I
Tengo el alma
como una caravana
cargada
de pañuelos
al aire
llena de adioses
y recuerdos
cartas archivadas,
puertas sin goznes
memorias que
no me pertenecen.
Me desconozco
en los pasillos
me encuentro
nueva en los recodos
rozo sombras.
Me pasan como
a un puente
solamente
mío el instante del pasaje.
Trato de retener
la tenuidad
que tan rápidamente se deshace
por ver si
entre las volutas
escucho las
voces
que transitan
los folios del archivo.
Me pasan, me
pasan
Me pasan,
y se van.
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II
Sobre todo
este día
de arrayanes
que insiste
en ser raíz.
Los límites,
aliento de
tiempo
respirando
finas hebras,
desaparecen
más allá
del momento
en que ella escribe.
Dura su voz
como un navío
recorriendo
los cíclicos mares.
La inmediatez
de lo lejano
sigilosamente
amaneciendo
en páginas
escritas
placer revelado
para mis ojos
que ella nunca imaginó.
A flor de tierra,
en la isla the velamen quieto
los espejos
hacen preguntas.
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III
La encontré
en una de
esas tardes que soplan el polvo
de
largas galerías.
No del agua
que
me abrió los labios con sed de abismo
ni
de las ondas con destino de jornada virgen.
De un punzante
deseo
de abrir un
libro todavía cerrado.
La vi más
allá de los ojos grandes
donde nacen
horizontes,
más
allá del nombre casi desvanecido
en la página
que rompe la distancia.
Llegó
rozándome ofreciéndose
abriendo
los brazos
hasta
inundarme de amor.
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IV
Recuerdo la
hora
del abril
en que tu
poema ciñó el aire del recinto.
Tan callada
balanceándose
entre tu tiempo y el mío.
La sucesiva
y necesaria
vibración
de tus palabras
incorporándose
extensas
incorporándome
al manto sutil
de tu voz.
Ligeros pasos
entre las líneas
calor
todavía resplandeciendo
en
los versos sueltos en que existes
pasan y se
quedan en mis manos
con tal dulce
abandono.
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XIV
“con
los divinos versos de essa mano;
los
quales me pusieron tal consuelo,
que
son alegres ya mis ojos tristes”
(Sor
Leonor de Ovando, en la Fiesta de la Natividad,
soneto)
Esperados con
ansiedad
como se espera
a que el sol enjoye el día
llegaron los
poemas del viajero
a
consolar su alma
tan
penada.
Leerlos fue
gloria de los ángeles.
Deleite igual
al primer amanecer
que trae luz
acabando la tristeza.
Los poemas
la cobijan
como la nueva
lana a los corderos
en la primera
nieve,
como el calor
del jarabe suave
en la garganta
ardiente.
Para sus ojos
es dulce
la
amistad de los poemas.
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X
“El
Niño Dios, La virgen y parida,
el
parto virginal, el Padre eterno
el
portalico pobre, y el imbierno,
con
que tiembla el auctor de nuestra vida“
(Sor
Leonor de Ovando, en la Fiesta de la Natividad)
Pensativa
seduciendo
presencias invisibles
hace girar
la pluma entre el preciso pulgar
y el índice
mudo.
De tanto en
tanto
la sumerge
en el tintero.
Se muerde
ligeramente el labio
contemplándola
en esa pausa
mínima al borde del metal
desembarazándola
de tinta con exquisita precisión.
Con qué
ardor la traerá hacia el papel
Con qué
esplendor pondrá juntas
la tinta,
la palabra, el retablito
de la Madre
y el Niño que tiembla de frío.
En la pared
la vela establece
su perfil,
escorzo vacilante
en la noche ya agotada.
Sin premura,
tiene todo el tiempo de los siglos,
hace girar
la pluma entre los dedos.
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XI
“y
sé que por mi sola padesciera
y
a mi sola me hubiera redimido
si
sola en este mundo me criara”
(Sor
Leonor de Ovando. Versos sueltos)
Tan grande
Tu amor por ella
que
por ella sola murieras
y
por amarte ella tanto
al
divino fuego abrazara
y contigo
ella muriera.
Me asombro
estremecida.
Leonor, gota
de rocío
espléndida
sobre el azahar,
se parece
a Tu amor
en su canto
cuando
lo arraca del corazón
para
postrarlo.
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XII
“La
esposa dice: sola yo a mi amado,
mi
amado a mí. Que no quiero más gente.”
(Sor
Leonor de Ovando. Versos sueltos)
Cuando, todavía
oscuro,
el horizonte
aludía a la mañana,
iba
a Tu encuentro alborozada.
Toda la noche
había ansiado
sentirte en
la boca,
beberte en
el cristalino silencio
de las uvas.
La inminencia
de Tu cuerpo,
la forma de
Tu amor
en la blancura,
tocada apenas
de perfume.
Ella
sabe que Tu cuerpo huele a pan
cuando
se sumerge en la perfecta comunión.
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XIII
“Seys
son las que se van, yo sola quedo;
el
alma lastimada de partidas,
partida
de dolor, porque partida
partió
y cortó el contento de mi vida...”
(Sor
Leonor de Ovando. Versos sueltos)
El dolor deja
la tarde
enrojecida
en sus girones.
Fosforescencia
del silencio
brevemente
un tallo quebradizo.
La partida
entra
en
dispersión.
No hay ni
siquiera polvo
donde dejar
huella.
Germina una
palabra, se avecina un gesto,
nadie cierra
la puerta.
El silencio
tiene tremendas raíces.
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XV
“la
pura sanctidad allí encerrada,
el
émphasis, primor de la scriptura,
me
hizo pensar cosa no pensada.”
(Sor
Leonor de Ovando, en la Pascua del spiritu
santo)
Audaz
el brillo
inicia el fuego
y es imposible
hacer la noche nuevamente.
Continuidad
del momento en que pensaste
la cosa no
pensada
y escribiste
finísima tu poético deseo.
A la sagrada
visión de lo innombrable
énfasis
de la palabra
valor plural
del único sonido
le
diste permanencia en tus poemas.
Naciste la
luz en el papel,
creciste
alas a los siglos
y hoy, aposentada
nuevamente en tus palabras,
confiada,
esperas.
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