orfandad y el reconocimiento
seguirán encadenados a los personajes de Inés Arredondo,
porque ellos son la razón que les da vida, y mostrándose
a través de una prosa desnuda, rica en imágenes, de conceptos
desprejuiciados, justifican el atrevimiento literario que tuvo la autora.
Porque, a pesar de haberse involucrado temerariamente en estos argumentos
ella rescata, -como sus heroínas- a su alma del infierno,
al que había sido condenada por buscar la pureza original, el límite
inhibido y, sobre todo: ser reconocida por esa carne contigua que
le negó un rostro.
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_____
Notas
*
_Río
subterráneo, SEP. p. 39.
1
_Juan
García Ponce. “La carne contigua”. El incesto en la literatura
contemporánea. Cruce de caminos. Universidad Veracruzana, p.
160.
2
_Mejía.
El
estío. La señal, p. 21, UNAM.
3
_Fabbiene
Bradu. Señas particulares. Fondo de Cultura Económica.
4
_Antología
de cuentos mexicanos. Presentación por Carmen Millán,
3 ed. México Nueva Imagen 1979 t. 2 p. 107.
5
_Apunte
gótico. Río subterráneo, p. 37.
6
_Ibid,
38.
7
_Ibid.
8
_“La
sunamita”, La señal, p. 138.
9
_“Canción
de cuna”, La señal, p. 79.
10
_“Mariposas
nocturnas”, Río subterráneo, pp. 113-114.
11
_“Sombra
entre sombras” publicado en la revista Diálogos (enero-febrero,
1984).
12
_“Defensa
e ilustración del incesto”. Tomás Segovia.
Otras muestras
de la obra de Laura Hernández Muñoz: