MARTA ZABALETA
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"Acerca de
la Memoria: voces revolucionarias del Sur"_(ensayo) 1
Se postula
que los textos de mujeres sobrevivientes
del terrorismo de estado que se presentan
a modo de ejemplo, constituyen soportes
importantes del proceso de reconstrucción
de la memoria social del Cono Sur, al
tiempo que su producción ayuda a sus
narradoras a superar síndromes
postraumáticos, y les otorgan la sensación
de pertenecer a una nueva comunidad, etapa
esta imprescindible en la recuperación de
sus identidades desgarradas. La variedad
de las formas estilísticas utilizadas
cuestiona la esencia misma del canon
literario y escapa a la lentitud de la
críticas. La segunda parte ofrece un
ejemplo concreto de este tipo de
escritura, en el afán de reafirmar la
necesidad de desechar la rigidez de la
escritura científica tradicional
firmemente centrada en el Hombre y
adaptada a sus necesidades y dominación
social genérica. Con dicho acto de
transgresión se invita a repensar las
diferencias entre lo así llamado escritura
femenina, escritos feministas y textos de
mujeres, etc., abogando por el respeto
básico a las diferencias inmanentes a cada
ser humano, que trascienden la pobreza
implícita en aquellas propuestas teóricas
que tratan de adaptar la interpretación de
una realidad muy cambiante a marcos y
normas teóricas preestablecidos, y que las
más de las veces funcionan obscureciendo o
paralizando la creación científica y /o la
crítica literaria de las mujeres que
escriben en cuanto mujeres.
Palabras claves: feminismo;
machismo; tortura; dictadura; trauma;
exilio
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"Esto pertenece a una zona
muy profunda de la identidad, a una
zona que no se puede discernir
puesto que es más profunda que
cualquier identificación
sentimental. ¿Qué persona
revolucionaria - en arte, política,
religión, o en otra cosa - no ha
experimentado aquel momento extremo
en que él o ella no era nada más que
una bestia, en que se sentía
responsable, no por las crías que
murieron, sino ya antes de
que las crías murieran?"
Gilles
Deleuze,
1981
Escritos de mujeres
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Un fenómeno sacude al mundo, aunque no
revolucione al mercado ni conmueva a la crítica:
la escritura de mujeres en cuanto mujeres. Y las
latinoamericanas, lejos de quedar excluidas de
esta tendencia que esperamos se prolongue y
expanda, han contribuido a ella decididamente. En
efecto, un número cada vez más importante de
mujeres ha publicado durante las dos o tres
últimas décadas novelas, poemas, ensayos, obras de
teatro y narrativas testimoniales (Judy Maloof:
2000), y con ello se habría creado un cuerpo
literario importante, que está lejos de ser
homogéneo, dado que en su interior- en su opinión-
contrastan estilos altamente estéticos,
‘metaficcionales’, y de prosa hermética como
serían por ejemplo los de Diamela Eltit y Julieta
Campos, con otros mucho más accesibles. Tal
vez por eso, valdría la pena formular, es
que sólo un pequeño grupo de estas autoras ha
logrado premios importantes y fama internacional.
¿O será en cambio que lo que ocurre es, como dice
Jean Franco (Franco, 1992: 73), que esta nueva
apertura del mercado literario se debe a la
proliferación de los estudios sobre la mujer
(¿adónde, en el Primer Mundo?, valdría la pena que
hubiera especificado), y a la incorporación de
mujeres escritoras del Tercer Mundo en el
currículo lo que repentinamente ha provisto a
estas con esa masa de lectores internacionales que
los escritores del ‘boom’ ya han gozado desde hace
bastante tiempo?
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Sea verdad lo uno o lo otro, o una
combinación de ambos, cabría sin embargo
preguntarse por qué es que existe todavía toda una
serie de escritos de mujeres que no sólo no han
sido en su mayoría todavía estudiados
sistemáticamente por la crítica literaria
feminista - ni por ninguna otra tampoco para ese
efecto, que yo lo sepa -, sino que además en su
mayoría no han sido tampoco incorporados a los
programas de Literatura Comparada ni a las cursos
de Estudios sobre las mujeres y /o de género, ni a
los de Historia de América Latina, no ciertamente
aquí en el Reino Unido.
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No obstante lo anterior, es precisamente
por la importancia implícita que creo que
revisten para el proceso de construcción de
la memoria social este conjunto todavía
‘segregado’ de ciertos textos producidos por
mujeres, que han sido objeto de este artículo, al
que para ese efecto se ha dividido en dos partes.
La primera, estará destinada a presentarlos y a
tratar de explicar por qué considero que estos
textos contienen la materia prima esencial de que
puede nutrirse la memoria social. Son estos
escritos producidos por víctimas directas del
reciente terrorismo de estado en el Cono Sur de
América Latina, fuentes primarias que contribuyen
a la reconstrucción de la memoria fragmentada por
el trauma, a la cristalización de un cierto
sentido aunque todavía larvado de pertenencia a
una comunidad, etapa esta última que es importante
para la recuperación de las identidades
desgarradas. En la segunda parte, se ofrece un
(auto) ejemplo de recopilación y uso que hacemos
las mujeres de las memorias traumáticas, más vale
con el afán de hacer a las lectoras y
lectores testigos y cómplices de un estilo
expositivo ‘no académico’ que trata de apelar a
sus valores éticos en cuanto personas, más que a
alcanzar la tradicional formalidad heredada en
materia de metodología de las Ciencias Sociales,
aquella que tiene tan férreamente por centro al
Hombre, tal cual como con reiterada insistencia lo
reiterara hasta un hombre, el filósofo
Foucault.
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Los escritos en cuestión
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Cabe antes de empezar agregar que los
textos que nos ocupan son escritos que tienen en
común algo más que el mero hecho de haber sido
escritos por mujeres y ser por tanto y por
definición, casi siempre marginados o periféricos.
Pues además han sido producidos por
personas que carecían de antecedentes
literarios publicados, pero que en cambio han sido
casi todas militantes o simpatizantes de
movimientos o partidos de la izquierda
revolucionaria, aquella surgida como sub producto
de la guerra en Vietman, vertebrada y /o
fuertemente influenciada por el pensamiento y la
práctica universalista del socialista argentino
Ernesto Guevara, el Che.
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Variados en sus formatos y estilos, los
textos producidos toman la forma de tesis de
doctorado y maestría, pasando por novelas y obras
de teatro, poemas, ensayos, argumentos de
documentales y llegan hasta diarios íntimos,
cartas, memorias, todos los cuales actúan -en mi
opinión -como verdaderos soportes para garantir la
sobre vivencia material y / o emocional de quien
escribe luego de recobrar la libertad. Si dejamos
de lado por ahora por razones de espacio a
aquellos escritos científicos que se deben
ajustar- en verdaderos partos con fórceps y sin
anestesia local- a los requerimientos de las tesis
de doctorado universitario y /o a los libros que
las ‘popularizan’, arribamos a aquellos que sirven
para expresarse más libremente. ‘Emocionalmente’.
Es que en estos textos se va pasando del rol de
autora al de narradora. Como toda transición es
este un proceso conflictivo, quebradizo y muchas
veces, impulsivo y doloroso. Pero al final
necesario en su inevitabilidad histórica.
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Esto es así porque nuestros escritos
cumplen una verdadera función terapéutica, en la
medida en que nos permiten rehacer y volver a
vivenciar eventos y emociones del pasado y con
ello ayudar con la reactivación de la memoria de
nuestra historia personal y colectiva, a la
rearticulación de los distintos elementos del
trauma que queremos superar.
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Es decir, que se estaría en presencia de
una especie de auto curación a través del hablar,
y/o del escribir, en el forzarse a pensar para sí
y en sí, y si es posible (d)escribir ese dolor.
Pero con eso solo, claro está - y como
ocurriría con cualquier otra técnica terapéutica -
no se concluye el proceso de recuperación. Es
decir, que se necesita también de alguien que nos
escuche y / o que nos lea. O sea, que es preciso
tener, como en el psicoanálisis, por ejemplo, una
interlocutora o un interlocutor válida /o. No
tanto para efectuar la trasferencia sino más vale
para reflejarse integrándose en el otro, o la
otra. Para tratar de adquirir conciencia de una
misma en ese salirse de sí misma, de ese
pozo casi inagotable de desconfianza del prójimo,
salirse digo con pasos de libélula de la identidad
destrozada y rehacerla con la coherencia que exige
quien nos escucha al leernos, pero que al mismo
tiempo prefabrica nuestra nueva identidad con la
identificación fragmentaria de aspectos de la
suya. He ahí el centro de nuestro universo, desde
ese ‘allí’ desde donde volamos por fin liberadas,
como mariposas que mimetizan su ancianidad en el
reencuentro con la nueva existencia. En la que, en
mi caso, seré para siempre joven, inmadura y tan
dispuesta al cambio, porque ya por mi edad
cronológica me acerco cada vez más a la memoria de
mi infancia en Argentina.
De ese modo, es posible volver a ser,
sentirnos lo nuevo que somos en lo viejo, sin
despojarnos por ello de nuestro papel protagónico
en lo que hicimos. Volver a ser, a pesar de todo
lo que nos hicieron, en suma, pero sin por ello
dejar de ser lo que fuimos. Este escribir nuestro
es también nos retorno a aquellas primeras
lecturas que nos proveyeron raíces multiculturales
en la adolescencia, y nos constituyeron como
sujetos pensantes e independientes.
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Es apresar este mundo que parece ser
cada día menos nuestro. En mi caso, entonces, es
regresar a la escritura existencialista a la
Beavour, feminista a la Wolf, de viaje a la
Tristán, y con ello retornar mas atrás,
adentrándonos en la psiquis de nuestra madre a
quien cargamos a cuesta en el brutal momento
de su muerte para hacerla volver: posEvitiana,
posGardeliana, posJuana de Ibarburu, más Mistral,
o una Storni. Más yo a la posPizarnik, y
ciertamente, posCarlos Marx. Rosa Luxemburgo y
Paulo Freire, pero hija siempre. Y a la memoria
más pareja de nuestro padre, muerto en ausencia
mía y con el gran vacío dejado por mi exilio
durante la última dictadura militar de Argentina
(1976-1984. O sea, que mi canto es por supuesto el
suyo, el de Martín Fierro y Una
excursión a los Indios Ranqueles, el de La
desilusión de un Sacerdote y el desprecio a
El hombre mediocre, a lo José Ingenieros y
a lo Lisandro de la Torre, como nuestro ritmo es
su tango, la milonga, su chacarera, el malambo, la
zamba, todo lo que nos enseñara a bailar
cuando teníamos cuatro o cinco años. Las marchas
de los circos de pueblo alrededor de la plaza, el
olor de la alfalfa cortada, el girar de los
girasoles marcando el paso del radioteatro de la
hora de la siesta y yo conversando con las
iguanas, alimentada por mis niñeras, que me
llenaban la panza con mate amargo y los días de
fiesta mi padre de nuevo con asado con cuero. Y
mis perros y mi caballo, y las nutrias salvajes y
los miles de vacas, muchas vacas con sus toros
puestos y luego sus crías y los caranchos y las
liebres y los zorrinos y las víboras yarará y los
bagres sapo y los escorpiones, las vinchucas, los
teros, tornasoles de un sol que se quedaba dormido
sobre las vías del tren que regresaba de la gran
ciudad, Rosario, en un atardecer de verano
caminado. Y pan para la mano hambrienta, vino y
agua para el sediento, derechos igualitarios
para las mujeres y hombres de trabajo de la ciudad
y el campo... Y volver, volver, volver, que
sesenta años no es nada, que febril la memoria os
guarda y os nombra. Volver a casa. Por fin,
volver.
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Es que siendo nosotras todos frutos de
determinados discursos históricamente
determinados, y muchas veces objetos y casi nunca
sujetos de prácticas discursivas debido al
carácter autoritario de (casi) todas las
ideologías políticas imperantes, nos reconstruimos
a conciencia o no, pero a partir de nuestros
escritos, como hacedoras de nuestra nueva práctica
discursiva a la que nos habilita la memoria y las
responsabilidades emanadas de nuestra situación de
mujeres y condición de ex revolucionarias. Y esto
es en sí mismo una función que algunas como
feministas antiguas nos hemos propuesto realizar;
o sea, auto evaluar y asumir nuestro nuevo rol
social. Roles sociales que son tan variados y
numerosos como casos hay de mujeres u hombres
sobrevivientes que viven / escriben basándose en
su traumático pasado. Nos cabe a algunas en cuanto
mujeres, actuar reactuando nuestro pasado a través
de nuestra propia experiencia de científicas y
hacerlo en el seno de asociaciones nacionales,
regionales e internacionales en las que
interactuamos para ampliar el poder de nuestro
discurso (Zabaleta: 2000) por decisión colectiva, 3
pero esencialmente preservando y ampliando a todas
las áreas de nuestro diario vivir nuestra total
independencia, única garantía real del ejercicio
prístino de la libertad - aun condicionada como
está por las limitaciones implícitas del modo de
producción dominante.
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De las narradoras y sus estilos: ¿un
nuevo género o necesidad de un nuevo canon?
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Así entonces, estoy de acuerdo con otras
autoras en cuanto creo que debemos referirnos a
esta nueva forma de escribir como si fuera un
nuevo estilo, literario o no, en un sentido
amplio, pues se trata como se he dicho, de textos
con formas confesionales, de diarios, auto
ficciones, autobiografía, o lo que fuese; pero
todas modalidades, en suma, de escritura
básicamente para sí, en que la autora procura dar
a su narrativa la forma pública de un testimonio y
al mismo tiempo comprenderse en su propia auto
revelación, para establecerse frente al mundo y en
el mundo con un nuevo sentido de agencia, y al
hacerlo ayudarse a desenterrar, y forzarse a
desmadejar un ovillo de temas que le interesan a
ella misma ‘qua woman’, por cuanto implican
valorizar su subjetividad como hembra. Estoy de
acuerdo, por tanto, con los hallazgos pioneros de
Suzette A. Henke en materia de lectura de escritos
de mujeres. Y ellos me han estimulado a construir
mi propia interpretación que aquí brindo. Al
hacerlo no sólo me inmerso en la cuna
proporcionada por mis congéneres desde los años
ochenta en adelante, sino que como tantas otras me
convierto en una narradora más, remo a la proa en
busca de un nuevo paraíso en donde no aspiro a
compartir manzanas mágicas con ningún hombre
desnudo sino más bien con mi conciencia. Es decir,
creo con Suzette (Henke: 2000) que procuramos
reinscribir nuestro derecho al deseo femenino en
el marco de los textos prescriptos por la cultura
patriarcal tradicional.
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En un punto, al celebrar nuestra propia
manera de decir y nuestra propia manera de
experimentarnos en cuanto frutas maduradas que
somos en sociedades muy machistas, me permito
disentir con Henke. O dicho de otro modo, vía la
antivalidación de parte de una propuesta suya de
la cual de todas maneras en términos generales
como he dicho partí, para ofrecer las ideas
abigarradas en este artículo como en chaleco de
fuerza. Yo creo que este artículo me ha
servido como plataforma de algo que me
parece que es igual en lo diferente. Me explico.
Henke afirma haber dejado a propósito afuera de su
fascinante estudio acerca del valor terapéutico de
la escritura de vida de las mujeres que sufren de
síndromes postraumáticos, la experiencia de las
víctimas del holocausto por tratarse, nos dice, de
ejemplos provenientes de un contexto histórico muy
especifico. Pues bien: en lo que sigo yo me
propongo en cambio, aunque ciertamente con la
debida cautela, dar un anticipo de una
investigación más amplia, en la que me oriento a
tratar de demostrar que al mostrarnos a nosotras
mismas como víctimas del terrorismo estatal,
estamos de alguna manera tratando de decir (nos)
que esas nuestras experiencias traumáticas
producto de ese tipo de terrorismo, el de estado,
tienen efectos similares y ocasionan sin duda
síndromes post traumáticos casi idénticos a los
que ella, Henke, describe en las autoras que
analiza, que son mujeres narradoras que han sido
víctimas de incesto, violación, etc, tales como
Collette, Anais Nain, por ejemplo. O sea, de
formas habituales del terrorismo doméstico. 4
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Pero nosotras a diferencia de sus
autoras, no necesariamente somos escritoras de
ficción. Pero sí escribimos como mujeres ex
revolucionarias víctimas de prácticas extremas y
diversificadas por género, raza y sexualidad, de
los aparatos represivos del estado en que se
apoyaran las corporaciones multinacionales para
expandir la acumulación de capital en los países
de la periferia en la etapa salvaje del
capitalismo industrial, financiándose con la
extracción de la deuda privada y pública con que
ahora sufren las debilitadas economías nacionales
de nuestros países. Y sin duda que sufrimos de
stress postraumático y que conciente o
inconscientemente, queremos curarnos. He tomado
esta línea interpretativa, que en esta oportunidad
no aplicaré a los escritos de autoras
ideológicamente más cercanas a la izquierda
tradicional. La hubiera hecho extensiva a su obra
y a la de hombres sobrevivientes que escriben
sobre su vida, de haber podido tener acceso
también a sus escritos, tarea que espero cumplir
con posterioridad.
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Los textos, que habré solo de mencionar,
han sido producidos, pues, solamente por mujeres
que fueron brutalizadas por las últimas dictaduras
del Cono Sur, y que lo fueron por haber sido
militantes (o a veces sólo simpatizantes, y en un
caso inclusive sólo pariente de una persona
militante) de movimientos o partidos de la
izquierda revolucionaria durante las dictaduras de
Uruguay, Brasil, Chile y Argentina.
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Desde la novela, la poesía, el ensayo,
el hilo argumental de un documental, una obra de
teatro, hasta el diario que apoya a memorias de
estilo pseudo ficcional unas veces, o ’factional’
otras, pasando por cartas y emails, son éstos
textos que funcionan como verdaderos mecanismos de
sobre vivencia, a mi juicio, de manera similar a
los escritos de vida de otras mujeres
sobrevivientes de violencia doméstica o
institucional analizados por Suzette A. Henke,
como he dicho. Estamos entonces enfrentando
ejercicios del derecho a volver a vivir, y por
tanto ante escrituras que cumplen también
con el rol de comunicarnos con la utopía. Y operan
por ello también como manera de desafiar a la
desesperanza y evitar a veces su forma más
extrema, el suicidio.
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A solas con el Trauma
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¿Cómo recordamos nosotras nuestra
experiencia?, eso es hablar de una cosa. Pero lo
que qué dicen, o qué no se dice, acerca de
nosotras, eso otra cosa. Pero concibo a la nuestra
como una manera de militar en la vida como obreras
que somos del futuro, y por eso a nuestro género /
estilo le llamo la literatura de los pasos
hablados. Y esto es así porque nuestras palabras
son como pasos, y nuestras emociones se insinúan
como si quisieran a veces ser como puentes desde
la muerte a la vida, desde el odio al amor, desde
el miedo al dolor, desde la culpa al renacer,
nuestras palabras son ecos del pasado pero
pretenden ser ladrillos de un futuro, son cemento
de los castillos que ya habitamos pero en donde
todavía cabe muy poco la explicitación del gozo de
nuestros semejantes como deseo. Nuestro pasaje del
grito a la sonrisa.y de allí al grito de placer.
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Pero nosotras: ¿quiénes somos nosotras?
¿Cuántas somos? ¿Dónde estamos?¿Y por qué, y qué
fuimos? ¿Y qué puesto tuvimos - o no tuvimos- en
nuestras organizaciones políticas? ¿Y qué hacemos,
y adónde estamos treinta o más años después? Y por
qué todavía no escribimos nada cerca de nuestra
sexualidad. Ni de la ajena. ¿Y no será por eso que
no vendemos? ¿Quién (es), y/o por qué nos sigue(n)
excluyendo? ¿ O no, no se nos excluye?
Nosotras, ¿no seremos apenas las (no) excluidas,
sino las incluidas que no estamos, aunque vivimos,
como esos monstruos sin caras y esos cuerpos sin
cabeza y esos gritos persistentes ese para no
dormir silencio en medio de la noche que nos
reclaman?
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Y como ayer reclamábamos que se
legitimara la lucha de clases para hacer posible
nuestra emancipación y liberación para poder
transformarnos en personas, hoy sabemos ya que la
etapa de los 1960 y los 1970 debe quedar atrás. O
sea, que perdimos batallas importantes en frentes
tales como los de Guatemala, República Dominicana,
en México, en Brasil, en Perú, en Bolivia, en El
Salvador, en Chile, en Uruguay y en Argentina. Y
aprendimos mucho de lo que pasó en Nicaragua, y en
Paraguay. Y comprendimos de lo que le pasó a la
Revolución en la Habana. Y qué en Colombia, ¿y en
Venezuela? ... Pero los pueblos siguen estando
cargados de futuro. Uno que podría ser más justo.
Para todas y todos. Por cierto lo seguimos
deseando.
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Un porcentaje de nosotras, especialmente
en Brasil y Argentina, ya era feminista cuando
militábamos en movimientos y partidos de izquierda
hostiles, ignorantes y / o ciegos a la
problemática específica de los géneros sociales y
de las razas, feministas, y aunque estuviéramos
muy alertas acerca de las experiencias
internacionales tales como las de Rusia, China y
Vietnam, adonde el proyecto revolucionario
original al que tan definitivamente contribuyeron
nuestras congéneres, no había redituado los
cambios a los que aspirábamos, tampoco ‘de eso’se
hablaba oficialmente en nuestras organizaciones.
La inmensa mayoría de nuestras compañeras y
compañeros consideraba a mis preocupaciones ‘cosas
de mujeres’. No obstante eso, o por eso, el vacío
nos condujo a buscar nuestras propias formas de
organización y acción. Por ejemplo, en Chile
apelamos a crear un grupo feminista con apoyo en
las masas, al que llamamos Frente de Mujeres
Revolucionarias del MIR (Movimiento de Izquierda
Revolucionaria). Este se forjó en foros
vespertinos en las cabinas y se extendió a la
práctica extra mural universitaria de la
Universidad de Concepción y zonas de nuestra
influencia hasta mas allá de Temuco por el Sur y
el valle de Chile Central por el Norte (durante
las vacaciones de verano), y como ya me he
referido someramente a lo que hacíamos entonces en
cuanto mujeres militantes, a ello me remito
(Zabaleta: 1997).
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Claro está que las nuestras constituyen
sistematizaciones fragmentadas, parciales,
normalmente no publicadas por miedo, y me animaría
a afirmar que también bastante sesgadas. Porque
nuestra memoria es muy selectiva. Yo prefiero
acordarme de lo que construimos, de lo que
logramos, de la alegría que todo lo circundaba,
cuando partíamos casi de la nada, moviéndonos
entre el no ser y lo infinito. No había en Cuba ni
en Argentina ni en Uruguay ni en Brasil, ni
sabemos si en alguna otra parte, teoría marxista
alguna que se pudiera aprovechar en todo o en
parte para nuestro trabajo como mujeres concientes
de la opresión de serlo; no había práctica a la
cual valiera la pena imitar; como no había tampoco
ni héroes ni heroínas que hubieran sabido combinar
la teoría revolucionaria con los muchos conflictos
ínter genéricos e intra genéricos que la
prerrevolución ponía al rojo vivo, y ciertamente
en Chile se vivía intensamente pero a ciegas en
varias materias - no sólo en esta - durante el
período en que gobernara la coalición de siete
partidos/ movimientos de la izquierda (Unidad
Popular, 1970-1973). No existía, en suma, sino por
excepción, una búsqueda sistemática, sostenida,
abierta y valiente de una comprensión nueva de la
relación mujer-hombre, ni en la teoría ni en la
práctica, ni siquiera en los espacios terapéuticos
o confesionales, o sea, ni siquiera entre quienes
se habían entrenado como terapeutas, sacerdotes o
monjas, o visitadoras sociales, etc., que ayudara
a aliviar el conflicto y resolverlo de nueva forma
a nivel individual.
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Ni del mero derecho al aborto por
supuesto se hablaba casi, y cuando se lo hacía era
en círculos universitarios muy reducidos, que yo
sepa, y/ o en el costoso ámbito de la práctica
comercial e ilegal, aunque los embarazos fueran
secretos a voces que refirmaban el tradicional
machismo de hombres y muchas mujeres de Chile. La
práctica de interrupción forzada del embarazo no
deseado alcanzaba - como el alcoholismo y la
violencia doméstica de los que iban firmemente de
la mano - proporciones endémicas. La práctica
abortiva ilegal ya había sido denunciada con
carácter dramático por cineastas mujeres mexicanas
del Cine Nuevo, pero no se filtraba en las
plataformas políticas de Chile, ni mucho en
ninguna parte, salvo en Cuba, aunque fuera la
práctica anticonceptiva mejor conocida y tal vez
más usada por las mujeres más pobres entre los
pobres de la ciudad y el campo. Si un dirigente
obrero de una mina de carbón, digamos, le pegaba a
su mujer de manera reiterada porque era alcohólico
y machista, en el partido eso se callaba, pues eso
era ‘cosa de hombres’, se me repetía.
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Tampoco se hablaba sino que para
ironizar y usando vocablos del más vulgar
estereotipo, o ‘en chiste’de un pésimo mal gusto,
del lesbianismo y de la homosexualidad o cualquier
otra conducta genérica en materia sexual que
difiriera de la heterosexual, así como tampoco se
discutían en grupo los actos de acoso y abuso
sexual y / o racista frecuentes en nuestras
propias filas, aunque los libros de Fanon
traducidos al castellano fueran parte de nuestro
ABC político-cultural y la editorial del estado
Quimantú hubiera producido un pequeño libro adonde
se mencionaba el número de violaciones sufridas en
un año en Chile, que creo que habían sido en 1973
alrededor de 400.
6 Una voz en el desierto. Se
necesitaba una revolución orientada por el partido
del bloque histórico obrero-campesino para que
cambiara automáticamente la posición de la mujer
en la sociedad capitalista, se nos había
explicado, desde Trotsky y Lenin pasando por
Engels y repetido en adelante a secas.
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Pero el milagro no se alcanzó a
producir, ni en Chile ni en ninguna parte. No se
denunciaban las violaciones ni el adulterio
practicado por compañeros / as del partido, porque
regía como sabemos, una moral sospechosamente
conocida. La de los dobles estándares. Podría
estar dando la impresión, a quién piensa hoy en
términos de raza, de género y de sexualidad, que
la izquierda de nuestro entonces era aburguesada
¿Y no sería bastante cierto? Las prácticas
sociales aludidas bajo el modelo económico
neoliberal con predominio de capitales
corporativos multinacionales han acentuado después
aun más todavía las lacras sociales aludidas en
todos los países de América Latina, en donde y por
si fuera poco, sigue además creciendo el ataque
del SIDA.
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Por eso nuestra lucha continúa
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Porque para quienes asumimos la lucha de
clases en cuanto mujeres, con una concepción
marxista de la marcha de la historia, y con una
perspectiva feminista para comprender nuestra
discriminada posición a través de los siglos y de
las ideologías, ayer como hoy, para hacer nuestra
historia no tenemos modelos ni roles, no tenemos
más que la voluntad de avanzar luchando. Haciendo
puente al andar.
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Y esa lucha sabemos ahora que continuará
tal vez por siglos. Pues están muy lejos,
lejísimo, las metas estratégicas que nos
propusimos alcanzar. Pero mientras otras y otros
crecientemente nos toman a las mujeres
latinoamericanas como objeto de sus
investigaciones desde 1970 en más, tanto en las
Américas como en Europa, en cada nueva década
surgimos no obstante con voces propias y habemos
más y más latinas que somos el centro de nuestra
propia búsqueda científica o artística, o bien de
ambas. Más y más trabajamos todas en común, a
pesar de las suspicacias lógicas derivadas de
choques culturales, conscientes de la perentoria
necesidad de aunar fuerzas y del respeto por la
diversidad; y nuevas tecnologías como el Internet
nos permiten intercambiar puntos de vista surgidos
de experiencias de ser mujer en distintas
sociedades, varias veces al día, cada día. En
suma: somos más. Y todo esto es cada vez más parte
substantiva de nuestra militancia feminista de
mujeres de izquierda.
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Son las nuestras voces que aun muchas
veces atrapadas en la propia autocensura por los
constituyentes que estructuran la subordinación
genérica, o que son ignoradas, distorsionadas o
ridiculizadas, por las personas de ambos sexos y
por las instituciones que preservan todos los
privilegios sociales; las que aun atrapadas,
repito, en la historia secular de la impotencia
surgida de nuestra inserción desfavorable en
relaciones de género, raza y sexualidad
profundamente discriminatorias, tratan de hablar
con más fuerza. Y muchas veces detrás de esas
voces está la escuela que nos forjara como
aguerridas militantes...la irremplazable
experiencia que culminó en el trauma.
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Y aquí sí que el número se reduce
drásticamente. No tanto porque las mujeres no
hayamos contribuido en calidad y cantidad -aunque
tal vez de manera distinta y más difícil por ello
de evaluar-, tan substantivamente como los hombres
a los proyectos de cambio impulsados por nuestros
partidos, sino porque varios miles de nuestras
voces fueron sesgadas por la desaparición , el
asesinato, la prisión, el exilio, la locura ,el
miedo, la frustración. Pero otras quedamos, que
escribimos y / o hablamos, como Rigoberta y
Domitila. Plasmamos nuestro recuerdo en el
quehacer de una memoria que nos honra; leemos,
escribimos y colectamos :poemas, cuentos, cartas,
emails, autobiografías, documentales, fotografías,
agendas, librerías, bibliotecas, cursos, radios,
encuentros, paneles, ponencias , artículos,
panfletos, revistas, paginas de Internet, libros,
o lo que sea.
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Nosotras nos construimos así la ilusión
de una vida mejor. Tanto como ayudamos a construir
la de nuestras hijas e hijos, amigas y amigos y
colegas, y a despecho de toda la sombra que nos
echara encima tanta persecución arbitraria, tanta
crueldad, tanta indiferencia, tanto odio y tanto
horror. Por eso tal vez no nos entienden muy bien
quienes gustan de simplificar los fenómenos y nos
encasillan como meras madristras; aun cuando no
tenemos vergüenza de ser también madres, muy
amantes madres si hemos decidido tener
descendencia. No somos madres ni todas
marianistas simplemente porque lo
fuera la Virgen María, o por el hobby de usar los
derechos reproductivos. Si no más bien porque nos
gusta plasmar la historia con los brazos abiertos,
sembrados de libros y amapolas azules, rojos y
amarillas, florecidas s y con banderas de colores
de amor y muerte, y no como los colores de la
firma Benetton que reducen a nuestros pueblos
nativos a la extrema pobreza con su compra en gran
escala y a precios de liquidación del patrimonio
indígena de la Patagonia argentina (950.000 Has.).
Ayer lo defendimos con banderas, poemas y fusiles
y hoy lo seguimos haciendo con campanas sonando al
porvenir, al viento como los cantos de palomas con
angustias de paz , haciendo del Internet un nueva
arma de futuro y de nuestro cansancio un silencio
aborrecido. Con rencor a la muerte prematura , sin
consuelo por la muerte de inocentes. Sin perdonar,
sin olvidar. Porque amamos la vida. Tuvimos
derecho al fusil, como tuvimos derecho al goce
libre de nuestro propio cuerpo. Y si nada de todo
eso nos fue dado, sino que debimos arrebatarlo,
pagamos más encima muy alto el precio de perderlo
todo. Y con el descuartizamiento de nuestra
psiquis y el dolor extremo del cuerpo.
_
No desarrollamos por ello desprecio a
todos los hombres, ni nos movemos simplemente por
primitivos instintos de venganza contra ellos. Ni
despreciamos a todos los compañeros, colegas,
amigos, hijos, hermanos, solo porque son hombres.
No definitivamente a los recuperables, por lo
menos. Los quisimos, trabajamos con ellos,
gestamos con ellos y con y por ellos y ellas,
amamos. Y si entre brisas de retama se asoman los
no-me-olvides de la primavera inglesa que inunda
los patios y colma de olor mi ventana, ese es el
mismo cielo que silencia las brumas de donde sopla
el viento desde el mar chileno, el sol que duerme
sobre la costra salitrera, cobre y cielo, poncho y
azada, trutruca y escoba, media agua levantada en
las noches sin sueño, fábricas tomadas en la
oscuridad para dar pan al sediento y poner platos
en las mesas de los más pobres libros en las manos
iletradas cuecas en el corazón y en las piernas
ritmo, y así como lo vivimos, así vamos
reviviendo, escribiendo lo que nos dicta una
memoria abierta, tierna, generosa .Nuestra . A
veces trágica, irrepetible, por eso querida
memoria nuestra. Marta Vasallo, hoy muy destacada
periodista en El Dipló de Buenos Aires, según
Bayer, en las horas de la ignominia se aferraba a
los poemas que sabía de memoria. Estuvo en el Club
Atlético: “Estábamos con los ojos vendados tiradas
en el suelo, en boxes diferentes, esperando que
vinieran a buscarnos, escuchando cómo se llevaban
y traían a otros, y los gritos de los torturados’. 7
Así son las artistas.
_
_
Voces revolucionarias del Sur
"...en mi cuarto quedó el sol
y una sonrisa de papel..."
_______Pipo Pescador, 1975
3
noviembre 1976, Parque Palermo, Buenos Aires
_
Quedé casi sin respiración. Y de nuevo
miré hacia atrás, con mucho mayor aprehensión esta
vez. Es que desde el asiento delantero de un auto
desconocido, trataba de adivinar cuál sería el
destino final del patito de mi hija Yanina en la
Argentina. Lo habíamos dejado solo y librado al
azar en la ciudad del terror. Me sentía muy
culpable. Me sentía un torturador.
_
El animalito, sin embargo, caminaba muy
rápidamente, casi como de costado. Tendría tal vez
una ligera pizca de miedo, pero lo disimulaba
asumiendo un aire casi aristocrático, como si
desafiara al abandono con ofendido decoro. Al
mismo tiempo, parecía como que se le hubieran
alargado las patitas. Que a sus alas amarillas con
plumitas negras le hubieran crecido otras alas
para impulsarlo más rápidamente hacia el lago.
Patito estaba, en suma, encarando con coraje y con
todo su cuerpo y gran expectación, la libertad. El
futuro le daría miedo, sin duda, pero al mismo
tiempo, le atraía como un imán.
_
Patito era, para su suerte, joven y
soltero, y aunque nunca supimos de verdad cual era
su sexo, le asumimos macho. Nobleza obliga: en el
mundo latino respetamos la tradición patriarcal de
nuestros antepasados como si fuera algo intrínseco
a la condición humana. O patuna. Por eso, en una
sociedad tan machista como la argentina, este pato
tenía sobre mí a su favor ciertos atributos que
eran de suyo relevantes para la construcción de la
nueva cultura que se estaba imponiendo en el país
a resultado de El Proceso, liderado como era por
los Superpadres. O sea, por machos al cubo, como
diría Sábato (Zabaleta: 1998).
_
Así pues. Después de la cotidiana valla
impuesta por la consabida pregunta con que
cualquier extraña se tropieza al apenas abrir la
boca aquí, o sea: "Where do you come
from?"- lo que de ahí en más le hace sentir a una
que puede compartir este terreno (ajeno) pero
hasta por ahí nomás, dado que los nativos de esta
isla pueden ser, como ellos se creen, generosos,
magnánimos, amables y compasivos, pero siempre que
se acepte, que quede bien en claro, que una
refugiada argentina / chilena estará aquí de una
vez y para siempre en un estanque ajeno.¿"Albion
perfidious", como decía el escocés Donald
MacKaskill? O sea, que al arribar al exilio lo
primero que automáticamente me hicieron sentir fue
que para los seres humanos nativos yo era apenas
una sapa de otro charco.
_
Pero ¿qué era en cambio lo que nos
ofrecía para readecuarnos a la nueva etapa la
ideología de la izquierda cuando llegamos al
exilio? ¿Y qué lo que habíamos aprendido de
nuestra entrega por amor a la revolución, las
mujeres que militábamos en los partidos y grupos
de la izquierda?
_
_
La mujer conscientizada y el
tratamiento de las diferencia
"Sí, las madres salimos y gritamos y
hablamos y protestamos. Y los padres más
concentrados, a los 5 años fueron
muriendo casi todos. De cáncer o de
ataque al corazón. Lamentablemente somos casi
todas viudas las Madres".
________________________________________________________________________Hebe Bonafini, junio 2004
Duelo interno que a mí solamente me
produce dolores de estómago, pero que a mujeres
más calladas y más discriminadas en Europa que yo
(por no ser ‘tan’ blancas), las ha matado
prematuramente de cáncer estomacal como a Marta
Fuentes, mi amiga, colega y compañera exilada en
Holanda. A mí – a quien a diferencia suya aquí en
Europa al menos no me tratan como si fuera una
‘mujer de color’- los recuerdos no me producen por
ahora sino vómitos o diarreas de sangre y sólo de
tanto en tanto. No sufro dolores como Consuelo
Rivera-Fuentes (Rivera Fuentes y Burke: 2001), a
quien una enfermedad desconocida pero que yo creo
que es consecuencia directa de las brutales
torturas que ha sufrido ella en Chile, la ataca
aun ahora con terribles dolores, aunque de eso no
se escriba. Y no hay mejor prueba de esos dolores
- que para ella son ‘cosa de todos los días’- que
sus tan sentidos, brillantes cuentos, como aquel
con que ganó el primer Premio de la Competencia
Letras Lejanas (Díaz Vallejos: 2002).
_
Se trata pues, en la mayoría de los
casos, de una lucha muy desigual, que a Nora
Strejilevich, cuyo único hermano Gerardo está
desaparecido en Argentina, y cuyos padres murieron
como resultado de tanto dolor, la impulsa a viajar
varios miles de miles de kilómetros por año para
denunciar permanentemente los crímenes de las
dictaduras. Y a escribir :
"Lanzo mi nombre con pulmones con
estómago con el último nervio con piernas con
brazos con furia. Mi nombre se agita salvaje a
punto de ser vencido. Los domadores me ordenan
saltar del trampolín al vacío. Me empujan.
Aterrizo en el piso de un auto. Lluvia de
golpes: este por gritar en judío este por
patearnos Y otro más.-Judía de mierda, vamos a
hacer jabón con vos. Soy un juguete para
romper. Pisa pisuela, color de ciruela."
(Strejilevich, 2002:179)
Es la misma fuerza argumentativa, la
misma sabiduría que impulsa a la periodista Gladys
Díaz (Díaz:1979), la gran dirigente gremial
chilena del FTR (Frente de Trabajadores
Revolucionarios) del MIR, a explicar por que
magnificamos la ‘imagen grandota’ que solemos
internalizar de nuestros monstruosos torturadores.
Y a Carmencita Castillo Velazco a entrevistarlos y
enfrentarlos y testimoniar en un excelente
documental (Castillo Velazco:1992) esas
atrocidades, y a la Flaca Alejandra, la ex
jovencita mirista luego bestializada en prisión, a
recontar la confusión política y moral que la
llevó a trabajar para la DINA (Dirección de
Inteligencia Nacional).
O es la convicción dolorida que
impulsara a Carmen Rojas que a diferencia de ella
no se quebró, a escribir sus viajes a la tortura
para ayudar con ello, afirma, a la ‘recreación de
una alternativa real de liberación’:
"A ver flaca
concha de tu madre, ahora sí que no te vai a
hacer más la blanca paloma. Vai a cantar al
tiro nomás, huevona, o te vai a ir cortá como
la Lumi. 8 Era el
Romo, maloliente y furioso, que me venía a
buscar para llevarme al interrogatorio."
(Rojas: 23)
De repente, cuando te leía, sentada en
el ‘Jardín de Las delicias’ como le llaman los
poetas al bello patio de Joan Lindgren en la
ciudad de San Diego, comprendí a través de tus
palabras , Carmen Rojas, que mi propio pasaje por
las mazmorras chilenas no merecía más palabras.
Para eso habías escrito tú por todas, y allí
estabas con Muriel, y el Trosko Fuentes,
esperándome en Villa Grimaldi, y como bien tú lo
explicas Carmen, se trata mas vale de vivir:
"Se trata de ir recopilando y
conservando los testimonios ... para
resguardar todo un proceso político vivido y
luchando activa y consecuentemente, en los
momentos más duros, de la historia de este
país’. Creo como Carmen que es urgente
hacerlo, y hacerlo ‘no como un archivo - museo
para sacralizar principios y almacenar
historias, sino como el rescate de una
experiencia viva que debe servir y aportar al
fortalecimiento y recreación de una
alternativa real de liberación." 9
Lo que a Orinda
Ojeda la llevó a buscar editorial para sus
memorias de diez años de cárcel bajo la dictadura
chilena. 10 Y a
Alicia Partnoy a buscar el auxilio de Amnesty
Internacional para certificar su material escrito
entre rejas y seguir con el resto (Partnoy:1986,
1992). Lo mismo que antes a Carmencita (Castillo
Velazco:1980) la había llevado durante su exilio
en París a escribir Un jour d’Octobre à
Santiago, y así recomponer el asesinato de
Miguel Enríquez, Secretario General del MIR
(Movimiento de Izquierda Revolucionaria), y el
rompecabezas de su amor por un hombre del que
estaba embarazada, de su amor por la justicia y
por la revolución.
_
Es aquello que Flávia Schilling recopiló
en sus ocho años de cartas desde la prisión en
Uruguay. Escritura la nuestra que aun no encuentra
un mercado amplio ¿y no será también por falta de
interés del gran público en los problemas
específicos de las mujeres torturadas por
funcionarios /as del estado, a pesar de la
similaridad de los síndromes que esto produce con
los que ocasiona las múltiples de coerción sexual
dentro del área doméstica, lo que pareciera ser
mucho más promovida ahora por la industria de lo
prensa amarilla?
_
¿Será la experiencia sufrida en Chile lo
que motivara a Mónica Escudero (Escudero: 2002) a
reflexionar lúcidamente acerca de la situación
realmente existente de las mujeres cubanas
después, y a pesar, de la Revolución Cubana? O la
intención es más vale darle una voz a la mujer que
hombro a hombro con el sexo masculino protagonizó
una de las páginas más bellas y trágicas de la
historia reciente de Brasil: la resistencia armada
en las décadas de los 1960 y 1970 (Ribeiro de
Lima: 2000). Es todo, en suma, es esto y eso y es
aquello, aquello que a aquel otro gran ejemplo
para todas, la gran organizadora de la Tercera
Edad en Londres, Ana María Navarrete, no le
permite a veces seguir hablando de su hija mayor,
una joven alumna de mi curso de Economía Política
I a la quise y cuidé en mi casa de Concepción como
a una hija, mi joven amiga desaparecida en 1974.
Muriel Dockendorff; mientras que su otra hija,
Berenice, también salvajemente torturada en Chile,
fue dejada en libertad y es pintora, y la madre
del pintor chileno disválido a raíz de las
torturas infligidas a su madre en prisión Federico
Hidalgo. Porque hay veces en que el dolor que la
conversación produce nos cierra la garganta. Como
le ocurre a Laura Bonaparte, cuando habla de sus
nueve desaparecidos y desaparecidas. Y que lo
explica así (Laura Bonaparte: 2202):
"Es probable que el segundo paso de
la pesadilla, de lo monstruoso que es el
secuestro genocida de hijas e hijos y seguida
de la negación a entregarnos sus cuerpos, como
forma enloquecedora de borrar la realidad de
la parición, de la inscripción de sus nombres
en los diferentes documentos, laicos y
religiosos, presentados, reproducidos hasta el
cansancio en los testimonios, remarcado por el
borramiento genocida en la palabra
´des-a-parición´, ´desparidos´. La palabra se
hace imagen y ambas invocan. Imagen
multiplicada, símbolo que limita y a la vez
universaliza. Poner en el Teatro estos
episodios es poner en una relación especular,
desdoblamientos de sentires profundos y pocas
veces reconocidos. Qué es el teatro, sino un
largo monólogo hablado por diferentes voces. Y
esa relación especular, que solo el arte
produce, donde las actrices juegan a ser cada
una la imagen callada de las personas que
formamos el público en una intimidad
privadísima, personal y colectiva al mismo
tiempo. Las tres actrices se transforman en
modelo de relación pasional. Despojadas de
pudores muestran la realidad del deseo del ser
humano: el infierno. Y es por esto y por ser
el arte una expresión sobrenatural,
impredecible, todo creatividad, espíritu
libre, aquello que es creado y animado es que
el arte pacifica. Que aminora los odios, los
extremos, civiliza."
Laura que, al igual que casi todas las
otras autoras citadas aquí, también se asiló por
los largos ocho años de la dictadura y que escribe
sobre recuerdos de su vida; cuentos para su
galería de las malas mujeres, las transgresoras.
También más y más lo hace basándose en su propia
vida la médica psiquiatra Clelia Myriam Garbulsky,
expulsada de su cargo de la Universidad de
Concepción el 11 de septiembre de1973 y luego
repatriada a Argentina el 5 de octubre de 1973,
salida de un campo de detención de la dictadura,
en donde estaba condenada a muerte.
_
Resulta, eso sí, que a veces una como
que se cansa de ser víctima, o de que se nos
piense y se nos trate aquí en el otro mundo sólo
como víctimas. O ‘survivor’. Yo no solo sobrevivo,
porque también trato de vivir y estoy en el mundo
para amar y ser amada y para auto amarme. Y eso
creo que eso es mucho más que una mera sobre
vivencia Y por eso escribo y camino con la
poesía. O leo que otra escritora rosarina, profusa
autora, Alicia Kosameh recuerda como:
"Juliana, de desplegados dulces ojos
color d e cielo, había llegado con otras
sesenta y nueve, entre ellas yo, a la cárcel
de Villa Devoto, cómodamente emplazada en el
barrio del mismo nombre de la ciudad de Buenos
Aires. Había sido engrillada, de la misma
manera que el resto, a la plataforma sin
asientos del avión militar en el que se
realizó el traslado desde el sótano de la
jefatura de Rosario. Había sido desnudada para
una sorprendente revisada medica al ser
ingresada a la nueva cárcel, como todas las
demás. Y había sido asignada al mismo pabellón
que otras veintinueve, entre ellas, yo. Todo
eso después de haber pasado por las manos de
los torturadores de rigor que intentaron
obtener de ella la información característica
sobre sus actividades políticas, y las de
quienes más, siempre valiéndose, ellos, de los
métodos no necesariamente infalibles de la
picana eléctrica, los golpes sabiamente
distribuidos por las zonas sensibles del
cuerpo. Y las violaciones en cadena. Cositas
.Esto para decirlo rapidito, para dar cuenta
del contexto’...’Y recuerdo el momento,
recuerdo el momento, sus huecos." (Kosameh
2000:96)
_
La lorita iletrada
_
El exilio me convirtió automáticamente
otra vez, pero ahora primero que ninguna otra
cosa a los ojos de los habitantes aborígenes
del Reino Unido, en esposa. Eso sería como un
infierno para mí. Había subido a ese avión en que
iba a Europa casi a la fuerza, una mujer de clase
media, bien alimentada y blanca, muy calificada.
Con el título ganado en buena ley cuando muy
pequeña, de ‘Piquito de Oro’. O de ‘Jesús
Memoria’, también dado por mi papá. ¿Sería que el
‘Juan Gaviota’ no estaba en sus estanterías? La
lorita hablaba hasta por los codos, y ganaba casi
todas las lides de la palabra. Con el tiempo y con
los diplomas, fue hasta capaz de discutir en
términos ‘legales’, por ejemplo, con altos
oficiales golpistas del Ejército Argentino,
inéditos procesos de cómo hacer aparecer con vida
a un desaparecido político (el entonces su marido)
en 1976, sentando con cada uno de esos expedientes
nuevos precedentes prácticos.
_
“Larga vida a la cotorrita”, dijiste una
vez, gauchito, y desde ese día trato de no amarte
más que mucho, chinito requetelindo (aunque vos no
me creas: ‘y tú lo sabes’). En 1976 el país estaba
ya en estricto estado de sitio, como en 1943,
1955, 1962, 1966, y la legalidad había sido
suspendida automáticamente con el ascenso de la
nueva Junta de Gobierno de facto presidida por el
General de Ejército, Videla. No podía saberse de
antemano cuando escuchamos la noticia del golpe
mientras tomábamos el desayuno y la oímos por la
radio, que estaba yo predestinada a tener que
empezar a actuar por la libertad con la misma
mezcla de desparpajo, candidez y determinación que
tipifica a casi todos mis actos, especialmente los
más errados. Ese día esperamos a la nanita Silvia,
le servimos desayuno, y en lugar de preparar a
Yanina para ir a su guardería, ‘La escuelita’, le
pedí a Alberto que fuéramos a comprarle ropa de
invierno a la nena. Así lo hicimos. Solo una
quincena después, yo ya estaba dedicada de tiempo
completo a tratar de encontrar y devolver con vida
el padre a mi hija.
_
En el aeropuerto de Heathrow el 16 de
noviembre de 1976, adonde llegamos los tres
expulsados de Argentina, descubrí también a una
nueva persona: a mi esposo, del que había estado
involuntariamente separada por cerca de los ocho
meses que pasó prisionero sin cargo de la
dictadura, y del que no tenía noción clara de que
hablaba tan bien en inglés. Ese mero hecho
práctico selló mi nueva y odiosa dependencia
genérica de él en el exilio. Por años fue él quien
tuvo que hacerse cargo de las compras de la
comida porque yo no sabía expresarme en
inglés, ni manejaba nuestro auto. Y eso no creo
que lo hubiera hecho, precisamente, muy feliz.
Porque siendo una pareja de revolucionarios,-
tanto en Buenos Aires, como cuando vivíamos en
Chile- de esas ‘pequeñeces’ y todas las demás
pequeñeces domésticas me encargaba yo. Además de
militar y trabajar también de tiempo completo en
la Universidad de Concepción, yo
participaba
muy activamente en la administración popular de la
JAP (Junta de Abastecimiento y Precios) del barrio
, central de Concepción en donde vivíamos
(siendo esa aparentemente una de las razones por
las que me iban a matar en Chile después del
golpe, lo que no se dio porque la Chancillería de
Argentina me repatrió a tiempo. Es decir, antes
que llegara al estadio de fútbol convertido en
campo de detención la maldita Cabalgata de la
Muerte). 11
_
Pato huérfano recién salido del cascarón
en el campo, pero con un hermanita o hermanito
(hembra o macho), lo llevaron a la ciudad. Allí
pasó a una caja en donde esperó ser vendido, en
las afueras de la estación de trenes de Retiro
(ahora hecha famosa en el exterior por el film de
Parker a la Madonna), y de allí pasó a estar en mi
bolsa el día que compré a los dos patitos. Eran
tan pequeños que cabían en mis manos. Parecían más
bien huevos peludos con sus plumitas de un
amarillo suave. Verlos me hizo olvidar del horror
que había vivido esa misma tarde de sol dentro de
las paredes del Palacio Presidencial. La famosa
Casa Rosada, lugar del que Evita se convirtiera en
vida en la única reina. Bueno, eso claro hasta que
llegó la Madonna y convenció a Menem que le
prestara el balcón para hacer la película, con lo
que hasta el bello balcón quedó corrupto...
_
Esa tarde iba caminando cabizbaja hacia
el tren interurbano que me llevaba a casa, adonde
Silvia Ugalde y Yanina me esperaban. Yo me sentía
un poco como "El Patito Feo" en uno de los poemas
más tristes que leí en mi infancia. Había una vez
una pata con siete patitos, todos amarillos menos
uno que era negro y chiquito:
Todos los patitos se fueron a
nadar
y el más chiquitito se quiso quedar.
La madre enojada le quiso pegar
y el pobre patito ¡se puso a
llorar!...
Patito malo, ya vas a ver / negrito y
joven, qué vas a hacer.../Te llaman el
clandestino/
por no tener papel /Pato vago,
clandestino /Terrorista, clandestino./Manu Chao,
terrorista.../ Y para los blancos’
benditos’ / Bush y Blair candidatos al
Nobel?!....(MZ).
_
Volvía a casa. Una nuevo día entero más
haciendo gestiones agotadoras para que mi marido,
que apareció finalmente en la prisión de Villa
Devoto pero que había ya sido trasladado a la Alta
Seguridad de la Plata, y nuestra hijita también
extranjera, pudieran salir del país. Videla ya
había firmado gracias a mis interminables
presiones legales la orden de su expulsión, el 10
de agosto. Pero a nadie le interesaba hacerla
efectiva, excepto a mí. Yo mientras tanto ya había
empezado a ser interrogada sistemáticamente, como
hoy, por él y en su despacho, Jefe de Información
Política Secreta de la Presidencia, adscripta
directamente al Ministerio del Interior. Al frente
estaba de Ministro el hijo adoptivo de una de las
mejores amigas de mi madre, el Gral. Harguindegui.
Valga la diferencia. Dependía el alto oficial del
Ejercito que me interrogaba, según él,
directamente del General Videla, el Jefe de la
Junta Militar, pero informaba al General
Harguindegui. No obstante, nunca me sentí en
familia...
_
Fue uno de eso días en que volvía de uno
de los interrogatorios cuando los dos patos
campesinos pasaron a convertirse en patitos
burgueses: los vi y los compré cerca de la
Estación Retiro. Yanina se enamoró de sus mascotas
a primera vista. Uno era amarillito, el otro
negrito. Ambos tenían ‘picos y alitas y patitas de
pato’, comentó la nena, ‘como en el poema’.Unos
meses después ya en el exilio, cuando Yanina con
cuatro años y medio entró en la escuela primaria
de Bearsden, en Escocia, el primer libro que le
dieron a leer fue The Ugly Duckling. Así
comencé a leer, ayudada por mi hija, en inglés no
académico. Yanina tenía, como dije, cuatro años y
medio, y había sido ya expulsada de dos países,
igual que yo, que ya tenía cuarenta. Delicias de
la necesidad de una rotación más rápida del
capital.
_
Pero hoy es otro día. Hoy, en cambio, es
cuando de pato burgués, doméstico, Patito pasará a
convertirse en pato salvaje. Todo un Pato Nuevo.
Eso lo insinuaba su cuello demasiado alargado y
empujado hacia delante como para llegar más rápido
a alguna parte segura. Así lo traté de entender
yo, y fue como si me tomara un cocktail hecho de
pena, alivio, tristeza que corta el pecho como un
cuchillo y un sentimiento de gran culpa que no
deja respirar, igual que cuando me soltaron del
campo de concentración en Chile: lloraba para mis
adentros por la repentina ruptura de Patito con
las condiciones materiales de su anterior
existencia de pato mascota, y por ende por él
quiebre impuesto sobre su identidad que le había
ayudado durante estos pocos meses a disimular su
antigua condición de pato de la calle, tal vez
hasta de conciencia proletaria. Reflexionaba así
que volvería, que seríamos millones de patos
salvajes. Volver... No sabía que perder (lo) todo
era otra vez mi destino, ni aceptaba que ése su
nuevo lugar reflejaba el futuro que me esperaba a
mí. Que eso era el exilio.
_
Solo voy con mi pena /sola va mi
condena/ Correr es mi destino /para burlar la
ley / me dicen el clandestino / por no llevar
papel / Hummmm ¿Por no llevar papel, Manu
Chao?
_
Espejo lleno de luces y de muchas
sombras sería mi encuentro con la civilización del
otro lado del Atlántico: la Europa de mis
antepasados maternos y paternos. Y yo pensaba
que... pero la conductora del auto en que
retornábamos al piso que alquilábamos en el barrio
de Belgrano R , la Señora Vinelli, me hablaba muy
nerviosamente mientras me tocaba el brazo. Supongo
que ella tampoco habrá resistido demasiado bien la
escena de la despedida de Patito, o mejor, de su
abandono a su suerte patuna. Lo cierto es que me
hablaba con un acento perentorio, lo que me obligó
a dejar de mirar para atrás, y a despedirme sin
palabras ni lágrimas de Patito. Como si estuviera
muerto. Me sentí moralmente obligada a
concentrarme en ella e hice un esfuerzo por
escuchar y entender lo que me decía. No fue cosa
fácil. Mi mente volaba ya en el limbo de una
libertad en donde no sabía que sería una extraña,
anónima y no tendría ningún status.
_
Pero ella me pareció que estaba molesta.
Como el pato, e igualmente sin una necesidad obvia
y aparente, giraba también ella el cuello hacia
todos lados como en afán exagerado de abarcar
todos los ángulos de ese enorme parque al mismo
tiempo. ¿Sabría ella acaso que ese espacio en el
Siglo XIX estaba afuera de la ciudad, y que era
allí adonde estaba ubicada la residencia de Juan
Manuel de Rosas, el Restaurador, y que ahí
posiblemente sus mazorqueros se llamaban así
porque torturaban con una mazorca de maíz a sus
opositores políticos? ¿Tal vez sentiría también
ella mucho miedo? Siempre existe en mí, desde más
de dos meses antes del día del golpe en Chile, una
persistente, no localizada sensación de terror,
ese pulsar agitado del corazón, esas ganas de huir
muy rápido sin saber ni por qué ni en qué
dirección apenas escuchaba pasar aviones surcando
el cielo, sobrevolando la ciudad en formación de
combate. O cuando me acostaba a jugar a la siesta
con la guagua, y escuchaba interminables ruidos de
fogueo en dirección al cuartel local.
_
Esa convulsión de todos los órganos y de
los senos frontales que se esmeran en no saber, en
olvidarlo todo. De sentirse culpable de un crimen
que no se ha cometido. Esos vómitos sin causa
aparente. Esa sangre que primero hierve en las
venas y luego me abandona por cada agujero
disponible, a sobresaltos. Y finalmente ese mareo
que lo borra todo. Y el lento retorno a la
conciencia pero sin entender ya quien es una, que
hace ese bebé en su falda, quien es la joven que
llora rítmicamente porque la han penetrado con un
perro, sin acordarse ni decir ningún nombre, ni
saber ya ni el propio. Ni adonde se está. Nada.
Amnesia. Bloqueo emocional, memoria perdida o
fragmentada, espasmos, fiebre, transpiración y
nunca lágrimas. Es que entonces no se necesitaba
ni dormir para tener pesadillas: la vida era de
suyo tan brutal. Es ese mismo miedo recurrente,
agazapado, tan típico de cuando veo, siento, miro,
leo, o pienso en un hecho de violencia. Cuando
estoy casi treinta años después en el Reino Unido
y este país entra otra vez en guerra, con
Argentina, con Irak, con Afganistán, cuando
video toda la primera ocupación y guerra contra
Irak para no olvidarme ni un detalle; cuando
bombardean Kosovo tan salvajemente. Me siento como
cuando era chica y en Argentina decretaban el
estado de sitio y venían los apagones y se sentían
las sirenas y los negocios cerraban, y las
tortugas desfilaban por la calle mayor, y, en fin,
horrendo si nos seguían por la escalera de la
Facultad en Rosario a caballo, si lo que gobernaba
era una Junta de las Fuerzas Armadas. Por eso es
que nunca pude ver películas que hablen de la
guerra atómica, ni puedo mirar noticias de muertes
ni hecatombes naturales tan repetidas hoy día en
la televisión. Ese miedo ha quedado para siempre
como parte constitutiva de mí misma. Es el mismo
miedo que ha paralizado a la población de
Argentina desde 1976 hasta diciembre del 2001. Es
el consenso por el terror que creó la dictadura
del 1976 hasta 1984. Y la corrupción previa o
posterior que sigue su curso todavía.
_
Así pues, y a pesar de toda mi
experiencia de horrores, o tal vez por eso mismo -
dado que llegué a Inglaterra como argentina y
esposa de un refugiado chileno de los Naciones
Unidas, y a pesar de tener apenas 39 años,
habiendo sobrevivido ya varios golpes de estado y
horribles dictaduras militares - el 16 de
noviembre de 1976, cuando el Big Ben daba un
cuarto para las cuatro de la tarde, me asomé desde
la ventana del avión para ver Londres y sonreírle
a sus árboles.
_
Pero para cuando nos dejaron salir del
aeropuerto ya estaba oscuro como en Argentina a la
medianoche. Sentada en las escaleras de la gran
casona, ella miraba lejos, se encogía de hombros y
decía: ‘Mañana será otro día’. Esa escena final de
Lo que el viento se llevó en súper
Hollywood technicolor siempre la estimulaba a no
desmayar. Y en situaciones como esa, se vuelve a
recitar el Poema XXIV de Juan Gelman (Gelman,
1994: 55), y se lo envía con el primer viento
fuerte que pasa al hombre que ella más ama:
"amarte es esto
una palabra que está por decir /
un arbolito sin hojas
que da sombra /"
_
Las noches de las vaginas largas
_
Ese domingo que me invitaron a almorzar,
cuando tenía ocho años, la familia de los
Filipini, unos vecinos italianos de Bouquet que
eran italianos, me contaron durante un almuerzo
que la violación de las mujeres italianas era una
de las armas de la guerra mundial y que a los
hombres para hacerlos hablar en el ejercito de
Mussolini les daban aceite de ricino caliente. Ese
día me hice antifascista. Y ese verano, durante
las vacaciones en la montaña, me dio por querer
saber lo que era la tortura. Me comí, mientras mi
mama jugaba a las cartas con otras veraneantes,
todos los porotos de ricino.
_
Juré que si sobrevivía la purga que me
había autoinfligido me haría aún más antifascista.
Y comencé a prestar cada vez mas atención al leer
los diarios, pues aunque eso no lo había leído en
los periódicos, trataba de entenderlos lo mejor
posible desde que tenía unos seis años. Yo pensaba
muy mal acerca de la guerra europea. Luego me
enteré de que había habido un golpe. Era el 4 de
junio de 1943 o 1944, y los tanques que salían en
los diarios eran nuestros, no nazis. Pero los
militares se parecían todos mucho. El GOU (Grupo
de Oficiales Unidos) se había puesto al mando de
la Revolución con un General del Ejército a la
cabeza, y un ambicioso y promisorio oficial
cincuentón y viudo se había hecho cargo del
Ministerio de Bienestar Social, Juan Domingo
Perón.¿Y de los tanques de los nazis?, juré que
iba a crecer y los iba a romper a todos con
palabras. Desde entonces siento desprecio por eso
señores que se alegraban de tener que usar
uniforme y gorra para ir a trabajar. Una sensación
que nunca me ha abandonado. No por casualidad,
entonces, diez años después, ya había sido puesta
presa por tres señores de uniforme. Y tenido mi
primera práctica de sesiones de tortura. Corría el
año 1954.Entonces vivía en San Nicolás.
_
Pero: ¿qué pensaría Patito que le pasaba
a la gente en Buenos Aires en 1976? ¿De
quienes serían esos veinte, treinta,
cuarenta cadáveres que decían en el Buenos Aires
Herald que aparecían en el Río de la Plata casi
todos los días? Como buen pato patriota, pensaría
que todo era lindo en Buenos Aires. Desde la tumba
de Evita hasta el Obelisco. Una vista típicamente
argentina, como le dicen acá a los cuatro metros
cuadrados que fotografían cuando van a Buenos
Aires algunos papagayos de la TV local. Buenos
Aires, Patito, ojalá haya sido para vos también
nada más, ni nada menos, qué eso. Figuráte por un
momento que tu dueño es un jugador de polo que
juega con el príncipe y los parientes de Fergie.
Pero andáte con cuidado, porque, ¿sabes, Patito?
Aunque en la patria hasta los chicos muy pobres
pueden llegar a ser campeones de fútbol, no por
eso nunca pasan a ser propios Che. Ah, no, eso no,
te diría la Reina Isabel. Juntos sí, pero no
revueltos, ¿me entendés ahora? ¿Cómo que no?
Vamos, che, ¿de qué te la tiras, boludo comunista?
Mirá que te voy a romper el pico y te voy a comer
con plumas. Puto de mierda, maricón terrorista,
pato peludo, rata podrida, guerrillero.
_
-¿Qué decís, Pérez?
_
-Nada, déjamela a mi nomás a esta mina
concha de su madre, ‘la seooooooñorita que sabe
jugar teeeenis’. -Vas a ver, nenaaaaaaa..., - le
dice mientras la manosea-, que después que me veás
el coño te lo vas mamar entero, pero primero, dejá
que te saque una por una toditas todas, las uñas,
y a los dientes todos se los baja trompada
por trompada. Y la chica cae, que del dolor no se
habla, o se ríe una. Pero no se escribe.’
Tortilleras, nenas de mamá, que se asilan en
Madrid y la siguen laburando de prostitutas’, me
decía el oficial uruguayo mientras me sacaba de la
cárcel de La Plata. -¡Qué Che Guevara ni qué perro
muerto!
__
Terrorista. Perra Muerta. Sin papeles,
me los comí antes de que parara el taxi, la noche
que me escondí con la nena en San Isidro... en la
casa de uno de mis dos mejores amigos: Rodolfo
Pittao. Pero ahora hacen casi 30 años. Por eso
duele más escribir, hoy no quiero recordar que no
estoy allá, hoy no es día aquí, hoy es una noche
de comunión con el alma de mi pueblo. Aquella
noche en que Alberto desapareció cuando se
disponía a viajar a Europa con Luc Banderet, su
amigo el periodista suizo, de la casa de este.
Cuando nos dimos cuenta de que había desaparecido,
me había tomado un taxi desde la casa de
Graciela Guilis, adonde ella había ‘escondido’ a
Yanina. Ella quería separarla de mí en caso de que
yo fuera también secuestrada. Y lo hizo. Pero yo
la fui a buscar y de allí nos fuimos, en la
nochecita, nos fuimos, con la nena. El papá de
Andrés, vino con a saludarnos a nuestro
‘escondite’, y le trajo ropa de varón a la nena.
Con ellas volvió a su casa, el día en que
regresamos del escondite. Yo interpuse, previo
pago de mil dólares a un abogado, un recurso de
Habeas Corpus, y Yanina lo escuchó y desarrolló su
segunda depresión profunda. El juez contestó que
Ricardo Alberto Hinrichsen Ramírez no estaba
registrado en ninguna edificio carcelario de los
doce servicios secretos del país, me explicaron,
mientras yo sentía que me desmayaba. Ahora sabemos
que mientras tanto, a Alberto lo interrogaban con
los ojos vendados, en el Cuartel General de
Coordinación Federal, a unas pocos cuadras de
allí, en la capital argentina y que para que
confesara crímenes que no había cometido, le
decían que ese llanto que oí era el de Yanina.
Pero eso no nos lo dijo a nosotras nunca: lo oímos
decírselo a la BBC de Escocia, dos años después.
Porque de la tortura en casa con mi marido no se
hablaba. Es que el miedo da miedo, al oído desata
desconfianza, la injusticia te da bronca, pero
nada nada es tan fuerte como el amor, que nos une
para siempre, por encima del olvido en la memoria,
como lo atestigua el poema de Miguel: cuando
recuerda a su querida ex esposa y compañera Maria
Haydeé Rabuñal, después de 25 años en fuera fue
acribillada en un enfrentamiento armado, por
cierto fortuito, en 1975 (de Boer, 2003: 14 y 15)
"Me dejaron tu
pullover verde
Cuando te fuiste.
Pero no pudieron llevarte
Porque estarás conmigo
para siempre"
"Cuando reposa en la noche / su
silencio me acompaña / la luna le siembra
estrellas / para en sus sueños guiarla..."
(de Boer, 2004:74) canta el poeta en su zamba. Y
sobre el plomo plomizo de la tarde, allá muy
lejos, en la patria grande, se duerme. Mientras yo
leo cómo una mujer en un pequeño trozo de
papel, rememora la presencia ausente de otra
mujer (Marta Vasallo,1999: 83.84):
_
‘Hoy entré al café de donde te
llevaron
Entré a tomar un café
Y a recordarte.
Yo que en ciudades ajenas
he creído verte tantas veces
yo que he corrido tras de alguien
que se volvía
hablando otro idioma
yo que he querido dormir
interminablemente
para volver a soñar con vos
para volver a creer que estabas
viva.’
_
"Freedom is not
something you are given,
but something you have to take"
Meret Oppenheim
"The body is our common denominator
and the stage for our pleasures and our
sorrows.
I want to express through it
who we are how we live and die"
Kiki Smith
_
Referencias
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Notas
- 1 . Una versión abreviada de esta
ponencia fue presentada en la 40o Conferencia
Anual de SLAS (Society for Latin American
Studies), Universidad de Leiden, 2-4 abril
2004. Agradezco los comentarios de lo/las
presentes y al Convenor Dr. Mario Aguilar por
su estímulo y comprensión, y la compañía
feminista de la imprescindible psicoanalista
Laura Bonaparte, miembra fundadora de Madres
de la Plaza de Mayo, ahora en la Línea
Fundadora. Al estar presente, ella vivenció
también la memoria de sus nueve parientes
desaparecidos en Argentina durante la Guerra
Sucia. Este artículo es parte del proyecto The
Gendering of Human Rights, y no hubiera
sido posible sin la ayuda crítica y la amorosa
presencia de mis hijos Tomás Alejo y Yanina
Andrea Hinrichsen Z., y sin el cálido e
inteligente apoyo de Brenda Clowes, Marta
Vasallo, Ricardo Rodríguez Pereyra y Cherie.
Mis agradecimientos a la British Academy y
SLAS cuyo apoyo financiero facilitó la
discusión con Laura Bonaparte y Miguel Ángel
de Boer, ex presidente del capitulo Salud
Mental, Tortura y Derechos Humanos de APSA (
Asociación de Psiquíatras de Argentina).
Gracias a su apoyo y afecto encontré el coraje
que necesitaba para auto explorarme en la
consecución del camino que aquí anticipo.
Gracias también por el aliento que me
significo su magnífico comentario al borrador
inicial de este trabajo. Muy especiales
gracias a Consuelo y Linda que hicieron
materialmente posible mi regreso a Chile en el
2003 (30 años después de la expulsión) y a
Argentina (20 años después de la muerte de mi
padre). Su ejemplar solidaridad suavizó el
pánico que me daba el pensar en volver. Volví
a mis tierras amadas para tratar de hablar con
él, con ella, con ellas y ellos; y de hacerlo
con la voz y la poesía de nuestros queridos
pueblos. Reviví así en parte la memoria de
nuestras/os muerta/os muy queridas/os, y pude
estar con los vivos y las vivas, y son los
ecos de esos valles de amor a lo que en
definitiva busco encerrar con esta, mi
dolorida voz otoñal.
- 2 . Traducción de MZ.
- 3 . MZ es, por ejemplo, Trustee de
CHANGE INTERNATIONAL, Coordinadora de Grupo de
Trabajo de CEISAL(Congreso Europeo de
Investigaciones económico-sociales de América
Latina) y miembro del jurado de cinco jueces y
el Presidente que otorga anualmente el premio
CEISAL al mejor trabajo o institución dedicada
a Estudios Latinoamericanos en Europa.
- 4 . La similitud de los síndromes ha
sido brillantemente analizada entre otras
autoras porJules Falquet, 2002. Para cifras
recientes de aumento de la violencia
doméstica en Argentina ver Selser 2003.
- 5 . A manera de ejemplo, para alguien
proveniente de la izquierda tradicional, ver
Clelia M. Garbulsky 2001 y para ejemplos de
escritos de un hombre, ver Miguel Ángel de
Boer, 2003, 2004 y su libro en preparación Aquellos
fueron los días; véase también entre
otros Emilio de Ipola, 1982.
- 6 . Mi única copia "se perdió" en Chile,
al igual que el resto de nuestra nutrida
biblioteca y todo lo que contenían nuestra
casa y nuestras oficinas, cuando nos
expulsaron del país luego del golpe del 11 de
septiembre de 1973. No he tenido tampoco
acceso a otra.
- 7 .
Osvaldo Bayer,
"Una síntesis argentina", Página/12,
28/4/2001.
- 8 .
Lumi Videla,
dirigenta del MIR, arrojada muerta por la
tapia de una embajada.
- 9 .
Me remito a
Rojas, Carmen, Pág. 91 y Los Soporopos, Pág.
92. Cuando visité Villa Grimaldi en 2003,
sentía que estuviste / estuvieron Carmen,
Muriel, Edgardo Enríquez, el Trosko Fuentes,
Lumi Videla, el Bauchi, y que nos sentábamos
todos otra vez cantando todas las manos todas.
- 10.La que
valientemente escribió: "Volvemos a la carga
con más fuerza, en esta larga batalla por
torcer las líneas implacables, para llegar a
celebrar nuestro aquelarre con bases nuevas
para una nueva historia". Orinda Ojeda, Ventoleras,
Ediciones BRUJAS, Concepción, 1993, Pág. 92.
- 11.Hay
después del juicio a Pinochet en Londres,
numerosos testimonios. Pero en general, se
aconseja ver el excelente libro de Joan Smith,
Moralities. Sex, Money and Power in the
21st Century, Allen Lane, The Penguin
Press, London, New York, Victoria,
Toronto, New Delhi, Auckland,
Johannesburg, 2001, Chapter First, "Sin of the
fathers", Págs 3-40 (especialmente la página
15, sobre las torturas a mujeres en Chile).
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